Lo están consiguiendo.
Hablo a una pared blanca,
O gris.
O quizá no sea pared, si no tú.
Si no ellos.
Los sonidos que retuercen mis tripas,
Pulcritud, apariencia.
Mi ganas y mi pasión ahogadas.
Por la apatía, por la noche contínua
llena de desvelos.
Olvidarme de todo,
De mis ojeras que ya nacen,
Como diría mi primo, amado:
“Familia de ojeras”.
Herencia porque sí.
Agotamiento porque no.
Imanes que se repelen.
Me acerco, te vas.
Me acerco, se van.
Conformarme con tenerlo todo,
Agradecer por no haber dejado nada,
Rodearme de efímeros amores,
Pero amores, al fin y al cabo.
Sentirme necesario, importante,
Querido.
Mientras acaricio tu pared gris.
Subo y bajo despacio, apoyándome
En tus lisos muros de alto perfil.
Cómo son ellos, adalides de la razón,
Cómo soy yo, enemistado y refunfuñado.
Olvidarme de todo, al caer el sol.
Recordarlo todo, esperando ese imán
Que llegará para querer no tocarte,
Para que quieras no tocarme.
Mientras, los sonidos y aires no cesan.
“Todo bien”, dijo el doctor.
Todo bien, dije yo.
Buscando no olvidar, pero olvidando.
Queriendo guardar en pequeños frascos
Los momentos, la noche.
El peso de los párpados es grande.
El cuello se resiente
De mirar siempre al lado contrario
Por tu imán, por el olvido,
Por el presente,
Por todo lo vivido.