Foto de la semana 25 octubre - 1 noviembre. Esas dulces semillas de otoño.

626-castana

Seguro que estarás de acuerdo conmigo en que uno de los aromas que nos recuerda otoños pasados es el de las castañas asándose lentamente. Esos pequeños frutos del castaño - que no son frutos, sino semillas- fueron en su día las golosinas de los niños al salir del cole, el nexo común de miles de parejas que paseaban su amor en las tardes frescas de octubre y noviembre, el cucurucho calentito que te decía sin hablar que te aguardaban muchos días y noches sin el sol ardiente de las vacaciones de verano. Durante varios años las humildes castañas fueron denostadas a favor de las crujientes pipas que dejaban el suelo perdido de cáscaras, de esas gominolas de fantásticos colores y peores sabores, de las dulzonas barras de chocolate que con los años fueron modernizándose y adoptando nombres impronunciables… En esos años, quizá décadas, esa humilde semilla que nace de dos en dos del fruto del castaño fue etiquetada como merienda de pobres, como ese picoteo de media tarde de los que no podían permitirse invitar a la novia al popular chocolate con churros.
Ninguno de los pudientes se planteaba ni por asomo pasar la tarde en el bosque respirando aire puro y llevándose a casa, de propina, una cesta llena de esos marrones manjares. Aquellos paseantes humildes de entonces disfrutaban de todo el proceso de la castaña, disfrutaban del paseo, del aire puro, de la expectación por buscar ese filón oculto bajo las hojas y, por supuesto, disfrutaban del dulce olor que desprendían las pequeñas joyitas al asarse lentamente al calor de la lumbre.
Hoy no es así, la castaña ha vuelto a encumbrarse en la gastronomía más reputada. Los restaurantes que lucen orgullosos sus estrellas Michelín crean postres y guarniciones con la carne blanda y dulce de la humilde castaña, todo ello, claro, casi a precio de trufa. Si preferimos evitar la alta cocina y decidimos degustar media docena de castañas en uno de esos puestos callejeros que se han vuelto a poner de moda, la sorpresa monetaria no es menor. Parece mentira que una simple, deliciosa y otoñal castaña pueda costar, que no valer, uno o dos euros la unidad. Pero quizá merezca la pena, quizá pelar y degustar una deliciosa castaña asada sea uno de esos placeres otoñales que no deberíamos dejar de disfrutar.

Fuente: este post proviene de Gretur Viajes, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Hacía tiempo que no hablábamos en nuestro blog sobre uno de los países con mayor número de maravillas por metro cuadrado: Argentina. Esta patria chica que tenemos tan lejos de casa, pero tan cerca del ...

Uno de los placeres de viajar por el mundo en invierno es que, cuando aprieta el frío y la luz va decayendo, tenemos la oportunidad de pasar unas cuantas horas en un sitio calentito, rodeados de obras ...

Un año más los afortunados madrileños o los miles de turistas que llegan cada día a la capital de España pueden disfrutar de uno de los eventos gastronómicos y culturales más interesantes del invierno ...

Etiquetas: Blog

Recomendamos