Sinopsis
Chris Parker (Elisabeth Shue) es una joven de 17 años que trabaja ocasionalmente como niñera de la pequeña Sara (Maia Brewton) y su hermano Brad (Keith Coogan), enamorado de ella. Juntos se disponen a pasar una tranquila noche, pero Chris recibe la llamada de su mejor amiga, que se ha escapado de casa y ahora está en problemas en la sórdida estación de autobuses de Chicago. Chris decide aventurarse a viajar hasta allí con los dos hermanos y un colega de Brad, pero en la gran ciudad todo serán problemas.
¿Por qué tienes un gran recuerdo?
Si eres de los afortunados que vieron esta película en su infancia, seguramente la recordarás con una sonrisa en los labios sin saber bien por qué. No tiene escenas tan memorables como Regreso al futuro ni un reparto tan carismático como Los Goonies, pero comparte elementos muy similares: adolescentes (o niños) viajando más allá de los límites establecidos bajo una constante amenaza que en esta cinta es muy real, porque Aventuras en la gran ciudad es en realidad una deliciosa comedia familiar inspirada en el alto índice de criminalidad de la América de los años 80. A los mandos de esta joyita estaba Chris Columbus, que se estrenaba en la dirección tras dos sonados éxitos como guionista: Gremlins y la citada Los Goonies. Sin llegar a alcanzar tanta popularidad, Aventuras en la gran ciudad preparó el terreno para el primer gran éxito de Columbus, Solo en casa, con la que comparte el humor infantil gamberro y una estructura narrativa basada en divertidos sketches encadenados.
¿Por qué nunca la ponen en televisión?
Porque la vida es injusta y quizá porque Aventuras en la gran ciudad no está protagonizada por ninguna superestrella del VHS. Es más bien una comedia coral clásica, aunque al frente se sitúa una adorable Elizabeth Shue que mereció mejor suerte en su carrera. La vimos como anodina novia en Karate Kid y Regreso al futuro, pero aquí brilla como niñera y también como chica Playboy, un chiste recurrente que abre y cierra la película con maestría. Son estos juegos de guión los que sitúan esta película un poco por encima de otras mucho más recordadas, y su ambientación urbana y oscura la acercan -perdonadme la osadía- a la también ochentera ¡Jo, qué noche! de Martin Scorsese. Vale, quizá la comparación es un poco injusta, porque ¡Jo, qué noche! no tiene esa encantadora mezcla de adolescentes salidos, camioneros locos, gángsters, dioses nórdicos del trueno y viejos guitarristas que te ofrecen una salida de emergencia con una sola condición: “De aquí no se va nadie sin cantar un blues”.
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