Para nosotras, las editoras de este sitio, estos fueron los que nos impulsaron a leer como si no hubiera un mañana.
Charlie y la fábrica de Chocolate, de Roald Dahl
Cuando era niña, devoraba chocolates y no tanto libros, pero cuando encontré un libro sobre chocolates, donde se conjugaban mis dos pasiones, supe que era el momento de comenzar a comer libros.
Creo que leí ese libro unas siete veces y esa misma pasión por las golosinas y los libros se la quise pasar a mis hermanas, y las hice leer mientras comíamos chocolates.
Carla, 26 años.
Rumpelstiltskin, de los Hermanos Grimm
Empecé a leer mucho gracias a un cuento que había en uno de los estantes en mi primaria. Los jueves o miércoles, dedicábamos media hora sólo a leer y yo siempre tomaba el mismo libro: Rumpelstiltskin, de los Hermanos Grimm, aunque hay quienes se refirieren al cuento como La Hilandera.
Me gusta porque la trama es oscura: una joven tenía que adivinar el nombre del duende o éste se quedaría con su hija. Sólo tenía tres días para descifrarlo y el nombre era súper difícil. Nunca estuve segura de que lo lograría y lo leía muchísimas veces pensando que encontraría otro final al terminar la lectura. Me tomó algunos meses descubrir que en los libros no había finales alternativos, aún no entiendo porque pensaba que sí.
Janine, 25 años
El pequeño Lord, de Frances Hodgson Burnett
Esta novela infantil me mostró un mundo que no hubiera imaginado a mi corta edad, pues eran castillos, lords, paisajes maravillosos los que venían a mi mente con cada línea que leía. Además, fue el primer libro que recibí de regalo por parte de mi mamá, y estoy segura de que no pudo haber elegido uno mejor.
Alejandra, 27 años
El llano en llamas, de Juan Rulfo y Cuentos de la era del jazz, de Francis Scott K. Fitzgerald
De Rulfo me atrapó la melancolía con la que se refería a México a través de sus cuentos. Me gustaba porque me ponía triste. Con Rulfo me di cuenta que los libros te pueden hacer sentir algo, aunque sea tristeza.
Y con Fitzgerald, al contrario. Me gustaba su humor y la ironía y detalle con la que describía la opulencia previa a la Gran Depresión. Leer a Fitzgerald me hizo interesarme en la Historia, Economía y Arquitectura.
Daniela, 28 años
Mitos y leyendas del mundo, editado por Robert R. Potter y H. Alan Robinson
Esta era una antología que recopilaba de historias clásicas, tomadas de libros como La Ilíada y La Odisea, Las mil y una noches, y hasta de las Historias generales que frailes habían dejado sobre América.
Para mí, eran cuentos más que mitología, y recuerdo que cuando leí la historia de Ulises y las sirenas, no podía creer que las sirenas fueran malas, y me impresionaba mucho que él se amarrara y que lograra sobrevivir a su canto.
Me gustaban muchísimo esas historias fantásticas, que en realidad muchas veces formaban parte de una cosmovisión, y las leía una y otra vez, y buscaba leer muchas historias clásicas así.
Eloísa, 29 años
Rebelión en la granja, de George Orwell
Cuando lo leí, no sabía nada de la Unión Soviética ni del régimen en el que vivían, pero llamó mi atención hacia las novelas y narrativas distópicas, donde siempre el ser humano (o los protagonistas) se descomponen por el poder y muestran su peor lado.
Sandra, 28 años