Jueves reflexivo: cambios

REFLEXIÓN: CAMBIOS

Hola a todos y bienvenidos un día más. ¡Ya estamos a jueves! El tiempo me pasa demasiado rápido, da vértigo. Hoy es el día del post improvisado, a ver qué tal se me da porque llevo un tiempo sin hacerlo y estoy desentrenada. Y ahora, como siempre, empezamos.

Nunca suelo releer los post antiguos, y menos los reflexivos. Pero el otro día Facebook me recordó la publicación de un post hace tres años, y lo releí. Os lo voy a dejar aquí. En él hablaba lo mucho que había cambiado mi vida en solo una década. Pues justo algunos días después falleció mi madre, de repente, la encontré yo y tuvimos a la policía en casa para comprobar que era una muerte natural, fue todo muy traumático. Luego se nos fue su gatito, un amigo de la familia, una amiga de mi hija. Nos pusimos todos enfermos y unos días después empezó el confinamiento. Y dos meses después se nos fue mi suegro. Eso sí que fueron cambios. Y de los malos.

nieve


Los que lleváis años por aquí sabéis que soy una persona de aire libre. Siempre he salido mucho, y aunque me gusta estar en casa prefiero sentir el aire y el sol en la cara. Pues yo, al igual que todo el mundo, he pasado por un encierro, y justo en los peores días de mi vida, y lo he superado. Cuando me encontraba un poco menos devastada fui buscando la manera de pasar esos días lo mejor posible, intenté llenarlos de momentos bonitos.

Si el día que escribí el post que cito, alguien me dice que voy a estar tantos días encerrada no me lo habría creído.

Y es que al final, aunque creamos que no, estamos en constante cambio. Y lo que en un momento pensamos que jamás vamos a hacer, quizás en otro momento lo hacemos. Y lo disfrutamos.

A mí me encantan los animales, pero cuando mis hijos eran pequeños no quería tener perro. Viajábamos bastante, y mi familia me echaba una mano con gatos pero un perro es otra cosa. Y especialmente me veía incapaz de salir por la noche con él, me daba pereza solo el hecho de pensarlo. Cuando veía desde la ventana, o cuando volvía a casa de algún sitio, a la gente paseando a sus perros, me decía que yo así no me vería. Pero entonces llegó mi perrita. No iba a quedarse, era temporal...Pero ya no puedo vivir sin ella. Y los paseos de la noche no solo no me dan pereza, los disfruto. Buscamos sitios tranquilos y mi marido y yo aprovechamos para hablar. Ayer había una luna inmensa, era impresionante, y había muchas estrellas salpicando el cielo. Además estuvimos hablando con algunos conocidos, y jugando con más perros. En verano el aire está fragante, huele a jazmín, a San Juanìn y a Don Diego. Y a veces los murciélagos vuelan sobre nuestras cabezas. Esos paseos hacen que duerma mejor, me despejan, me relajan... Me han rejuvenecido.

Y así me ha pasado con muchas cosas. He ido mejorando la forma de llevar los problemas. Aunque soy nerviosa y según los míos muy intensa intento relajarme y dejar que las cosas fluyan. No todo, claro. Pero no ganamos nada adelantando acontecimientos. Estoy un poco como "la hierbas" de "Aquí no hay quien viva".

En otras cosas no he cambiado. Sigo disfrutando de las pequeñas cosas, sigo apreciando las pelis y los libros y me sigo riendo de las cosas más tontas. Aún adoro a mis gatos, compartir paraguas me parece un planazo y soy adicta alas manualidades, aunque los resultados sean lamentables. Mis lugares favoritos siguen siendo los mismos y puedo escuchar las mismas canciones en modo bucle una y otra vez.

Creo que en el fondo todos hemos cambiado mucho. Cuando yo era pequeña, y era una loca de la Navidad, las casas se adornaban con un árbol con espumillón y alguna figura o bolita de colores, y como mucho un Belén o Nacimiento. Pero yo quería más. Desde los ocho años colecciono figuritas del Belén, el nuestro era enorme. Y compraba adornos para el árbol, los traía de muchos sitios, tanto de viajes a lugares lejanos como en excursiones a pueblos o ciudades de mi provincia. Y además de poner el árbol y el Belén decoraba la casa con lo que compraba, y con unas guirnaldas preciosas de las que hablaré otro día.

Actualmente veo las casas muy adornadas, decoran las fachadas y las ventanas, y ver las ciudades tan llenas de vida me alegra, era lo que buscaba cuando era niña y no encontraba en ninguna parte, solo en las películas. Y no solo hemos cambiado en eso, desde hace unos años hablamos por teléfono desde cualquier lugar, podemos mantener conversaciones con gente que tenemos lejos, incluso podemos vernos gracias a las webcam, vemos cualquier película desde casa, compramos también desde casa y podemos ver esas series o programas de la infancia en cualquier momento, esas series o programas que, si te perdías un episodio, no había forma humana de verlo y te lo contaban los amigos. Esas series o programas.

Vamos, que yo he cambiado, la vida me ha cambiado, pero es que la vida, así en general, ha cambiado. Pero mientras me quede el cariño de los míos y siga teniendo mis recuerdos, mis canciones, mis películas y mis adornos de Navidad, yo soy feliz.

Pues hasta aquí está reflexión que no ha llegado a nada, jajajaja. Mil gracias por leerme y muy feliz día.

Sé que se me acumulan los comentarios sin responder, entre hoy y mañana me pongo con ellos y me paso por vuestros blogs.

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
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