un día rebosa henchido de alegría,
y no acabando de producirse el ocaso
torna caprichoso en melancolía,
incluso rabia, o desazón.
Duro es el instante de vivir cada segundo
sabiendo que el destino inclina el camino
y lo vuelve sinuoso, y pedregoso.
Cuán difícil es acertar con una palabra adecuada,
un deseo acaso, un sueño siquiera.
Solo queda el sonido del mar, paz constante,
que adormece mis oídos desgastados
con el metrónomo eterno de las olas.
Y en el cielo la luna desaparece y se renueva,
y en la tierra la noche abriga y adormece la vida.
Por la mañana lucirá de nuevo el astro vital,
el mundo despertará,
y el camino volverá, quizá mañana más llano.
Y sumaremos segundos de gloria,
volviendo a llenar el alma de alegría
y queriendo gritar hacia el cielo:
¡No hay desdicha sino filantropía!
Entregar lo que uno tiene, amar,
abrazar.
Llenar de peso los momentos hermosos:
luchar contra la levedad.