Un hombre con americana rosa al borde de una piscina en la que otra persona nada en dirección a él, una frondosa vegetación sirve como telón de fondo a una pintura que vibra con sus tonalidades. No es necesaria firma para reconocer el trazo de David Hockney en Portrait of an Artist (Pool with two figures), uno de sus más celebres cuadros que recientemente se ha convertido en la obra más cara de un artista vivo.
Hasta ahora la suma más alta jamás pagada por la obra de un artista vivo se correspondía con los 58,4 millones de dólares por los que, en 2013, se subastó Balloon Dog (Orange), de Jeff Koons. A Hockney le han bastado menos de 10 minutos para superar en 31,9 millones el récord establecido el estadounidense hace un lustro. El hecho histórico ha tenido lugar, una vez más, en la sede de Christies en Nueva York y aunque el precio inicial de la subasta era de 18 millones de dólares, el cuadro de Hockney enseguida alcanzó la cifra estelar de 90,3 millones de dólares marcando, una vez más, un hito en la historia del arte. David Hockney, Portrait of an Artist (Pool with Two Figures). Christies Images Limited 2018 La que hoy en día podría considerarse una de las obras más icónicas de Hockney, Portrait of an Artist (Pool with two figures), surgió casi por casualidad. La composición se apareció ante los ojos del artista británico por designios del azar cuando varias fotografías esparcidas por el suelo de su estudio le hicieron un guiño y este se sintió inmediatamente atraído por la idea de pintar dos figuras en situaciones tan dispares. Enseguida se puso manos a la obra, pero meses después terminó destruyéndola por no sentirse plenamente satisfecho con los resultados. Afortunadamente, en el año 1972 decidió retomar el concepto y terminar la obra con motivo de la exposición en la Galería André Emmerich de Nueva York, creando la obra que el 15 de noviembre hizo historia como la obra de arte de un artista vivo más cara jamás subastada.