concluyendo el día, esperando al ocaso sin más.
Camino y el cielo se torna anaranjado, y luego azul, y morado.
Escucho la pinocha crujir bajo mis pies,
como alfombra que no lleva a ningún lugar.
Y sigo paso a paso arrastrando el sueño que faltó desde días atrás.
De repente corres hacia mí: sin pensar,
sin importarte si tropezarás y caerás.
Tus brazos abiertos son como alas
que te elevan directa hacia mi abrazo.
El mundo se frena por un instante.
Desaparece el sueño y el dolor.
Se atenúa hasta casi olvidarse aquello que atrás quedó.
Nada importa: solo tu imagen sonriendo.
Y corriendo henchida de alegría,
colmándome de felicidad. Y de alegría.
Fotografía preciosa para la eternidad:
mi niña, corriendo, riendo, para abrazar a su papá.