Si te gusta seguir las tendencias del sector turismo seguro que estarás de acuerdo conmigo en que desde hace unos pocos años el furor por las casas rurales no para de crecer. Pazo gallego, barraca valenciana, quintana asturiana, carmen granadino, masía catalana, cigarral toledano, cortijo andaluz, caserío vasco… Solo en España la oferta de estructuras, formas, tipos, colores y sabores de las casas rurales es impresionante, pero más impresionante es, todavía, ese extraño deseo que sentimos los urbanitas más convencidos de perdernos por unas horas en unos entornos para nosotros deliciosamente extraños. Este pasado fin de semana estaba disfrutando de unos días de descanso en caserío cercano a una de las ciudades más bonitas del País Vasco, Vitoria-Gasteiz, la orgullosa ganadora del prestigioso premio “European Green Capital 2012“. Sin lugar a dudas el entorno urbano de Vitoria es digno de pateo sin rumbo: un casco viejo plagado de cuestas y palacios reacondicionados como casas del pueblo, inmensas plazas por donde circulan en vecindad bicicletas, coches y el moderno tranvía, preciosos parques casi en cada esquina, bares de toda la vida con la barra llenita de esos pintxos que parecen de mentira y, como joya de la corona, esa maltrecha Catedral de Vitoria, un inmenso edificio que llevan arreglando años y años y en el que se inspiró el magnífico Ken Follett para trasportarnos a su “Mundo Sin Fin”. Visitar Vitoria es un placer, pero ¿sabes lo que más me llamó la atención? Que a pocos minutos del mismísimo centro de la urbe me esperaba la naturaleza en su estado más puro. Los Montes de Vitoria con su altísimo Kapildui y el literario río Bazán, la Sierra de Badaya con sus increíbles encinas, la Sierra de Arrato y el Valle de Zuia…
Hoy hemos elegido una foto, una estampa, un simple ejemplo sin nombre de la naturaleza mágica de Vitoria-Gasteiz, de uno de esos rincones tan lejanos y tan cercanos que sufren durante el otoño la llegada de seres humanos estresados; padres, madres, niños y abuelos, familias enteras que descienden de sus coches con aire acondicionado, air bag de serie, sistema audiovisual integrado en los asientos, etcétera para asombrarse con algo que, todavía, es gratis: la explosión de colores y aromas que nos ofrece esa madre naturaleza que se apresta para el invierno; tan simple, tan enriquecedor.
«Vitoria 05 2012 Anillo Verde 1922» por Mariordo (Mario Roberto Duran Ortiz) - Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.