Pero existe un tipo de fantasma físico bastante menos habitual cuyos efectos son difíciles de imaginar para quien no lo padece: se trata del “ojo fantasma”. Este síndrome ha sido estudiado de manera minuciosa y detallada por la psicóloga Laura Hope-Stone, de la Universidad de Liverpool, quien entrevistó a 239 pacientes que habían perdido un ojo.
Entre los testimonios de estas personas, de entre 52 y 82 años, se encuentran las descripciones fantasmales de “Una figura caminando a mi lado”; “Imágenes de personas en movimiento que desaparecen cuando volteo a la derecha”; “Gente pasando cosas y artículos que no están allí”; “Gente en la oscuridad”; “Paisaje acuático entre algas”; e incluso el relato de una mujer de 70 años: “Una vez desperté para encontrar a una persona no identificada al lado de mi cama”.
Este fenómeno se produce cuando las señales de información siguen llegando al cerebro por reflejo derivado de la costumbre, sin ser registradas por un ojo que ya no está en su lugar; sus efectos, como se observa, pueden ser realmente perturbadores para la estabilidad psicológica del paciente.