Nuestra llegada a la ciudad de Lorca fue ya entrada bien la noche. Habíamos llegado al aeropuerto de San Javier y el coche nos estaba esperando para hacer el largo trayecto que nos llevaría a pasar cuatro días de aquel mes de Julio bajo el sol a la ciudad de Lorca.
El hotel, Los Jardines de Lorca, era una especie de Edén encubierto en una urbanización a las afueras de la ciudad antigua. Poco o nada nos faltó para mirar por la ventana y ver esa mole iluminada bajo mil focos y allí arriba el castillo, aún continuaba de pie, orgulloso y quieto ante el paso del tiempo. Nos fuimos a dormir, los días que nos esperaban estaban llenos de acontecimientos especiales, como especial es esta ciudad. La mañana siguiente amaneció bajo un duro sol que no logró que dudásemos en ir a pie hasta el paso de las vías del tren, linde de fronteras entre el Lorca nuevo y el viejo casco. Calles cuesta arriba, arriba.. arriba¡¡¡…. era difícil pero lo conseguimos. Llegamos hasta la plaza donde estaba el Ayuntamiento, porque precisamente en ese edificio increíblemente bello había esa mañana una gran cita.
Una vez cumplida la misión, dejamos la vista pasear por todo lo que nos rodeaba. Una hermosa plaza, con la gran iglesia, antigua colegiata de San Patricio. Inquietante monumento iniciado a mediados del s. XVI para conmemorar precisamente la victoria conseguida sobre los musulmanes el dia de S. Patricio en 1452. Antiguamente estaba coronada por el conocido Ángel de la Fama, cuyo original está expuesto en un lateral de la iglesia para evitar su caída (funesta caída en este caso, debido a la altura en que se encontraba), y sustituido por una réplica exacta del original.
Y situados en la Plaza Mayor, por supuesto había que contemplar el Ayuntamiento, construido en 1677 como prisión real, magnífica y acogedora su sombra para ese día de sol implacable.
Al lado del Ayuntamiento está el Pósito, que era el granero antiguo de Lorca, datado en 1552 y que ahora alberga al interesante Archivo Histórico Municipal.
Y bajando y subiendo las calles nos vamos encontrando con escudos, fachadas y casonas señoriales con siglos de historia tras de sí. Casa de los Irurita, Casa de los Condes de San Julián, Casa Señorial de los Mula y la de los Moreno.
Iglesias diseminadas por todos los rincones de la antigua ciudad: de Santiago (luce su cruz característica en la portada), Virgen del Rosario, Santo Domingo, San Mateo, San Francisco… Creo que esta ciudad tiene tantas iglesias como casas señoriales.
Y sobre todo este imponente señorío, levanta su mirada el castillo cuya torre del Espolón del s. XIII y la Alfonsina del x. XV parece vigilar aún la llegada de indeseados invasores. Impresionante vista del toda la huerta y de las Alamedas (aquí a las avenidas del Lorca nuevo se les llaman Alamedas).
Una nota destacada hay que hacerla por el Museo Arqueológico, habilitado en la casa de los Morenos, donde se pueden visitar un sinfín de proyectos de excavaciones y todo lo encontrado en tierras murcianas. Interesantes vasos y collares de la época del bronce y por supuesto esos restos romanos tan abundantes en toda la geografía de España.
En cuanto al hotel que nos alojó en esta visita: Jardines de Lorca, un impresionante edificio de cuatro estrellas con los servicios más estupendos que se puedan encontrar. Muy cómodo y de habitaciones perfectamente acondicionadas en todos sus servicios. El restaurante, toda una cucada situado en el exterior durante el verano, es el lugar más bonito e íntimo para una cena al frescor de los árboles. Plato fuerte de su comida, por supuesto, una ensalada de productos de la huerta. Inmenso plato que contenía deliciosos tomates, lechugas, y mil cosas más….. y una racíon de gambas al ajillo que ha sido una de las mejores que he comido en mi vida. Todo ello iluminado con velas escondidas en cerámicas típicas del lugar y por un servicio de camareros amables y eficaces al máximo.
Un lugar para volver y para recordar toda una vida.
DAMADENEGRO
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