Jugando en el parque junto a aquella estación.
En otro tiempo, cuando no juzgábamos
y nos mirábamos con pícara inocencia.
Un chirrido del metal oxidado,
del que nunca recordé ni vi como nuevo
El que siempre estuvo ahí
con ese soniquete
que formaba parte de las tardes de verano.
Pantalón corto de pana y cuadros en la camisa,
poco importaba a la edad de un lustro.
Solo jugar, compartir, no llorar
y poco interferir en la vida de los mayores.
Seguir en la burbuja de la infancia,
no contradecir, obedecer.
Buscar esos pequeños pecados que nunca los fueron,
y escorder pequeños tesoros como grandes logros.
Todo eso contigo,
la niña del parque junto a la estación.
De quien tu nombre no recuerdo,
pero sí tu risa y tu amistad.
Cuadro en color sepia del pasado.
Y ahora vuelvo allí, junto a la estación,
donde solíamos jugar tú y yo a soldados y a princesas,
donde comíamos esa bolsa de pipas que entre los dos comprábamos en la tienda
que más tarde se convirtió en billares.
Aún está el columpio oxidado
con nuestra marca: un corazón mal grabado
sin saber lo que sería ni si acaso
tornaría en nada
Solo un corazón de amistad mal dibujado,
que hoy reconocí tras cincuenta años.
No hubo edificios que barrieron el parque de la estación.
Nadie hundió nuestra niñez.
Días puros de periodo estival
Dos niños, un parque, y muchos sueños que contar.