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El Diablo Y El Posadero
CIERTO DÍA, el diablo se alojó en una posada donde nadie lo conocía, pues vivían allí personas que no habían recibido una educación esmerada. Era muy dado a hacer diabluras y tuvo a todo el mundo en vilo por espacio de algún tiempo, hasta que el posadero lo estuvo vigilando y lo sorprendió in fraganti.
El posadero cogió una cuerda.
– Ahora voy a azotarte – dijo.
– No tienes derecho a enfadarte conmigo – contestó el diablo- . No soy más que el diablo y está en mi naturaleza hacer el mal.
– ¿Es eso cierto? – inquirió el posadero.
– Muy cierto, te lo aseguro.
– ¿De verdad no puedes evitar hacer daño? – preguntó el posadero.
– Ni por asomo – contestó el diablo- . Sería inútil y cruel azotar a una cosa como yo.
– Tienes mucha razón – asintió el posadero.
Hizo un nudo con la cuerda, ahorcó al diablo y dijo:
– ¡Listo!
Fin de El Diablo Y El Posadero de Robert Louis Stevenson.