~Hallgrímskirkja (ISLANDIA)~



Los fríos del norte siempre me hicieron retroceder en el camino que lleva a esos países que tan cerca están de los cielos como les llamo yo; un cielo lleno de nubes y un suelo lleno de nieve, siempre nieve que no solamente crea el ambiente sino que forma parte de la manera de ser y vivir de todos los habitantes. Islandia suena a fin de mundo, a una tierra lejana de sueños y de fantasías y siempre fue desde la primera vez que la encontré en los libros de geografía como algo apartado de los demás países. Siempre me preguntaba “quien vive en Islandia?”…y nadie me respondía.

Como viene siendo habitual, fue a música la que me acercó a sus habitantes, primero fueron los noruegos y después Islandia que se convirtió casi en una meta personal. estaba dispuesta a batir el reto del frío, de la proximidad del Polo, de acercarme al sin del mundo; y dicho y hecho, en pleno verano puse rumbo al norte con una plataforma de lanzamiento en Londres… al frío me esperaba.



La vista desde el cielo es perturbadora porque todo parece un sueño, la blancura resplandeciente de su suelo la hace mágica y sus habitantes tienen ese color rosáseo tan característico de los países nórdicos. Después del primer contacto visual vino el contacto personal en el aeropuerto que me dió la oportunidad de sentir el calor humano, la buena bienvenida, el intento de comunicarse conmigo con tan solo dos otres palabras en castellano. Son asi, tremendamente humanos y cordiales.

Tenía todo organizado en los cuatros días que estaría en suelo de nieve (yo le llamo así porque tiene una luz muy especial) y en el primer día la visita estaba programada para atender por la mañana de ese verano caluroso en otros lares, porque allí el sol se asoma como a escondidas, aunque se agradecía después de lo que había dejado en mi tierra. Pues lo dicho, el primer día tenía una cita mañanera con la nueva Catedral con nombre imposible y con una estructura que bien me iba a sorprender.



Es quizás unos de los monumentos más actuales de los que he visitado y sin embargo no se puede negar que tiene toda la solemnidad de los viejos monasterios aunque eso sí, deslubrado por la luz y por el color blanco nieve de su tierra. Hallgrímskirkja, como dije nombre imposible se comenzó a construir hace 40 años aproximadamente sustituyendo a la vieja catedral que ya estaba a punto de jubilarse como tal. Los habitantes de la capital querían algo nuevo, moderno, diferente y muy futurista y fue precisamente la meta a seguir: un aspecto casi de otro mundo, un mundo que se encuentra a años luz del nuestro. Bien salida de una película de ciencia progre… una magía de luz que ciega por su blancor. El frontal se nos antoja como el Concorde levantando el vuelo cuando aún volaba, blanco y poderoso con sus alas extendidas, las paredes están inspiradas en las formas que la lava volcánica deja a su paso y dejándola a un lado, nos desplazamos haciendo un círculo cuyo centro es la catedral; vemos entonces que ese avión se transforma en barco y que la proa mira al norte, quizás rindiendo culto a sus antesesores, a su vida que vino del hielo.



Sobre su único campanario (difícilmente se adapta a ese nombre), tenemos un mirador que abarca toda la ciudad, un punto único que hay que visitar y que nos hará los más poderosos del mundo casi como dioses. La subida se puede hacer tanto por escalones como por un ascensor que lleva a los más “perezosos”. Y bajo ese manto exterior de piedra basáltica se encuentra la gran bóveda que juega a parecernos gótica pero la luz la delata como moderna. Inmensa luz que ciega hasta los que buscan la tranquilidad de la penumbra para rezar o para meditar. Es quizás su punto negativo; demasiado moderno y demasiada luz para poder iniciar el camino interior.

Ya desde su terminación en 1986 fueron muchas las críticas de los arquitectos (vamos a llamarlos clasicos) sobre el monumento, pero la verdad es que han pasado los años y sigue pareciendo futurista, con una visión estelar impresionante y con ese juego de las materias primas del lugar, nieve, lava, hielo y claridad virginal emparejadas gloriosamente a su nombre que deriva del poeta Hallgrímur Pétursson que se debatía entre su genio arquitectónico y su facilidad para componer himnos.

La iglesia de Hallgrímur (si queremos llamarla según nuestro castellano), es el segundo punto más elevado de la capital; sus 74.5 metros la hacen la segunda en altura tras la torre de radio de Hellisandur que tiene 412 metros. Frente a ella tenemos la estatua del héroe nacional, el temido por sus enemigos, el fantástico Leif Eriksson, hijo de Erik el Rojo.

Toda una belleza digna como su país, de ser conocida y descubierta.

DAMADENEGRO 21/5/2009

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