jueves reflexivo: pseo nocturno


Reflexión del jueves: paseo nocturno

Hola a todos y bienvenidos un día más, por cierto, 20 de abril. Algún día os enseñaré mi póster de Celtas cortos, cuando no habían escrito la canción y eran teloneros de otro grupo al que fui a ver.

Ya estamos a jueves, y toca el post improvisado. Hace tiempo que no hago esta sección, y me apetecía compartir un paseo. Es algo que hago esporádicamente, y me quedan por aquí como en un diario.

Se me ocurre compartir un paseo nocturno, como ya hice aquí y aquí. Así que, sin más rollo, empezamos.

Lo he dicho muchas veces, pero es verdad, mis paseos nocturnos, con una maravillosa compañía perruna, son un regalo. Nosotros nos organizamos lo mejor posible según disponibilidad, y los que tenéis perros que necesitan mucho ejercicio lo entenderéis, así que durante el día vamos a zonas de perros sueltos, a la finca, a la nieve... Pero el paseo nocturno es ese bálsamo antes de dormir que nos hace llegar a casa relajados y felices.

El paseo de hoy lo dimos esta semana. Salimos de casa alrededor de las diez, y la temperatura era buena, no parece que estemos en abril, ya sabéis, esas cosas del cambio climático. Espero que luego no paguen las culpas mis cerezos. Bueno, que me despisto. Pues mi marido y yo, con la mejor compañía perruna del mundo, empezamos a caminar. Como siempre hacemos, paseamos tranquilamente, pero buscando lugares tranquilos. Pasamos por algunas calles relativamente céntricas, y en los bares aún queda gente, aunque es un día de semana. Hay fútbol, y el ambiente es muy animado. Además, huele a sidra, algo que me encanta.

En cuanto nos alejamos un poco del bullicio pasamos por una zona en la que se reúnen unas señoras con sus perritos. Ya han aparecido por aquí en algún que otro paseo. Me gusta verlas charlar animadamente, sin prisa. Los perritos ladran, seguramente ellos también mantienen interesantes conversaciones.

Poco a poco la noche va guiando nuestros pasos hacia una zona tranquila, con edificios de los sesenta y setenta, que dan al lugar un aire de barrio de lo más entrañable. En una esquina hay un local que me fascina. Es claro, con escaparate enorme a dos calles, pero no se trata de ningún comercio. Es un lugar donde se reúne un grupo de mujeres para hacer todo tipo de manualidades y labores artísticas. Antes se reunían por la noche, de hecho muchas veces las veíamos. Actualmente lo hacen de madrugada, entre las cinco y las siete, más o menos. Imagino que se han adaptado para que todas puedan asistir. Siempre tienen cosas preciosas, en Halloween tenían preciosidades, en Navidad también y en San Valentín, y no solo en plan manualidad, también hacen punto, bolillos, ganchillo, de todo. Siempre que paso miro esos escaparates llenos de creatividad.

Después nos vamos a una avenida más ancha y grande, que nos lleva a una de mis zonas preferidas, una calle llena de rincones especiales. En una acera hay unas casas abandonadas que son mi perdición, una está en venta y si me toca algo me la compro, os lo aseguro. Además hay una colonia de gatos, vamos, felicidad total. Al lado hay un jardín con un árbol que siempre tiene luces, aunque no sea Navidad. Y entre la casa y el árbol hay un edificio cuya terraza está siempre adornada como si fuese Navidad. Ya salió por aquí este verano.



Enfrente hay unos jardines cuyo bordillo es de piedra, antiguo, que de nuevo me lleva a los sesenta o setenta. Por toda la zona hay calas, hortensias y entre los pisos vemos casitas que resisten, como la casa de Stuart Little.

De vez en cuando hay pequeños parques, y me trasladan a una de mis pelis favoritas, Notting Hill.

Las calles están tranquilas y podemos ir charlando tranquilamente. No sé qué tiene la noche que se presta a confidencias, y también a recuerdos, así que charlamos un poco de todo. Hablamos de Batman, comparamos adaptaciones (mi marido es pro Christian Bale, yo soy rancia y me quedo con Michael Keaton, pero de Jocker empatan Joaquin Phoenix y Heath Ledger) y recordamos la época de Mazinger Z.

Cuando ya hemos caminado un buen rato decidimos meternos por pequeñas callejuelas, pero ya en dirección a nuestra casa. Pasamos por delante de comercios que durante el día llenan de vida el lugar, y que ahora están cerrados. Contemplo escaparates de todo tipo, algunos de esos de antes, mercerías con ropa interior de señora, camisones clásicos y en una esquina, unas cajitas de polvos compactos Maderas de oriente. También pasamos por delante de algunos bares. El partido aún no ha terminado, y aunque ya no hay tanta gente como antes, aún queda algún parroquiano que se resiste a volver a casa.

Ya estamos más cerca y nos metemos por unas calles que tienen un par de edificios que me encantan. Yo llamo a esa callejuela "la pequeña Italia" porque hay un par de edificios que me recuerdan a algunos que vi en Nápoles y en algún pueblecito de Italia. Una es verde y roja, con ventanas pequeñas de colores y llenas de plantas en flor, y la otra es amarilla, con ventanas puestas de un modo un poco desordenado. Durante el día esa zona es bulliciosa, como Nápoles a mediamañana, pero por la noche es tranquila y silenciosa, aquí ya no comparo porque Nápoles de noche me da algo de miedo, la verdad. Muy cerca hay una ferretería y me paso un buen rato contemplando el escaparate.

Y poco a poco nos acercamos a casa. Vamos despacio, parando, porque los paseos nocturnos son paseos de calidad perruna, paseos para olfatear, sin el barullo de la gente, sin prisa.

La verdad es que disfruto porque me encantan las noches de abril, me recuerdan a la adolescencia, a las primeras salidas de "mayor". El aire olía exactamente como ahora, aunque por entonces estaba más frío.

Antes de llegar a casa paramos en un miniparque para disfrutar de los juegos de perros en una zona habilitada para ello.

Y después de los juegos ya toca volver. Atrás van quedando las calles tranquilas, los edificios sesenteros y las tiendas vacías. De nuevo llegan las avenidas bulliciosas. Pasamos junto a las señoras y sus perros, que parece que no tienen prisa. Las carreteras tienen algo de tráfico y algunos bares ya han cerrado. A lo lejos vemos al sereno, y por mi calle sube el camión de la basura. Parece que la noche avanza imparable, así que nos retiramos.

Subimos las escaleras en silencio y entramos en casa, en ese hogar que esperaba nuestro regreso. Antes de salir dejé preparada una de mis infusiones preferidas, y la taza-termo se ha portado bien y sigue calentita. Así que ahora disfrutaré de la infusión y de buena compañía, y nos iremos a dormir relajados y felices, con ganas de que llegue un nuevo día lleno de sorpresas.

Y aquí se acaba el post, y empieza mi día. Mil gracias por leerme y nos vemos la semana que viene con algo nuevo.

Muy feliz jueves.

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
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