Si os acordáis, nos quedamos visitando el increíble Palacio de Knossos, muy cerquita de Iraklio.
Al día siguiente queríamos ver algo más de Creta, y para ello nos pasamos la tarde entera después del Museo Arqueológico de Iraklio buscando una agencia que nos alquilara un coche para un solo día. Pero no hubo manera. Lo primero que nos preguntaban, antes de decirnos si tenían o no tenían coches disponibles era que para cuantos días lo queríamos alquilar, y al contestar que solo uno, la respuesta era un no con la cabeza, o en algún caso, la “oferta” de un todo terreno por 90???.
Nuestras opciones eran ir a caminar el increíble Cañón de Samaria, (pero la logística en autobús lo hacía casi imposible al tener que depender de horarios y tener que coger un ferry) o visitar la singular playa Preveli, para la cual los horarios de autobús eran también bastante reducidos.
En cualquiera de los dos casos, el viaje pasaba por ir en bus hasta Rethymno donde tendríamos que tomar el siguiente autobús hasta nuestro destino. Una vez asimilado que llegar al Cañon de Samaria desde Iraklio en bus y andarlo el mismo día no era una opción viable, nos decidimos a intentar playa Preveli si los hados se ponían de nuestra parte.
No fue así. El autobús de la mañana había salido 5 minutos antes de que llegara el nuestro desde Iraklio, y ya no había otro hasta las 2 de la tarde. Decidimos que en vez de perder el día entero intentando llegar a una playa en la que apenas íbamos a poder estar, pues el último bus de vuelta era a las 6 de la tarde y el viaje dura casi dos horas, nos quedaríamos en Rethymno y disfrutaríamos de un día más relajado que los anteriores.
Nuestro libro-guía calificaba a Rethymno como “una de las ciudades más encantadoras de creta” así que ¡no podía ser tan grave el habernos quedado en esa ciudad!.
Nada más salir de la estación de autobuses nos recibió el mar Egeo con sus increíbles azules y su verde esmeralda. Y a los pies del mar, imponente en lo alto de la colina, La Fortezza, un impresionante bastión Veneciano utilizado para la defensa de la ciudad, que a pesar del formidable tamaño de sus murallas, no pudo detener el ataque del ejercito Turco en el siglo XVII.
Pasear por las calles de Rethymno es dejarse llenar la pupila fuentes de piedra y arcos centenarios, de calles peatonales multicolores y de enormes buganvillas.
Otro lugar que no nos podemos perder en Rethymno es el Puerto Veneciano que hoy en día solo sirve para algunas barcas pequeñas y barcos de excursión, pero que sigue conteniendo el encanto de un puerto del siglo XVII.
A su alrededor se apiñan las mesas de las tabernas que sirven pescado fresco y comidas típicas. Nosotros nos decantamos por la taberna Knossos, y la verdad es que no nos defraudó. La comida abundante y sabrosa. Nos hicieron recomendaciones que realmente merecieron la pena como los mejillones en salsa de ouzo receta de la madre de la dueña. ¡Deliciosos!
Taberna Knossos
¿Y qué mejor para bajar la comida que un paseito hasta la playa? Porque Rethymno tiene playa en la misma ciudad, a unos pocos metros del puerto antiguo. La playa no es que sea una maravilla, pero para ser una playa urbana está bastante bien. Tranquila, y sobre todo limpia.
Allí pasamos la tarde hasta que llegó el momento de regresar a la estación de autobuses a por nuestro viaje de vuelta a la ciudad de Iraklio.
En resumen es un lugar que merece la pena visitar, y además allí vimos viajes organizados de un día a los lugares que nos habría gustado visitar como la playa Preveli o el cañón de Samaria. Pero cuando los vimos era ya tarde para plantearse pagar el precio (no barato) de alguna de estas excursiones… ¡la próxima vez quizá!
¡Hasta pronto, Calderer@s!
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