Ya estamos de nuevo por aquí retomando otro de mis hobbies preferidos; la lectura.
En varias ocasiones os he comentado que me encanta leer y si puedo encontrar libros relacionados con la costura… doy palmas con las orejas
¿Preparadas para la recomendación de hoy?
La Modista de Dover Street.
Como siempre, os dejo la Sinopsis por aquí:
Londres, 1939. Ada Vaughan es una joven y ambiciosa costurera cuyo gran sueño es abrir, algún día, su propia boutique y convertirse en una aclamada modista. Cuando se enamora de Stanislaus von Lieben, un seductor aristócrata húngaro, cree posible hacer realidad sus sueños.
Juntos viajan a París, pero el inminente estallido de la segunda guerra mundial trunca todos sus planes… Perdida y sola en un país extranjero, Ada ha quedado atrapada por la guerra, y deberá hacer todo lo que esté en sus manos para sobrevivir.
En medio del horror, el don de Ada para crear belleza y glamour es lo único que la mantiene con vida, y pasará sus días confeccionando elegantes vestidos para las mujeres de los dirigentes de las SS. Cosió para salvarse, para seguir adelante sin mirar atrás. Pero cuando pensaba que todo había terminado tuvo que enfrentarse al fin a la verdad: nunca podría recuperar lo que había perdido en el camino.
La modista de Dover Street nos descubre a una heroína inolvidable, Ada Vaughan, una mujer enfrentada a su destino que deberá sacrificar su corazón para salvar su vida.
El libro lo empecé a leer anoche y entre las primeras páginas me encontré con este párrafo que seguro que os encantará y os animará con la lectura
… Pero Isidore le abrió los ojos: le enseñó que el tejido vivía y respiraba, que tenía su personalidad y su propio carácter. La seda, decía, era terca; el linón, hosco. El estambre era duro; la franela, vaga. Le enseñó a cortar la tela de manera que no se frunciera ni se estropeara, le habló de bieses y de orillos. Le enseñó a sacar patrones y dónde marcar con jaboncillo e hilvanar. Le enseñó a utilizar la máquina de coser, los distintos hilos, a colocar las modernas cremalleras de forma que quedaran ocultas en la costura y a coser ojales y dobladillos. «En espiga, Ada, en espiga.» Las mujeres parecían maniquís. Era un mundo mágico. Cabello bonito y vestidos brillantes. Incluso bragas a medida. Isidore le enseñó ese mundo, y Ada lo quería para ella…
¿Qué os ha parecido? ¿Os apetece leerlo ya?
Un abrazo