En estos tiempos donde parece que la generosidad brilla por su ausencia a nivel social, político, económico; es un buen momento de recordar el gran poder sanador que tiene.
Por ejemplo, la comunidad europea está mostrando un grado de mezquindad impresionante con el tema de los refugiados. En España los políticos siguen dando un lamentable espectáculo con sus egoismos partidistas. Los famosos papeles de Panamá y los paraísos fiscales son claros ejemplos de falta de generosidad y enorme avaricia.
Pero la vida es polar, así que junto a este espectáculo de egoismo avasallador se encuentran personas, grupos, asociaciones; que muestran una enorme generosidad, ofreciendo su experiencia, sus habilidades, su apoyo emocional, su tiempo, para ayudar a otros.
Y como lo macro muestra lo micro, lo externo muestra lo interno, es un buen momento de mirarnos hacia dentro y ver cómo vivimos la generosidad, ¿la vivimos honestamente sin esperar nada a cambio?
Me ha llamado la atención un estudio sobre la generosidad que se realizó en la Universidad de Harvard. Muestra que nuestro primer impulso nos lleva a ser generosos, pero sólo en cuestión de segundos podemos pasar a actuar de forma más egoista, al menos que decidamos lo contrario.
La generosidad muestra una realidad paradójica, como indica el libro La Paradoja de la Generosidad: cuando más se da más se recibe, aquellos que dan reciben a su vez.
¿Y qué es lo que se suele recibir?
El artículo “Generosidad: Un caldo de verduras y 3 cajas de analgésicos” destaca que,
la generosidad es el mejor remedio para la depresión y el estrés.
Según una investigación realizada en la Universidad de Michigan durante cinco años con 423 parejas de personas mayores, se mostró que,
la esperanza de vida se duplicaba en quienes se involucraban en actividades de voluntariado o brindaban apoyo emocional.
En la Universidad de Buffalo se estudió a 846 personas durante cinco años analizando cómo habían vivido eventos estresantes durante ese tiempo, y se apreció que,
quienes estaban acostumbrados a ayudar a los demás sufrían menos estrés y tenían un sistema inmunológico más fuerte.
¿Nos sale ser generosos o es una decisión que tomamos?
El artículo señala un interesante estudio realizado en la Universidad de Harvard. Parece que nuestro primer impulso nos suele llevar a la generosidad, pero si nos paramos a pensar, la cosa cambia.
En este experimento se pudo apreciar que cuando nos encontramos ante una situación en la que debemos poner por delante los intereses de otra persona, se activan dos sistemas cerebrales: uno es rápido e intuitivo y nos impulsa a cooperar y ser generosos, el otro es más lento y racional y nos lleva a actuar de manera más egoísta.
…los psicólogos notaron que cuando nos dejamos llevar por el primer impulso, tenemos la tendencia a pensar más en los otros y ser generosos. Sin embargo, si nos detenemos a pensar, encontraremos razones para no ayudar. De hecho, en el experimento se pudo apreciar que bastan 10 segundos para cambiar de decisión y lograr que la razón acalle ese primer impulso de generosidad.
En el libro La paradoja de la Generosidad. Dando recibimos, reteniendo perdemos, sus autores analizaron los efectos de la práctica de la generosidad, y destacan lo que recibe la persona generosa: felicidad, salud, la satisfacción de tener un propósito en su vida y crecimiento personal.
En el artículo “La paradoja de la Generosidad” se indica que el hábito de ser generosos produce cambios en el cerebro, cambia su química.
¿Somos felices porque actuamos generosamente o somos generosos porque somos felices?
Diferentes culturas recogen las bondades de la generosidad:
Un proverbio hindú dice: Aquellos que dan tienen todo, aquellos que retienen no tienen nada, otro hebreo mantiene que:Un hombre da generosamente, pero gana más al hacerlo, otro no lo hace y termina empobrecido o las enseñanzas de Buda nos transmiten la idea de que: El dar trae felicidad en todas las etapas de la acción.
A continuación dos hermosas historias que verdaderamente emocionan:
El egoismo endurece el corazón, nos aparta de los demás, mientras que la generosidad lo ablanda, nos acerca a los otros, a nuestro entorno.
Por nuestro propio bienestar, sigamos nuestro primer impulso de ser generosos, nuestro corazón nos lo agradecerá.
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