–¿Cómo estuviste en la ciudad tanto tiempo y regresas tan bien de salud? Yo fui a la selva y tuve que regresar porque casi no encontraba qué comer.
El otro león le explicó:
–Me armé de coraje y fui a esconderme a la cámara de los diputados. Cada día me comía a un diputado y nadie advertía su ausencia.
–¿Y por qué regresaste? ¿Se acabaron los diputados?
–No, hombre, ¡qué chingaos! Nada de eso. Los diputados nunca se acaban. Sucede que cometí un error gravísimo. Ya me había comido a un coordinador de bancada, dos jefes de comisión, cinco diputados del verde, tres de convergencia, seis del PRI, tres del PAN, cuatro del PRD, diez asesores, doce secretarias, quince chóferes... y nadie los dio por desaparecidos. Pero un día... ¡Me comí al que servía el café! ¡Ahí sí que se chinó todo! ¿¡Y cómo no!? ¡Si era el único que servía para algo!
León comiendo una presa
Texto de Carlos Alberto Velazco.