El 22 de agosto de 2010 el asesino serial Edward Scarka (Paul Fauteux) muere en Ohio a manos de la policía. Prácticamente al mismo tiempo, en Pensilvania, el matrimonio de Sarah y John Blume (Taylor Schilling y Peter Mooney) están viendo nacer a su hijo, Miles (Jackson Robert Scott). Debido a esta particular coincidencia, el alma de Scarka entra en el cuerpo del recién nacido Miles y anida ahí. Al crecer Miles va demostrando cualidades de un niño genio, sin causar mayor conflicto. Sin embargo, al cumplir 8 años, Scarka poco a poco va apoderándose del pequeño para saciar su sed de venganza.
Si algo hemos aprendido de películas de terror como La profecía (2006) The Bad Seed (2018) y Tenemos que hablar de Kevin (2011) es que los niños pueden ser completamente atemorizantementes. Maligno, del director Nicholas McCarthy transforma un poco esta premisa, pues quien posee el alma de Miles no es un demonio, sino un humano. Sí, un humano sociópata y casi demoníaco, pero un humano al final del día.
Lamentablemente la novedad se queda ahí y Maligno termina recreando las fórmulas efectistas de casi todas las películas de terror: puertas que se abren de la nada, escenas que resultan ser un sueño (pero no, pero sí), silencios que se rompen intempestivamente, animales descuartizados, etcétera.
A eso se le suma que el planteamiento de que haya sido justo el alma de Scarka la que se haya apoderado de Miles suena demasiado forzado. ¿Scarka fue la única persona que murió ese día? No. ¿Miles fue el único niño que nació ese día? Tampoco. Y no es que se le pueda (o deba) exigir al género de terror que haga historias perfectamente lógicas y racionales –finalmente si algo es irracional es el miedo-; no obstante, sí debe ser verosímil y Maligno no acaba de serlo.
Asimismo, un recurso útil en el terror es dejar a los personajes y al espectador con la duda constante de qué es lo que quiere el demonio/espíritu/monstruo y cómo detenerlo. En Maligno lo sabemos en los primeros 10 minutos de la película. El resto del tiempo es sólo esperar a que las cosas sucedan y brincar con el par de sustos que nos mete Jackson Robert Scott (Miles).
Lo aplaudible en medio de tanto desastre es precisamente la actuación de Robert Scott. Los cambios de Miles a Scarka son perceptibles en todo el cuerpo del pequeño actor, desde su forma de hablar hasta los movimientos de sus manos. Esta clase de dominio y conciencia sobre la corporalidad es difícil de dominar incluso para actores adultos (como James McAvoy en historias como Glass y Fragmentado); sin embargo, Robert Scott los hace con total naturalidad, como si llevara haciéndolos desde que nació.
Maligno estará en la cartelera de Cinemex y Cinépolis a partir de mañana 22 de febrero. No soy una experta en las historias de terror –lo cierto es que soy bastante gallina y siempre les huyo-pero si lo que te gusta es la adrenalina del susto, tal vez quieras pasar de ella, porque si Maligno no me espantó a mí, tampoco te espantará a ti.