—Llegas tarde —reprochó la humana.
Sus ojos azules, casi grises, se clavaron en el fulgor verdoso que desprendían los de la sindorei. Sin mediar más palabra, creó un portal y le invitó a tomarlo, cruzándolo ella misma segundos después.
Agradeció estar acostumbrada a los portales, pues ya no sentía los mareos ni las náuseas que atacaban los estómagos de aquellos que jamás habían cruzado uno. Se hallaban en una sala cerrada con paredes de piedra y madera. Había una puerta cerrada con candado desde el interior y la existencia de ventanas era nula. La iluminación provenía de una serie de velas y antorchas colocadas de manera que todo quedara iluminado. Altas estanterías repletas de libros, mesas de estudio, pergaminos, plumas, tinta, dibujos de diversas runas... Pero el centro de la sala había sido despejado. Habían apartado de ahí el escritorio y las sillas que había para hacer sitio.
—Déjalo en el centro.
Valandria descolgó de la espalda la mochila de cuero que llevaba consigo y sacó de su interior un objeto envuelto. Lo dejó en el lugar indicado y descubrió el Orbe de Shandora, aquel que le había quitado el sueño desde que lo encontraran y al que estaba vinculada de por vida. Ambas mujeres se sentaron la una frente a la otra, con el mágico artefacto entre ellas.
Habían estado hablando en cartas respecto al Orbe, a lo que Valandria veía a través de él y sus sospechas que en Mulgore se vieron confirmadas. Había alguien al otro lado, pero para que Lithea pudiera inspeccionar el objeto y averiguar de quién se trataba o dónde estaba, necesitaba desvincularlo. Sólo había una forma que conocieran y era muriendo la elfa de sangre, algo a lo que no estaba dispuesta. Había investigado en la torre de magos de Ventormenta, revisó cada apunte que había hecho a lo largo de su vida como estudiante de las artes arcanas y creía saber la forma en que aquello debía ser resuelto. Para la sindorei todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos cuando la humana comenzó a dibujar runas en el suelo y a pronunciar las palabras en el lenguaje arcano. Se desplomó sobre el suelo con fuerza, pero Lithea no detuvo el ritual. No podía o sería en vano.
Pasaron horas hasta que lo completó. No sabía el modo en que afectaría a la elfa, pero haberse detenido antes hubiera hecho que todo fuera en vano. El Orbe había quedado desvinculado y no dudó en taparlo de nuevo. Lo colocó en el interior de la mochila y se la puso a la espalda. Valandria seguía con vida, pero en un estado catatónico. Si saldría de él o no era algo que desconocía, pero debía llevarlo con los suyos. Creó un portal y lo atravesó con ella, devolviéndoles al lugar en el cual se habían reunido, el Puente de Thandol. Gracias a la magia, subió a Valandria a lomos de su halcón zancudo, montó ella en su caballo y se dirigió a la base del Filo de Shandora. Conocía su ubicación gracias a la elfa, así que no dudó en llevarla con los suyos y que se encargaran de su salud y bienestar tras exponer a Lord Sangramar, el líder, lo sucedido. Ella, a partir de aquel momento, se encargaría del Orbe de Shandora y de desentrañar sus misterios.