Muerte eterna.
Como si fueras una más
de mis efímeras y anónimas personas
que comentan la actualidad desactualizada.
Has sido sigilosa,
y aunque tenga picos plenos de vida,
tú sigues ahí. Espectante.
El otro día me sentí lleno de vida
descarté todo atisbo de tristeza.
Te descarté, Muerte eterna, por un tiempo.
El otro día olí la tierra,
colmada de resina, pino y arcilla.
El otro día fui feliz.
Recuperando el aroma que perdí.
Notando el agua del río muy cerca,
palpando cada molécula de sentimiento
a veces borrado, a veces robado.
A veces incierto.
Y era todo “yo”. Todo puro.
Sin apariencias.
Era ese “yo” que sin cerrar los ojos
sueña despierto y revive alegrías.
El otro día, Muerte, te habías ido.
Y ahora mi infancia queda lejos,
la paloma perdió ya su palomar,
La vida se teclea con dos dedos,
en pantallas que obligan a mirar.
Eres, Muerte, acaso oscura,
acaso blanda.
Palabras para una próxima función,
que viajan solo de ida
Y que rezo para que lleguen
a su destino, tremendo y fiel.