Hoy es un día especial. Eres el comentarista de un gigantesco desfile de la totalidad de las personas que vivimos en el mundo. El desfile está organizado de manera que todos y todas habremos pasado ante ti en una hora. El desfile acaba de comenzar, todo el mundo ha comenzado a moverse. Ahora te toca a ti hacer los comentarios.
Pero, ¿realmente ha comenzado?... Sigo sin ver nada... Perdón, ¡sí! Parece increíble... miles y miles de seres más pequeños que las hormigas, que patinan por encima de mis pies... No puedo distinguir quiénes son.
... Hace 10 minutos que desfilamos. Ahora al menos puedo ver gente, pero los que desfilan no superan la altura de un cigarrillo... aldeanos, indios que van sobre carros tirados por mulas... mujeres africanas que transportan a los niños a la espalda y lo que parecen dedales llenos de agua sobre sus cabezas. También hay chinos, birmanos, haitianos. De todos los colores y nacionalidades.
... Siguen y siguen apareciendo... ya han pasado veinte minutos... treinta... o sea, que ya ha desfilado la mitad de la población del planeta y aún no ha pasado ninguno de ellos de una talla que supere los siete centímetros y medio.
Creía que tendría que esperar bastante rato antes de ver gente de mi altura..., pero han pasado cuarenta minutos y los más altos me llegan a las rodillas. Veo soldados de Paraguay y secretarios de la India, con grandes libros de contabilidad bajo los brazos, pero enanos aún.
Ya solo quedan 10 minutos y me empieza a invadir la preocupación, no acabaremos a tiempo. Sin embargo, ahora las caras me resultan más familiares, por lo menos. Veo pensionistas de Madrid, algunos aprendices de ingeniería de Bilbao y, un poco más tarde, trabajadores de comercios, a tiempo parcial, de Barcelona. Pero no tienen más de un metro de altura.
... Quedan 5 minutos y, por fin, parece que llega la gente de mi estatura; maestras de escuela, gerentes de tiendas y comercios, trabajadores gubernamentales de rango inferior, agentes de seguros. El siguiente grupo parece de más nivel. Muchos norteamericanos y europeos. Superintendentes de fábricas, directores de departamentos, tal vez. Me parece que pasan del metro setenta centímetros.
Y ahora, ¿qué pasa? ¡Cada vez son más altos! Aquel contable debe medir al menos cuatro metros y medio. ¡Es sensacional! Terratenientes de Brasil, directores de empresa muy bien vestidos... y una altura que alcanza seguramente, de los seis a los nueve metros. Ahora puedo ver algunas caras famosas... sí... se trata del príncipe Carlos. Contando el sombrero que lleva, debe medir unos 36 metros. Y ahora a George Bush, un enorme gigante que parece caerse, del tamaño de una torre.
Hemos entrado en el último minuto, en el minuto cincuenta y nueve. Necesito unos prismáticos. Estos jeques árabes del petróleo son realmente sorprendentes. Superan de largo los novecientos metros... ¡Me parece que allí arriba nieva!
Los últimos segundos. Aquí están todos los millonarios. Parece que alcanzan estaturas de kilómetros y kilómetros. ¡Absolutamente sorprendente!
De repente, el horizonte parece que se oscurece... una gran nube negra ocupa mi campo de visión... ¡Atención! ¡Dios mío... se trata del pie de Bill Gates!
La injusta distribución mundial de la riqueza
Cuento adaptado del libro La alternativa del juego 2.