Jálama, el valle de las lenguas ancestrales
© Texto y fotografías: Javier Prieto Gallego
Uno de los tesoros patrimoniales más valiosos de la cacereña sierra de Gata no se percibe por los ojos, ni con el paladar. No se puede oler, ni beber. Y tampoco es posible sacarle una foto. Simplemente se escucha. Se oye por las calles o al preguntar a un paisano de sus tres pueblos más occidentales: Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo. Es la fala. Una forma dialectal propia que por estas tierras del norte cacereño resulta tan exótica como una sidriña en Barbate. Pero el caso que esta fala, queda dicho, ha pervivido como una forma de comunicación propia, traspasando los siglos sin dejarse contaminar por los usos lingüísticos extremeños del entorno, para brillar hoy en día como una rareza dialectal digna de estudio. De hecho, está considerada Bien de Interés Cultural por la Junta de Extremadura, como la Vía de la Plata o el teatro romano de Mérida.
Torre del castillo del siglo XIV. Erjas. Sierra de Gata. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
Dicen los filólogos que la explicación de esta rareza lingüística, que suena a una cantarina mezcla de asturiano, gallego y portugués se remonta, nada menos, que a los tiempos de la Reconquista. Al momento en el que los reyes Fernando II y Alfonso IX hacen donación de la zona a colonos llegados del noroeste de la Península para que reemprendan sus quehaceres en estas nuevas tierras de promisión. Y, puede que de la misma forma que los judíos expulsados de la Península se fueron transmitiendo como una seña de identidad el habla que usaban en la tierra que dejaron atrás, manteniendo vivo al cabo de los siglos el ladino, aquí, en el norte de Cáceres, aquellos colonos debieron de decidir que la mejor forma de no olvidar nunca el terruño del que procedían era seguir hablando de su vinu y de su quesu como si no hubieran dejado nunca de estar entre carballus y fieitus (robles y helechos).
Placa en al que se recoge la forma particular de hablar de los habitantes de Erjas. Su fala se denomina o lagarteiru. Erjas. Sierra de Gata. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
Pueblos y dialectos del norte en un esquinazo de la Sierra de Gata
Pero el caso es mucho más complejo de lo que parece y hay teorías dispares. La más generalizada concreta que lo que se habla por aquí es una lengua romance que, por cuestiones aún desconocidas, se quedó a caballo entre el portugués y el asturleonés. O bien fue conformándose como un dialecto galaico-portugués con claras influencias del asturleonés. Sea como fuere, no sólo esta forma de comunicación supo resistir la "contaminación" del castellano o el portugués en su evolución hasta llegar al momento actual. Lo más sorprendente aún es que cada uno de los tres pueblos que comparten esa extraña peculiaridad lingüística, apenas separados por unos pocos kilómetros, han acabado por limar sus propias derivaciones dialectales: o manhegu en San Martín de Trevejo, o lagarteiru en Eljas y o valverdeiru en Valverde del Fresno.
Una demostración de que el aislamiento algo tuvo que ver con el mantenimiento de formas dialectales propias es que a Valverde del Fresno, donde falan valverdeiru, ha sido un poema llegar hasta la década de los 90 del siglo pasado. Este pueblo, con un largo tramo fronterizo con Portugal y a 17 kilómetros de la localidad salmantina de Navasfrías, vivió en el pasado muy vinculado al estraperlo y el contrabando. Hoy lo hace, sobre todo, de los olivares que prosperan en su amplio término municipal, el más extenso de toda la Sierra de Gata. También es el pueblo con más habitantes, el más occidental de la sierra y un buen punto de partida para iniciar el itinerario por los recovecos de este valle de Jálama, pródigo en lenguas y anchurosos paisajes si bien la modernidad y el todo vale ha machacado en muy pocas décadas su patrimonio más tangible, el urbanístico, con excepción de la iglesia de La Asunción y la Casona de los Frades, del siglo XVIII.
Las estribaciones meridionales de la sierra, sobre cuyos pliegues se asientan las poblaciones del valle, son también los mejores balcones para contemplar las llanuras que se extienden desde ahí hacia el sur. Así se ve mientras se accede a Eljas, apiñado en torno al mogote sobre el que emergen los despojos de su castillo, en lo más alto. Querer llegar en coche hasta arriba sin conocer el callejero de este pueblo de rampas y estrecheces es una insensatez propia de forasteros.
Calle Guardia Civil. Calle de aspecto tradicional en San Martín de Trevejo. [Sierra de Gata. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego]
El tercer pueblu donde falan es San Martín de Trevejo, con un bello cascu urbanu en el que, por suerte, han sabido conservarse las hechuras de la arquitectura tradicional serrana. Es decir, entramados de madera y adobe, escalones de granito para acceder al piso bajo de las casas y callejas empedradas y estrechas por cuyo centro corre el agua a raudales. Su bella plaza Mayor, con un desmesurado soportal bajo el Ayuntamiento, reúne una fuente del siglo XIX en su centro, una torre campanario del siglo XVI en uno de sus ángulos y el palacio de la Casa del Comendador en otro de sus costados. Desde ella, el imprescindible paseo a pie por la calles del San Martín puede encaminarse hacia la iglesia de San Martín de Tours, que guarda en su interior tablas pintadas por Luis Morales, el Divino, y después por la calle del Puerto hacia la parte alta de la población. Girando al final hacia la derecha por alguna de las calles con mejor estampa del pueblo se llega hasta la fuente Chafaril, con una gran escudo de Juan de Austria. La calle do Portu marca también el inicio de un bonito paseo señalizado que a lomos de una vieja calzada empedrada se eleva hacia el puerto de Santa Clara. Antes, como a una hora del comienzo, atraviesa el denso castañar de Ojesto.
Desde Villamiel, el pueblo a mayor altitud de la comarca, se toma la carretera –también áerea y montañosa- que conduce hasta Trevejo, una minúscula alquería de héchuras pétreas y ancestrales ubicada a los pies de los restos de un castillo templario cuyos vigilantes no debían der abasto para vigilar tanto como desde él se ve: la extensa llanada extremeña salpicada de encinares, carreteras y pueblecitos. Tras el repliegue musulmán, tan estratégica posición fue aprovechada por la orden del Temple hasta que la fortaleza llegó a manos de la de Santiago en 1186. Y así estuvo, codiciada por todos cuantos pasaron por estás tierras con ánimo de conquista hasta que el ejército francés decidió hacerla añicos en su retirada. Con las iglesia de San Juan Bautista y una torre espadaña a sus pies y rodeada de tumbas antropomorfas que hablan de una larga historia habitada, conserva lo suficiente como para que sus piedras hagan gala de un indudable poder de evocación, especialmente cuando la luz dorada del atardecer baña con sus relumbres de fuego este risco encastillado de vistas casi infinitas.
Castillo de Trevejo. Cáceres. Sierra de Gata. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
Cilleros, entre las sierras de Santa Olalla y del Campete, entre el granito y la pizarra, entre el robledal y el pinar, marca el final del viaje por el valle de Jálama. Famoso por su vino blanco, en el paseo por el casco urbano, del que destacan el caserón que alberga el Ayuntamiento, el palacio de Bacas y la iglesia de Nuestra Señora de los Apóstoles, merece la pena localizar el Museo Etnográfico, con muchas curiosidades sobre la vida rural de la comarca a mediados del siglo XX.
Sendero de A Fala
Desde San Martín de Trevejo un empinado sendero señalizado, el PR-CC 184, conduce hasta lo alto del puerto de Santa Clara. Es un tramo del recorrido que faldea la sierra enlazando las localidades San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno. La subida hasta el puerto cuenta con el aliciente de discurrir, casi toda, sobre una antigua calzada empedrada que, además, permite disfrutar del robledal de Ojesto, uno de los más destacados del norte de Extremadura. Después de los primeros repechos, un corto pero empinado tramo de calzada que discurre entre bancales de olivo y con buenas vistas sobre San Martín, se alcanza una bifurcación señalizada en el que hay que continuar por la derecha. Ya con rampas mucho más suaves, el empedrado marca siempre el camino a seguir. Más o menos a mitad de la subida se pasa junto a tres majestuosos castaños con muchas centurias a cuestas. Entre San Martín y el puerto median 4,8 km que pueden realizarse en una hora y media.
Los Abuelos. Castaños centenarios en el sendero de A fala. Calzada empedrada de subida al puerto de Santa Clara desde San Martín de Trevejo. Cáceres. Sierra de Gata. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
EN MARCHA. A Valverde del Fresno, en la esquina noroccidental de la provincia de Cáceres, se puede llegar desde la localidad salmantina de Navasfrías por una retorcida carretera de montaña en 17 km.
EL PASEO. Existen varios senderos señalizdos en la zona, especialmente relacionados con el paso del GR.10 que atraviesa la sierra de Gata. Desde San Martín de Trevejo parte el PR-CC 184 hacia el puerto de Santa Clara y Navasfrías. A una hora de San Martín se localiza el hermoso castañar de Ojesto.
INFORMACIÓN. www.sierradegata.org
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