“Normalmente se piensa que la religiosidad está vinculada con el autocontrol y la moralidad. Esta creencia está tan profundamente arraigada en la sociedad que, en algunos ambientes, las personas que no son religiosas se llegan a considerar moralmente sospechosas”, comenta el líder del estudio.
Para el estudio, los investigadores contaron con una muestra de 1.170 niños de entre cinco y doce años de Canadá, China, Jordania, Turquía, Estados Unidos y Sudáfrica, cada uno con su religión.
Aquellos más religiosos estaban menos inclinados a compartir; sin embargo, los más generosos fueron aquellos que procedían de familias ateas o agnósticas.
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