Eclipse.



Emocionada, con una sonrisa de oreja a oreja, Judith se abrazó a Marina, seis meses llevaban sin verse. Medio año con sus días y noches, con sus risas, lágrimas y necesidad de contar más de una historia porque nunca es lo mismo la conversación cara a cara que a través de una pantalla de ordenador. Largos fueron los minutos que duró aquel sincero y cálido abrazo, ellas eran mucho más que amigas. Muchos eran los que en la universidad habían llegado a creer que eran hermanas, llegando a encontrar semejanza en sus sonrisas, en sus espectaculares ojos color miel y en sus melenas que, por lazos del destino y las tijeras de las peluqueras, aparecían y desaparecían sin haberse puesto de acuerdo.

—Dime que ya no te vuelves a ir. ¡Seis meses es una eternidad!

—No, ya mi aventura en México se ha acabado.

—¿Hay mucho Alejandro Fernández suelto por allí? —preguntó tirando de su amiga hacia el interior de su pequeño apartamento.

—Alguno —Sonriente respondió mirando a su alrededor, como si aquella fuera la primera vez que pisara la casa de su amiga. —. ¿Está diferente o es cosa mía?

—El color. No sé cómo puedes percibir el cambio porque es casi el mismo tono azul —admirada respondió Judith, que siempre se había asombrado por la capacidad de diferenciar tonalidades, que a simple vista parecían las mismas, de su amiga.

—Malo sería que no lo hiciera, ¿no crees? ¿Imaginas una profesora de Arte daltónica? —bromeó Marina dejándose caer en el sofá. —. Toma, esto es para ti —dijo sacando un colorido paquete de su bandolera —. Y esto — agitando una botella de tequila rio —, aunque espero la compartas conmigo. Bueno —dijo con una pícara sonrisa mirando a los risueños ojos de Judith, que se dejaba caer a su lado abriendo el paquete. —. Igual ahora prefieres compartirla con ese súper hombre del que no paras de hablar. ¡Quiero conocerlo!

—Mañana —Sin poder evitar una sonrisa tonta contestó de inmediato —, porque mañana te vienes de fin de semana. ¡¡¡Me encanta!!! —exclamó nada más ver la colorida catrina de trapo.

—Ni lo sueñes, yo no me voy de fin de semana con un par de tortolitos.

—¡Tú te vienes! Y no es un fin de semana de tortolitos. Vamos con un grupo de amigos, a Isamar la conoces y, a Sofia por descontado, que también tiene muchas ganas de verte. Y a Jorge ni te lo nombro.

—¿Isamar sigue con Óscar?

—Sí, hija, no sé qué le ve a ese tío.

—No lo aguanto. No entiendo que siga con alguien que le tirara los trastos a una amiga.

—Bueno, yo no me voy a quejar, precisamente él me presentó a Daniel.

—DanielDaniel Llevo un mes oyendo ese nombre a todas horas. ¿Ya se ha decidido?

—No, hija, aún no Yo creo que este fin de semana es el momento, así que debes estar ahí para vivirlo en primera persona a mi lado —apoyando la cabeza en el hombro de su amiga dijo—. Ya verás que es perfecto. Llevaremos la botella de tequila, no se me ocurre dos mejores personas con la que compartirla, mi mejor amiga y el amor de mi vida.

—¿El amor de tu vida? ¿Cómo en su día lo fue David, Damián, Danilo? —Entre risas Marina enumeró —. Y alguno me falta —. ¡Darío! —Soltando una carcajada exclamó —. ¿Me puedes explicar que obsesión tienes con los hombres cuyos nombres comienzan por D y su segunda letra es la A? Igual no es una buena señal que se llame Daniel.

—¡Ni lo digas! ¡Estoy segura que esta vez se rompe la norma! —sentándose de golpe en el borde del sofá dijo sin poder evitar la risa viendo las caras que le ponía su amiga.

—Mi brujita se ha vuelto a enamorar—Rio Marina haciéndole burla a su amiga —. Eres la eterna enamorada, ¿sabes que se puede estar sin un hombre a tu lado? ¿O no lo sabes? —preguntó medio en broma medio en serio, porque no le terminaba de gustar aquella dependencia, casi mejor decir, necesidad de tener un hombre siempre a su lado.

—Cualquiera que te oiga pensaría que no sé estar sola.

—Bruja —dijo poniéndose seria —, reconoce que es así. Enlazas relación tras relación por ese miedo tuyo a quedarte sola. ¡Con lo bien que se está libre como el viento!

—Eso lo dices porque no has tenido una relación seria de verdad, porque no has encontrado al hombre de tu vida.

—Te equivocas, ahí están mi padre y mi abuelo.

—No es lo mismo y lo sabes. ¿Ese tatuaje? —preguntó al ver una pequeña luna en el envés de la muñeca.

—Cosas de la ratilla de mi sobrina. Le traje una colección de tattoos y ayer me puso este.

—Daniel lleva dos tatuajes, con lo poco que me gustan —respondió encogiéndose de hombros—. Algún fallo tenía que tener.

—¿Y súper hombre que tiene tatuado?

—Un sol justo en la muñeca, igual de pequeñito que esa luna.

—Tampoco está mal. Un tatuaje discreto y muy significativo, el renacer de cada día. Parece ser que simboliza la inmortalidad y la reencarnación.

—¿Y eso cómo lo sabes?

—Bueno, de aquí y de allá —dijo con una sonrisa, que hablaba más que sus palabras—. Digamos que conocí a un mexicano con unos cuantos tatuajes

—Y se dedicó a explicarte el significado —burlona respondió—, mientras tomabais café.

—Bueno, si quieres verlo así —soltando una carcajada dijo Marina. —. ¿Y el otro tatuaje de súper Daniel?

—Un nombre de mujer —respondió seria. —. Greta —refunfuñó.

—¿Una antigua novia?

—Supongo, no le he preguntado. Prefiero no saber —dijo clavando su mirada en la Catrina. —. ¡Me encanta! ¡Realmente me encanta! —repitió levantándose para colocar la pequeña y colorida muñeca en la enorme librería que recorría de lado a lado y de techo a suelo una de las paredes del salón, dando cobijo a un indeterminado número de libros.—. Aquí junto a papá pitufo —Sonrió Judith.

—Me parece increíble que guardes ese pitufo, cuando justo te lo regalé porque no soportabas los dibujos ni a aquel profesor de mates al que llamábamos así en el instituto.

—Un regalo es un regalo, aunque tus intenciones fueran endiabladas —dijo —. ¿Salimos a tomar algo?

—Perfecto —dijo levantándose y colocándose bien la camiseta que se le había salido de los vaqueros.

Rápidas pasaron las horas. Entre risas, brindis e interrupciones por no tan inesperados encuentros de amigos que, al llegar al bar de siempre, se acercaban a saludar a la recién llegada.

—Bruja, necesito irme ya. Estoy muerta, aún llevo eljetlag en el cuerpo. Nunca pensé que las horas de diferencia me fueran a afectar tanto.

—Bien, todo sea porque mañana estés fresca y dispuesta a pasar un estupendo fin de semana en la playa.

—Veremos a ver si es así y no me convierto en la carabina de nadie —haciéndole burla a su amiga, al tiempo que se apretaba con fuerza a ella—. Mira que te echaba de menos.

—¡Y yo a ti! —Con total sinceridad respondió devolviéndole el abrazo.

—Por cierto, ¿ya has sido tía?

—No, mi hermana aún no ha explotado.

—¡Serás burra! —Soltando una carcajada exclamó Marina, levantándose del asiento, despidiéndose con un gesto de unos conocidos que estaban al fondo del bar.

—Esas son sus palabras —Riendo explicó Judith—, no es cosa mía sino ella la que suplica explotar ya.

—Otra, ¡qué dos!

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

Increíble, la noche estaba impresionante. La luna parecía brillar más de lo normal, dejando su blanquecina estela en el tranquilo mediterráneo, que parecía estar meciéndose al compás de la sonata de los grillos. Solo los grillos amenizaban la noche, hacía calor, pero ni comparación con la ciudad, la brisa del mar subía desde la falda del monte creando un pequeño y espectacular microclima que te hacía sentir en tu particular paraíso.

Por momentos así, Daniel había convertido la casa de sus padres en su refugio cuando el insoportable y pegajoso calor no daba tregua y, solo se podía vivir bajo el aire acondicionado

—Y lo tuyo con esa chica va en serio —dejando el botellín de cerveza junto a la tumbona se interesó Jaime.

—¿Y puedo saber qué es lo mío? —preguntó con cara de burla Daniel, dando el último trago a su cerveza. — . Que yo sepa, yo no tengo nada con nadie.

—Pues, yo te digo que a esa chica le gustas.

—¿Hablas de Judith?

—Sí, de la misma. ¿No me dirás que no te has dado cuenta?

—Nos llevamos bien, hemos congeniado, pero no hay nada más.

—¿Pero ha habido algo entre vosotros?

—¿Algo entre nosotros? —preguntó entornando los ojos por la sutileza de las palabras de su amigo.

—Me entiendes perfectamente —dijo, volviendo a coger la cerveza, dándola por acabada.

—Quieres saber si ha habido sexo, esa es la pregunta —se burló levantándose de la tumbona. —. ¿Te gusta Judith? —preguntó sin poder evitar una sonrisa socarrona —. No lo puedes negar, te gusta Judith y, no me extraña está muy pero que muy bien.

—Sin embargo, a ti no te gusta.

—No tenemos nada en común. Ni gustos, ni aficiones —dijo poniéndose en marcha—. Y aunque casi sucede, porque soy humano y ella está muy buena, no te preocupes. No hemos follado así que no puede comparar —soltando una carcajada entró en el iluminado salón.

—¡Serás gilipollas! —gritó, haciendo callar a los grillos por un instante.

—¿Otra cerveza?

—Sí —contestó sabiendo que su amigo no necesitaba respuesta alguna.

Ni dos minutos tardó Daniel en regresar, mirándolo fijamente a los ojos, intentando no reír le dio la cerveza a Jaime, que lo miraba amenazador.

— ¿Qué pasa?

— ¿Desde cuándo te gusta?

— ¿Qué dices?

— No me jodas, Jaime, nos conocemos. Suelta por esa boquita

Daniel se sentó en la tumbona vacía, renegando con suaves movimientos de cabeza al pararse un coche junto a la casa con la música para todo el vecindario.

—¿Desde cuándo? —Volvió a preguntar.

—Joder, no insistas. No es que me guste, bueno, sípero no es nada fuera de lo normal.

—¿Te gusta en plan, está buena? —dándole un sorbo a su cerveza preguntó —. O, ¿quieres algo más con ella?

—No lo sé, Daniel, de verdad. Gustarme me gusta, no lo voy a negar, pero ella solo tiene ojitos para ti.

—Tienes el fin de semana por delante.

—Contigo aquí difícil.

—¿Me estás echando de mi casa? —preguntó riendo —. Mira mañana trae a su famosa amiga. Mira que se pone pesada hablando de la tal Marina.

—Lo sé, y lo peor es que me la quería colocar —Rio Jaime —. ¿Tengo pinta de necesitar que me busquen pareja?

—Buenoooo —riendo respondió Daniel.

—Creído gilipollas —respondió sin parar de reír. —. Imagina a la amiga si necesita que ella le busque pareja. Podrías ser un buen amigo, ocuparte de la amiga y así yo tengo terreno libre. ¿Harás eso por mí?

—¿Quieres que me ocupe de la famosa profesora que acaba de llegar de México?

—Exacto. Igual no viene con el moño, las gafas y la rebequita —dijo sin parar de reír.

—¿A qué profesoras conoces tú con esas pintas?

—Si necesita que le busquen pareja —dijo riendo por las caras que le ponía Daniel.

—Estaba acordándome de aquella vez que me colocaste a la amiga de un lío tuyo.

—¡Ostia, la monosílabos! —exclamó con una carcajada.

—Esa misma, jodido, me pasé toda la noche intentando arrancarle algo más que monosílabos mientras ella andaba desesperada porque no tenía wifi en aquella cala de

—Girona —recordó Jaime sin parar de reír.

No podían parar de reír recordando aquella noche, Jaime no tuvo otro remedio que salir corriendo rumbo al baño al ver a Daniel corriendo móvil en alto emulando a aquella más que fallida cita.

—Correcorre al baño que no es a la única rancia que aguanto por tu culpa —decía sin parar de reír sin darse cuenta que seguía con el móvil en alto. —. ¿Te has quedado a gusto? Como me toque otra igual me vas a deber la vida.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

—Juro que si vuelves a hablarme de Daniel me bajo del coche y te vas sola de fin de semana —Con una fingida seriedad en su cara dijo Marina —. Desde ayer no me has hablado de otra cosa, sin hablar de los innumerables mensajes del último mes hablando del maravilloso y divino Daniel.

—Vale, muy bien, renegona. Prometo no volver a hablar de él. En unas horas, cuando lo conozcas entenderás mi obsesión. Estoy segura que nunca antes habrás conocido a alguien como él —dijo poniéndose en marcha —. Además, tenéis muchas cosas en común. Ya lo verás.

—Muy bien —respondió Marina con un soplido para quitarse el mechón de pelo que se le había colado ante los ojos.

—¿Te he dicho que sabe bailar?

—¡Judith! —exclamó Marina mirando a su amiga sin poder evitar la risa. —. ¡Brujas del mundo yo las conjuro para que esta mujer vuelva a su sano juicio! Daniel, Daniel, Daniel

Las risas cómplices de las dos amigas se escucharon en el coche, mezclándose con el ruido de una casi vacía ciudad, que parecía haber sido abandonada por sus habitantes cansados de las altas temperaturas veraniegas. Marina subió el volumen al reconocer la canción que sonaba, como si planeado lo tuviesen ambas se miraron mientras cantaban a voz en grito, recordando una de sus máximas favoritas: el que canta su mal espanta.

Entre tu boca y la mía hay un cuento de hadas que siempre acaba bien, entre las sábanas frías me pierdo a solas pensando en tu piel, que curiosa la vida que de pronto sorprende con este loco Amor



No entiendo el despertar sin un beso de esos, sin tu aliento en mi cuello

Poco a poco fueron dejando atrás el gris del asfalto, el humo de los coches y el olor a neumático recalentado por el inconfundible aroma del mediterráneo mezclado con el embriagador olor de los naranjos que orgullosos presumían de las inigualables vistas sobre la costa.

—¿Y puedo saber exactamente a dónde vamos?

—A la casa de —Judith se calló para pronunciar, casi tragándose el nombre de Daniel.

—¡Serás idiota! —Rio Marina —. Así que el niño tiene casita de veraneo.

—No es suya sino de sus padres, pero están fuera.

—Claro y aprovecha para impresionarte.

—No le hace falta.

—Ya, eso lo sé yo, ¿él lo sabe? ¿Le has dicho algo?

—No, ni pienso.

—Judith, no me seas antigua. ¿Y don Perfecto, cómo es que está libre?

—No ha encontrado a la mujer de su vida —indicando un cambio de sentido y mirando con el rabillo del ojo a su amiga, dijo—, hasta ahora.

—Claro, claro Por supuesto.

—Yo creo que la tal Greta lo ha debido dejar marcado y ahora el resto lo pagamos. Aquí es

—Joder, el niño no anda descalzo—dijo Marina pegando la nariz a la ventanilla del coche para contemplar la entrada del chalet.

—Es de sus padres, creo que lo tienen desde siempre y lo han ido arreglando poco a poco.

—No hace falta que lo defiendas, pero dime que no te me has enamorado de un pijo insoportable.

—No, ya verás que no. Y ya verás sus fotos, es increíble. ¿Te he dicho que es

—Documentalista audiovisual y National Geographic le ha publicado más de una fotografía. Solo un millón de veces —la interrumpió Marina que conocía de memoria el discurso de su amiga. —. Solo espero que no lo hayas mareado a él hablándole de mí de la misma manera. ¡Judith! —se quejó al ver la cara de su amiga—. Lo has aburrido hablándole de mí, como si lo estuviera viendo. Debe verme hasta en la sopa.

—Joder, que querías. Hay momentos en los que no sé de qué hablarle y le hablaba de ti.

—¿Judith le hablas al amor de tu vida de mí? —enfatizó haciendo burla —. Eso, cariño, perdona que te lo diga, no tiene ningún sentido.

—Anda, vamos ya que tengo ganas de presentártelo y, a Jaime.

—¿Jaime? ¿Quién es Jaime? —Suspicaz preguntó.

—Su mejor amigo, también viene, te lo había dicho.

—No, no me lo habías dicho —la miró fijamente —. Espero esto no sea una encerrona y, me hayas preparado una cita a ciegas. Sabes que lo odio y, siempre que me enredas en una de ellas me toca cada uno para echarse a llorar.

—¡Ya será para menos! —exclamó sin poder evitar la risa, porque era consciente de lo certero de las palabras de su amiga.

—¿Para menos? El amiguito de unos de tus <<D>>, creo que era de Damián —comenzó a decir, viendo la divertida expresión en el rostro de su amiga—, se pasó todo un concierto de Ismael Serrano hablándome de lo buena que estaba la pelirroja de dos filas más adelante.

—Esta vez no será así —sacando las cosas del maletero dijo antes de plantarle un par de besos en las mejillas. —. ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que te quiero?

—Y yo a ti, bruja, pero no me metas en más líos. En bastantes me meto yo sola ya.

—Prometido, palabra de girlscout.

—Si tú no has sido scout en tu vida —respondió colgándose del brazo de su amiga, cruzando hasta casa de Daniel.

—He olvidado el móvil en el coche. Ahora vuelvo —dijo Judith escuchando la voz de Daniel al otro lado acercándose para abrir el portalón de entrada.

Marina lució la mejor de sus sonrisas, ante todo quería caerle bien al nuevo amor de la vida de su amiga, igual esta vez estaba en lo cierto y Daniel era ese supuesto príncipe azul buscado por Judith y, que ella tantas veces le había negado su existencia.

—Hola —En completa y rotunda sincronía se saludaron mientras sus miradas se quedaban clavadas en la del otro.

Durante un buen rato, probablemente, solo unos segundos, el tiempo suficiente para Judith regresar del coche, se quedaron con la mirada clavada en el otro. Ninguno de los dos decía nada, ni siquiera pestañeaban. Ninguno de los dos entendía lo que les estaba pasando, pero no podían dejar de mirarse.

—Ya estoy aquí —sofocada con el móvil en la mano intervino Judith —. Hola, Daniel —saludó pasado su brazo libre por el cuello de él para dejarle un par de besos en las mejillas. — . ¿Os habéis presentado?

—No, nos ha dado tiempo —saliendo de su ensoñación respondió Marina, sin borrar la sonrisa de sus labios —. Soy Marina, supongo estarás hasta las narices de oír de mí. Siento mucho que la pesada de mi amiga sea monotemática —dijo acercándose y poniéndose de puntillas para llegar a las mejillas de Daniel, al tiempo que él se agachaba, haciendo que ella rozara la nariz con su bronceado cuello. —. Perdona —murmuró Marina, notando una oleada de calor subirle por el cuerpo al percibir su aroma, la calidez de sus dedos apoyándose en su espalda mientras le daba un par de besos en las mejillas, dejándole ver su perfecta y blanca dentadura.

—Algo he oído hablar de ti. No te lo voy a negar —respondió con una sonrisa, haciendo que sus ojos se achinaran haciéndolo irresistible ante ella. —. ¿Qué tal México?

—Espectacular.

—¿Tienes fotos? Judith me ha dicho que te gusta la fotografía —dijo al tiempo que las invitaba a entrar en el jardín.

—Sí, claro que tengo.

—¿Chichén Itzá?

—Al atardecer —respondió, distinguiendo la voz de Sofia llamándola.

—Uauh, eso me lo tienes que enseñar.

—Sin problema —contestó girándose para acercarse a Sofia que corría hacia ella.

—¿A qué es encantadora? —le preguntó Judith —. Ves que no exageraba cuando decía lo maravillosa que era, ¿no crees que haría buena pareja con Jaime?

—Con Jaime —repitió Daniel intentando apartar la mirada de la espalda de Marina, pero no pudiendo evitar perderse en ella, bajar la vista por su camiseta, por sus redondas nalgas enmarcadas bajo los shorts vaqueros y seguir por sus bronceadas y torneadas piernas.

—¿Quién me llama? —preguntó Jaime que se acercaba a ellos para saludar. —. Hola, Judith, ¿qué tal?

—Bien, ¿y tú? —Sonriente se acercó a darle un par de besos. —. Ven que quiero presentarte a una amiga.

—Estás increíble, de verdad que estás increíble —abrazándose a su amiga repitió una y otra vez Sofia. — . ¿Puedo saber qué te han dado en México o no se puede oír? —Riendo preguntó.

—De todo hay —respondió continuando la broma.

—Antes de poneros a hablar de hombres y sexo —interrumpió Jorge metiéndose entre su novia y Marina para darle un abrazo. —. Porque vais a hablar de sexo, lo sé, sois lo peor y tu Marinita la peor de las tres —señalándolas una a una explicó bajo la atenta mirada de Daniel. —. Cuatro si contamos a Isamar. —terminó por decir abrazando a su amiga.

—¿No ha llegado aún?

—No.

—Bueno, ¿podré hacer las presentaciones? —se quejó Judith con una sonrisa —. Jaime te presento a Marina.

—Así que tú eres la profesora —Sonrió Jaime, levantando un momento la mirada de la de Marina para observar a su amigo.

—¿También te ha hablado a ti de mí? —Poniendo cara de no podérselo creer, preguntó —. Perdón por tener a una amiga tan pesada. —dijo acercándose para darle un par de besos a Jaime bajo la risueña cara de Judith, que estaba encantada y feliz de presentarlos.

Daniel no podía dejar de sonreír ni de observar cada movimiento realizado por aquella chica a la que acababa de conocer y, de la que quería saber mucho más de lo que ya sabía.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

—Te van a pillar — En baja voz dijo Jaime, haciendo saltar de la impresión a Daniel.

—Joder, me has asustado —contestó al tiempo que le daba a Jorge, que andaba encendiendo las brasas, una cerveza.

—Claro, andas en las nubes. Parece ser que esta vez no tienes problema en mantenerme entretenida a la amiga.

—¿De qué habláis? —se interesó Jorge.

—Aquí mi primo, que se ha quedado atontadito.

—Ya me he dado cuenta cómo babeaba viendo a Marina.

—¿Qué?

—No disimules, Danielito, todos lo hemos visto. Chorreabas mientras la escuchabas hablar.

—Joder, ¿esa es la imagen que he dado? ¡Genial!

—Bueno, igual ellas no se han dado cuenta porque estaban demasiado interesadas en escuchar a Marina, pero está claro que si Judith te ha visto ya se ha dado cuenta de tu falta de interés por ella.

—¿No tiene novio? —preguntó a Jorge, quien conocía a Marina desde hacía años.

—Si no se ha liado con un mexicano, no. Justo optó por irse a México tras romper con Pablo.

—¿Quién es Pablo? —preguntaron al unísono Daniel y Jaime.

—Cotillas —Rio Jorge pasándole su cerveza a Jaime para volver a las brasas. —. El que fuera su novio. Era majo, me caía bien.

—¿Qué pasó? ¿Por qué lo dejaron? —se interesó Daniel.

—Se acabó el amor

—De tanto usarlo—cantó Jaime.

—Entonces, ¿entre tú y Judith no hay nada?

—Joder, otro más. No, ni lo ha habido, ni lo hay ni lo va a haber.

—Pues, debieras aclarar las cosas con ella, porque me temo que anda muy ilusionada.

—Haz de malo que yo la consuelo —Dándole una palmadita en el hombro a Daniel, que seguía cada movimiento de las tres amigas en la piscina, dijo.

—Gilipollas —Rio Daniel antes de darle un sorbo a su cerveza.

—Pero me quieres —Dándole un empujón respondió Jaime.

—Joder, al final, mucho interesarse por unas y otras, pero os moláis entre vosotros. Si queréis me las llevo a las tres y os dejamos intimidad. —bromeó Jorge.

—¡Ni te crees tú eso! —Rio Daniel volviendo a fijar su mirada en Marina, cruzando por unos breves segundos su mirada con la de ella; saludándola con un ligero movimiento de cabeza y del botellín de cerveza.

—Creo que vas a tener que hablar con alguien sin falta —Dándole un par de palmaditas en la espalda comentó Jaime.

Marina le devolvió la sonrisa, apartando la mirada de inmediato y concentrándose en la conversación con sus amigas. No sabía muy bien qué le estaba pasando, pero comenzaba a asustarle las sensaciones que el nuevo amor de la vida de Judith le producía. <<Ni lo mires, Marina, para ti está prohibido>>, se decía volviendo a mirarlo disimuladamente y volviéndose a topar con su mirada. <<Mierda>>

—No, Jorge y yo no nos quedamos. Mañana nos vamos a Italia.

—Me encanta Italia —volviendo a meter la cabeza bajo el agua, en un intento de refrescarse las ideas, respondió —. Yo creía que os quedabais todos, eso me había dicho aquí la enredadora —dijo haciéndole una ahogadilla a Judith.

—No, imposible, hubiésemos tenido que traer el equipaje y era un poco de locos —acercándose al bordillo de la piscina comentó Sofia.

—¿Isamar? ¿Sabemos algo de ella?

—Me ha dicho Daniel que al final no vienen.

—DanielDaniel —repitió en baja voz moviendo exageradamente las pestañas Marina, haciéndole burla a su amiga. —. Hay que reconocer que de todos los amores de tu vida es el más interesante.

—¿Interesante? ¡Está como le da la gana! —Rio Judith, devolviéndole la ahogadilla a su amiga.

—Pero, al final, ¿hay algo entre vosotros? —se interesó Sofia alejándose tarde de las manos de Marina que la hundía también a ella.

—¿Las señoritas piensan salir a comer o quieren comer la paella metidas en la piscina? —En cuclillas desde el borde de la piscina preguntó Jorge.

—No seas molestoso, cariño, déjame disfrutar de mi amiga—bromeó Sofia enseñándole la lengua.

—Perdona, pero es amiga mía antes que tuya. No lo olvides —haciéndole burla contestó —, ni tú —terminó de decir señalando a Marina.

—Estás muy seco tú, ¿no? —Sin darle tiempo a reaccionar preguntó Marina, cuando ya lo tenía sujeto por el tobillo, haciéndole caer al agua.

Judith y Sofia no podían parar de reír, ambas habían sido conscientes del movimiento de Marina y huían de la piscina porque sabían que Jorge se la devolvería a Marina y, no querían estar en medio.

—No huyas —clamó Jorge nada más emerger, estirando su brazo y sujetando de inmediato por las piernas a Marina. —. Esto lo vas a pagar caro —dijo, consiguiendo llamar la atención de Jaime y Daniel que se acercaron a la piscina.

—Encima que te he ayudado a refrescarte —Sin poder parar de reír e intentando zafarse de las manos de Jorge, que la tenía sujeta por los tobillos y la acercaba a él. —. No seas malo, suéltame —dijo moviéndose. Su mirada se topó con la de un sonriente Daniel que la observaba encandilado, muriendo de ganas por meterse en la piscina, pero no encontraba un pretexto para hacerlo.

—¿Vas a permitir que el cafre de Jorge ahogue a una de tus invitadas? —Sin saber muy bien el porqué de su pregunta dijo Marina, no pudiendo evitar regalarle la mejor de sus sonrisas a Daniel.

—¡Serás tramposa! ¡No busques aliados! —gritó bajo las risas de Judith y Sofia, que se habían alejado lo suficiente para no acabar de nuevo en la piscina. —. ¡Jaime, ayúdame!

—¿Me sujetas esto, por favor? —Dándole su móvil a Judith preguntó Daniel —. Voy a rescatar a tu amiga y, con la excusa me doy un baño.

—Acabas de romper tu gesto de caballerosidad —bromeó Sofia.

Daniel se quitó la camiseta, dejándosela a las chicas, y se lanzó de cabeza a la piscina, casi al mismo tiempo que Jaime, quien le gritaba a Jorge que iba en su ayuda.

—La que estás liando —Sin poder parar de reír dijo Marina, sin dejar de mover las piernas para soltarse de Jorge que no paraba de hacerle ahogadillas.

—Has sido tú la que has empezado. No haberme buscado las cosquillas. ¡Eres un traidor! Te alias con ella.

—Es mi invitada —dijo posando sus manos sobre las piernas de Marina intentando soltarla de Jorge.

—¡Serás capullo! ¡Y yo!

—A ella la acabo de conocer. A ti te tengo más que visto —Rio Daniel, echándoles agua a la cara a Jorge y Jaime.

Sin darse cuenta ambos se llevaron las manos a la cara para secarse. Daniel tiró de Marina.

—Liberada —dijo al soltarla y tener su cara a un palmo de la suya.

—Gracias —respondió, sintiendo un cosquilleo recorriendo su cuerpo. —. Todo un caballero, normalmente puedo arreglármelas sola, pero

—No pasa nada por pedir ayuda. Yo encantado de rescatarte cuantas veces necesites —mirándola a los ojos y casi en un susurro contestó, recibiendo una sonrisa por respuesta.

Jorge y Jaime ni se molestaron en volver a intervenir, eran del todo conocedores que allí estaba pasando algo y, no querían meterse por medio. Jaime miró a Judith, que parecía no darse cuenta de lo que estaba naciendo en aquel mismo momento.

—Caballero de pacotilla, te recuerdo que el arroz está ya listo para comer —gritó Jaime al tiempo que salía de la piscina.

Marina y Daniel nadaron hasta la escalera. Los ojos de Daniel se detuvieron en el minúsculo tatuaje de Marina, sorprendiéndola al agarrarla de la mano.

—El ying y el yang, en este caso el sol y la luna, los eternos enamorados que solo pueden disfrutar de su compañía en días de eclipse —comentó acercando su muñeca a la de ella, dejándola durante unos segundos sin palabras.

—Sí —afirmó tragando la saliva acumulada —, pero el mío en unos días habrá desaparecido. Mi sobrina me lo puso hace dos días, así que poca vida le quedará ya. —explicó perdiéndose en sus oscuros ojos.

—Sí, pero no dejará de ser una bonita coincidencia. Un eclipse para ellos —dijo volviendo a juntar sus muñecas.

—Un eclipse—repitió Marina, separándose de Daniel. Aterrorizada por la conexión y la magia recién vividas.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

Ni rastro de arroz quedaba en la paella, sobre ella solo descansaban las seis cucharas de madera usadas para la ocasión.

—Jorge, perdono tu intento de ahogamiento porque la paella te ha quedado de premio.

—¿Mi intento de ahogamiento? ¡Serás bicho! Porque casi nos conocemos desde que teníamos pañales y me presentaste a la mujer de mi vida, aunque últimamente me dan ganas de matarla en sus intentos de enseñarme a bailar salsa —dijo lanzándole un beso a Sofia y agarrándola por la cintura para acercarla a él.

—Oooh ¡Qué bonito! —Rio Daniel a coro con Jorge.

—¡Payasos! —respondió Jorge riendo.

Los móviles de Marina y Sofia sonaron al unísono. Ambas se miraron cómplices y clavaron su mirada en los risueños ojos de Judith.

JUDITH, MARINA, SOFIA

¿A qué es perfecto? (JUDITH)

¡Estás como una regadera! (MARINA)

Si se enteran que estamos cotilleando por aquí!!! Ja ja ja (SOFIA)

¿Entiendes ahora mi enamoramiento? Es tan perfecto que hasta ha ido a rescatar a mi Marinita. (JUDITH)

LMKTP!!! Jajajaja (SOFIA)

Ja ja ja ja (MARINA)

Inconscientemente, Marina se acarició la diminuta luna, levantando la vista y encontrándose con la penetrante mirada de Daniel, quien le sonrió e hizo un imperceptible gesto para el resto con la muñeca.

—¿Estáis hablando por el móvil? —De pronto preguntó Jorge, que acababa de darse cuenta que las tres estaban riéndose mientras escribían en el móvil. —. ¡Sois lo peor!

—¿Eso es en serio? —preguntó soltando una carcajada Jaime. —. ¿Estáis criticándonos? Marina no me pongas muy verde, yo no tenía intención de ahogarte.

—Lo sé, lo sé —le devolvió la sonrisa Marina bajo la atenta mirada de su amiga, que intentaba encontrar afinidad en aquellas sonrisas. —. Sé que todo es culpa del liante de Jorge.

—Ya está, otra vez tengo la culpa yo. ¿Cómo he podido aguantarte todos estos años?

—Porque en el fondo me quieres —respondió Marina con una sonrisa—, que nadie lo interprete mal.

—Lo que no entiendo es porqué no nos habías presentado antes a Judith y Marina. De hecho, conocimos a Judith por Óscar no por ti—comentó Jaime dedicándole una sonrisa a Judith y luego a Marina.

—Quería ahorrarles el disgusto a mis amigas —se burló Jorge.

—¡Qué tonto eres! —Sonrió Judith—. No le hagáis caso —clavando su mirada en Daniel comentó.

—¿A este? ¡Nunca! —Rio Jaime.

—¿Cafés? —preguntó Daniel —¿Licores? ¡Mierda el hielo!

—Ostia, lo olvidé por completo. Anda, me llego hasta el pueblo —contestó Jaime levantándose y mirando a Judith a los ojos. —. ¿Algún alma caritativa que me acompañe?

—A mí no me mires, en un rato nosotros nos tenemos que ir. —respondió Jorge.

Marina percibió la mirada de Judith invitándola a decir que sí, aunque tampoco le había pasado desapercibidas las miradas de Jaime. En más de una ocasión lo había pillado contemplando a su amiga, dándose cuenta que Judith se había encaprichado del amigo equivocado.

—Yo misma para que veas que no te guardo rencor.

—Genial, ¿has montado en moto?

—Sí, ¿es tuya la Triumph de la entrada? ¡Me encanta!

—No, de Daniel, pero ahora mismo se la vamos a robar.

—Dicen que la pluma, la moto y la chica no se prestan.

—¿Has oído Danielito? —preguntó con una sonrisa socarrona —. Luego si eso te tomo prestada la pluma —le dijo al oído, dándole un golpe en el codo.

—Capullo –balbuceó entre dientes Daniel.

Aún llegaba hasta ellos el sonido de la moto alejándose con sus dos pasajeros en busca del hielo cuando el móvil de Judith interrumpió la conversación.

—Hola, mamá, dime. ¿Qué? ¿En el hospital? No, no, no Claro que voy, no quiero perderme el nacimiento de mi primer sobrino. En un par de horas — Judith miró la hora en su reloj— a eso de las siete estaré ahí, igual llego cuando esté saliendo por la puerta del paritorio. Sí, sí, iré con cuidado. Un besito.

Los tres contemplaban atentos a Judith hablar con su madre.

—¿Tu hermana?

—Sí, mi sobrino ha decido salir hoy. Daniel, lo siento, pero he de irme.

—Vaya, al final, me vais a dejar solo con Jaime.

—No, también está Marina. Podrías hacer de Celestina, yo creo que hay buena química entre ellos, ¿verdad?

—¿Entre Jaime y Marina? —preguntó Jorge notando el codazo de su novia.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

—¿Puedo hacerte una pregunta un tanto personal? Sé que apenas nos conocemos—peguntó antes de volver ponerse el casco tras comprar el hielo en una gasolinera a la entrada del pueblo.

—¿Por Daniel?

—¿Daniel? —repitió sintiendo un intenso cosquilleo recorriéndola. —. No, no. No entiendo por qué te iba a preguntar por él.

—No sé, cosas mías —respondió —. Dispara

—Judith se ha equivocado de amigo, ¿verdad? No es Daniel quien siente algo por ella, sino tú.

—Veo que salvo para tu amiga, soy un libro abierto para el resto —Sonrió Jaime. —. No te equivocas y, al final, sí que estaba Daniel involucrado.

—Sí, de algún modo, supongo que sí.

—¿Crees que tengo alguna posibilidad?

—No lo sé, Jaime, se le ha metido en la cabeza tu amigo. Igual si pasara más tiempo contigo. No sé

—¿Tendré alguna opción de conseguir su atención esta noche?

—Prueba.

—Mantenme ocupado a Daniel y así yo podré pasar un ratito con ella —dijo sonriéndole con la mirada. —. No te costará mucho —comentó, haciéndola ruborizar —. Nos vamos o llegaremos con caldito en vez de hielo.

—Sí, será lo mejor —colocándose el casco contestó.

—¿Tienes carnet?

—¿Carnet?

—De moto.

—Sí.

—¿Quieres llevarla?

—¿Qué? —preguntó abriendo los ojos—. ¿Quieres que conduzca la moto de Daniel? ¿No se mosqueará?

—¿Porque lleves tú la moto? —preguntó risueño—. No, se mosqueará conmigo por ir sujeto a ti. —Dijo consiguiendo su sonrisa. —. Toda tuya.

Aquella moto poco tenía que ver con su scooter, pero no era la primera vez que llevaba una moto de similares características. Muchas fueron las veces que Pablo, su exnovio, le había dejado llevar la suya.

A mitad de camino se cruzaron con el coche de Judith y el de Jorge, pero ninguno de los dos fue consciente de ello hasta no llegar a la casa y encontrar solo a Daniel. Con la adrenalina a mil Marina aparcó la moto, dejando atónito a Daniel al ver que era ella y no su amigo quien conducía su Triumph.

—¿Quién me iba a decir a mí que iría de paquete de una mujer impresionante en tu moto? —comentó nada más quitarse el casco —. Macho, ni imaginas como controla aquí la colega —dijo pasándole el brazo por el cuello a Marina, que intentaba colocarse la melena.

—¿Has llevado mi moto? —Mirándola absorto preguntó.

—Perdona, no debí hacerlo. Tu amigo me lío.

—No, no pasa nada, pero ahora me debes un paseo.

—¿Te debo un paseo?

—Me debes la foto del atardecer en Chichén Itzá y un paseo en moto.

—No sé cómo he llegado a contraer esas deudas, pero por haberme rescatado de las garras de Jorge —dijo, mirando a su alrededor y percatándose que no había nadie más en el jardín. —. ¿Dónde están todos? ¿Por qué no he visto el coche de Judith en la puerta?

—La hermana de Judith se ha puesto de parto y se ha marchado, no quería perderse el nacimiento de su sobrino. Jorge y Sofia han aprovechado y también se han marchado, ya sabes que mañana se van a Roma.

—¿Nos han dejado solos? —preguntó Jaime, viendo su gozo en un pozo con Judith.

—¿Se ha ido sin mí?

—No, nos comemos a nadie —respondió Daniel.

—Ya imagino.

—Bueno, ¿nos tomamos esa copa o estoy de más?

—Copa, copa —se apresuró a contestar Marina al sentir la proximidad de Daniel. —. Para algo hemos ido a por el hielo.

—¿Copa en la piscina? —sugirió Jaime.

—Por mí, bien.

—Perfecto —se sumó Daniel.

—Hala, yo sirvo las copas y las llevo, esperadme allí.

Marina siguió con la mirada los pasos de Jaime adentrándose en la casa, escuchando el susurro de Daniel invitándola a ir hacia la piscina. <<Dianita, que mal momento has elegido para ponerte de parto>>, se decía a sí misma caminando tras Daniel hacia las hamacas donde lo vio descalzarse y despojarse de la camiseta.

—¿Te vas a meter con ropa?

—¿Qué? —pillada totalmente absorta en sus pensamientos respondió. —. No, no —negó sentándose para quitarse las sandalias.

—¿De verdad has llevado la moto con esos zapatitos?

—Sí —Sonrió, desabrochándose los shorts bajo la atenta mirada de Daniel, que seguía cada uno de sus movimientos, deslizándolos por sus piernas y dejándolos sobre la hamaca junto su camiseta, para luego quitarse la suya. —. ¿Qué miras? —preguntó al darse cuenta que Daniel no apartaba la vista de ella.

—No termino de creerme que hayas llevado mi moto. Eres tan poquita cosa.

—Vaya, gracias —Divertida contestó, pues, había entendido a la perfección lo que había querido decir.

—No, no me entiendas mal. Para nada eres poca cosa, pero, al lado de la moto

—Te gusta más la moto, no te preocupes, lo entiendo. A mí también me pasa lo mismo

—¿Te estás burlando de mí?

—¿Yo?

—Sí, tú

—Si tú lo dices

—Nunca más volveré a rescatarte —bromeó metiéndose en la ducha junto a la piscina.

—¿De verdad crees que necesitaba ayuda?

Aquella respuesta sí que no se la esperaba. Daniel salió de la ducha, dejándole el camino libre y lanzándose a la piscina justo cuando Jaime regresaba con las copas. Marina no se lo pensó dos veces, lanzándose de cabeza al agua y emergiendo justo frente a Daniel.

—La poquita cosa es cinturón negro de Judo. ¿No te lo comentó Judith?

—No, eso no me lo contó. Ni que tuvieras carnet de moto.

—¿Y quién te ha dicho que lo tengo? —bromeó.

—¿Qué? —Entre alucinado e incrédulo preguntó —. Jaime, ¿has permitido que una loca sin carnet llevara a Greta?

—¿A Greta?

—¿Cómo que sin carnet? —sentándose en el bordillo de la piscina tras haber dejado allí los gintonics preguntó. —. ¿No tenías carnet? ¿Me has mentido? ¡Flipo, he dejado que una loca sin carnet me trajera de paquete! —Soltando una carcajada dijo antes de sumergirse en el agua. —. No me lo creo

—Bien hecho, Jaime.

—¿Me estás tomando el pelo? —Sin poder evitar que una sonrisa asomara en su rostro. —. ¿Qué más embustes me has colado? ¿De verdad eres cinturón negro de Judo?

Sin darle tiempo a reaccionar Marina se colocó detrás de él y tras tenerlo sujeto por el cuello lo volcó sobre su brazo.

—¿Me crees? —preguntó mirándolo a los ojos sin soltarlo. —. Yo no necesito príncipes azules que vengan a rescatarme, ya te lo dije.

—Ya lo veo, igual yo sí que necesito una princesa guerrera.

—Guerrera sí, princesa no. Soy republicana.

—Leia era princesa de una república —bromeó. —. Te podrías hacer sus ensaimadas.

—Prefiero comerlas —respondió fijándose en la otra muñeca de Daniel y en el tatuaje. —. Así que Greta es tu moto —dijo liberándolo, pero tomando su mano para ver bien el tatuaje.

—Sí y no.

—Chicos, ¿venís o me voy? —mostrando las copas dijo.

—Vamos —respondió Marina nadando hacia el borde de la piscina. —. Gracias —respondió al darle Jaime su copa, dándole un largo trago. Casi olvidando que no era agua. —. Muy bueno.

—Sabes que es cinturón negro de Judo, aquí

—La poquita cosa —continuó Marina.

—¿Poquita cosa?

—Eso me ha llamado tu amigo.

—Lo estás sacando de contexto. Eres

—A ver cómo lo arreglas.

—Mejor me callo, cuéntanos más cosas sobre ti. ¿Por qué te fuiste a México?

—Profesora de intercambio. Supongo que sí te contó que soy profesora de Arte.

—Y aficionada a la fotografía.

—Sí.

—Y que os conocéis de siempre.

—Cierto.

—Y que tienes pavor a los patos

—¡¿Será jodida ha contado eso?!

—¿Miedo a los patos? ¿Eres cinturón negro de Judo y tienes miedo a los patos? —preguntó incrédulo, pero sin poder evitar una sonrisa Jaime. —. ¿Y eso? ¿Cómo es que le tienes miedo a los patos?

—De pequeña estaba en Viveros dando de comer a los patos cuando un pato enorme me saltó al lado y, me dio un picotazo para quitarme el pan.

—Un pato enorme —Con ojos risueños comentó Daniel.

—¿Te estás riendo de mí? —preguntó mirándolo fijamente a los ojos.

—No, para nada. Estaba intentando imaginar el tamaño del pato.

—Ya sabes, igual no era tan grande —Con mirada burlona respondió Marina—, pero al ser tan poquita cosa—remarcó mirándolo sonriente consiguiendo las carcajadas de Jaime y el total encandilamiento de Daniel. —. Un pato parece enorme a mi lado.

—Permíteme ponerlo en duda —levantando la copa para brindar con ella contestó.

—Ahora, yo le tendré miedo a los patos —comenzó a decir sin poder borrar la sonrisa—, pero no tengo pesadillas con mofetas que me persiguen—soltó sin poder evitar la risa.

Jaime no podía parar de reír, teniendo que dejar su copa en el borde de la piscina por miedo a tirarla.

—Esto se está poniendo la mar de interesante.

—Sabes que eres un cabrón. Eso se lo contaste tú a Judith —dijo señalándolo con el dedo.

—¿Y quién va a ser el próximo en hablar? —preguntó sentándose en el bordillo de la piscina y prestando toda su atención a aquellos dos, que parecieran estar en un pique.

—Yo, de pequeña tuviste un hámster —comenzó a contar, viendo como Marina abría los ojos de par en par, escuchándolo—, que desapareció durante tres días y estaba en el tambor de la lavadora.

—Pobrecito mío —recordó Marina—, que mal lo pasé. Creo que no he llorado más en mi vida. ¿Alguna indiscreción más por parte de mi amiga?

—El arte es tu pasión, que te encanta la pintura de Mendizábal

—Cierto.

—¿Mendizábal? —interrumpió Jaime, callándose al ver el gesto de Daniel.

—Sí, Mendizábal. ¿Conoces su pintura?

—Sí, claro —respondió Jaime —. Es

—Increíble —lo interrumpió Daniel.

—Sí, único. Tuve la suerte de asistir a un curso suyo en la universidad y, además de un gran artista, me pareció una magnifica persona.

—Viajar, tienes pendiente Egipto —continuó Daniel bajo la mirada de incomprensión de Jaime, que no terminaba de entender por qué no le decía que Marcos Mendizábal era su abuelo materno.

—Sí, a mi madre le aterroriza la sola idea de que vaya, como si hoy por hoy no pudiéramos sufrir un atentado en la misma torre Eiffel, por decir algo.

—Lamentable pero cierto—intervino Jaime.

—Bailar, te gusta bailar —dijo dando un trago.

—Tú eres buen bailarín o eso me han hecho creer.

—Bueno, solo me defiendo, cuando quieras te lo demuestro.

—Muy bien, no lo olvidaré.

—Pues, podría ser esta noche. El pueblo está en fiesta —sugirió Jaime —, aunque igual os sobro.

—No —rápida respondió Marina, sintiendo pánico a la sola idea de quedarse a solas con Daniel. —. Los amigos son lo primero —continuó sin estar muy segura de lo que quería decir.

—No estaría mal bajar al pueblo a cenar y pasarnos por la plaza, ¿os hace? —sugirió Daniel.

—Perfecto —respondió Jaime.

Marina no contestó con palabras, sus ojos lo hicieron por ella.

—Así alguien puede pagar una de sus deudas.

—¿Eso es a mí?

—¿Y tú qué crees?

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

—Entonces, ¿he de ir solo en el coche? —preguntó Jaime, que no terminaba de entender qué hacía en medio de quien más que su amigo era como un primo, porque habían crecido juntos, y Marina.

—¿No sería más lógico ir los tres en el coche?

—¿No quieres pagar tu deuda?

—¿Ha de ser necesariamente hoy?

Daniel le tendió el casco de la moto por toda respuesta.

—Nos vemos en la pizzería —respondió Jaime saliendo rumbo al coche y dejando la puerta abierta para que pudieran salir con la moto.

Daniel le dio las llaves a Marina, que acababa de percatarse del pequeño Greta escrito en la moto.

—¿De verdad que ese tatuaje es por la moto?

—No, no es por la moto.

—¿Una novia?

—No —Con una sonrisa contestó acercándose a ella y hablándole junto al oído. —. Hasta hoy no hubo una mujer en mi vida por la que tatuarme su nombre —dijo dejándola casi sin aliento y sintiendo que no tenía fuerzas para llevar la moto y, mucho menos con él a su espalda.

—¿Vamos?

Marina tomó aire, subió a la moto, no sin antes acariciarla como si de un caballo se tratase y ella su amazona, se colocó el casco, metió la llave en el contacto, haciéndola sonar un par de veces antes de salir de la casa y esperar a Daniel, quien una vez cerrada la puerta de entrada al jardín subió a lomos de su moto.

Marina notó cada uno de los diez dedos de Daniel aferrarse con suavidad a su cintura, solo una fina capa de ligero y traslucido lino separaba su cuerpo del de él.

—Cuando quieras

El sonido de la moto apagaba los latidos de su acelerado corazón al notar el pecho de Daniel clavado a su espalda. <<Tú puedes Marina, olvídate de él>>. Quince minutos, solo quince minutos duró el viaje. Quince minutos con la adrenalina corriendo por sus venas, por el doble placer sentido, llevar aquella moto impresionante y tener a Daniel pegado a su cuerpo, haciendo suyo el calor de su cuerpo y sintiendo sus latidos ir al compás de los propios.

—Gira a la derecha —Casi gritó Daniel para que lo oyera. Girando de inmediato y viendo el coche de Jaime aparcado a pocos metros. —. Ahí tenemos sitio —dijo Daniel señalándole el hueco, que ella ya había visto.

Daniel se apeó de la moto, quitó el casco y tendió su mano para ayudarla innecesariamente a bajar de la moto. Ella aprovechó para depositar las llaves en aquella mano que segundos antes se agarraba de su cintura. Daniel sonrió por aquel gesto.

—De por vida a tus pies. Greta te da las gracias por haberla tratado tan bien —dijo, mirándola a los ojos.

—¿No me vas a decir quién es Greta?

—No quieras saber todo de mí en nuestra primera cita, deja algo para la segunda.

—¿Esto era una cita?

—Bueno, lo que sea

—¿Y quién te ha dicho que va a haber una segunda?

—Tu piel —respondió agachándose hasta alcanzar su cuello y decírselo al oído. —. Vamos, comienzo a tener hambre —Agarrándola de la mano y tirando de ella comentó, sabiendo que la había dejado sin respuesta, caminando con sus dedos entrelazados los pocos metros que los separaba de la pizzería.

La complicidad era mucho más que evidente entre los tres. Marina no paraba de reír con los continuos piques entre Daniel y Jaime por contar la más disparatada de las anécdotas durante la cena, olvidando por momentos que apenas hacía unas horas que se habían conocido, pues sentía conocerlos de toda la vida y, entendiendo perfectamente por qué su amiga había caído encandilada a los pies de aquel chico. Ella hacía horas que lo había hecho.

La alegría reinaba en la plaza del pueblo, la acústica no era la mejor del mundo, ni la orquesta ni su cantante eran ninguna maravilla, pero los tres se metieron en medio de la plaza bailando al compás de la música, dejándose llevar por el buen ambiente reinante.

Daniel la miró a los ojos, ofreciéndole su mano, tirando de ella hasta tenerla pegada junto a su cuerpo desde que escuchó los primeros acordes de una nueva canción. Marina deslizó su mano izquierda por la espalda de Daniel, al tiempo que los dedos de su mano derecha se entrelazaban con los de él y sus miradas se clavaban en la del otro. No podían dejar de mirarse mientras sus cuerpos se acercaban por pura ley de la atracción física al del otro, y sus manos acariciaban con detenimiento en un intento de reconocer el territorio, que tanto deseaban conquistar.

Bésame, no dudes ni un segundo de mi alma, alteras mis sentidos, liberas mis alas, no cabe tanto amor en esta cama si me dejaras...que bueno es sentir que suspiro de nuevo que tu roce y mi roce juntos forman fuego, delicada llama que nunca se apaga ...

—Sin ti yo me pierdo, sin ti me vuelvo veneno. No entiendo el despertar sin un beso de esos, sin tu aliento en mi cuello —le cantó junto al oído Daniel, haciéndola estremecerse bajo las caricias de sus manos y de sus labios rozando su cuello. —. Mi más fiel amiga y compañera de mi infancia y adolescencia, quien más me ha hecho llorar —le confesó mirándola a los ojos, desprendiendo una infinita ternura mientras recordaba. —. La más bonita Golden Retriever imaginable.

—Greta —susurró Marina, notando que estaba totalmente perdida al tenerlo cada vez más cerca de ella.

—Greta —repitió con una sonrisa—. Bésame, no dudes ni un segundo de mi alma. Alteras mis sentidos liberas mis alas—Mirándola a los ojos tarareó la canción, sonriéndole al notar el ligero estremecimiento de ella bajo sus manos.

—La actriz favorita de mi abuelo materno —dijo intentando poner distancia entre ellos.

—Y la del mío, de ahí su nombre —Sonrió siendo consciente de los movimientos de Marina —, Greta era de mi abuelo, yo me pasaba las horas con ella mientras él pintaba.

—¿Tu abuelo pintaba?

—Y pinta —respondió risueño —. Estoy seguro que le caerías bien y querría dibujarte. Mañana te lo presento.

—¿Qué? Daniel, no creo que sea buena idea.

—¿Por qué? ¿Cuál es el problema?

—Judith

—Yo no estoy enamorado de Judith

—Pero ella de ti

—Ella de mí no puede estar enamorada, no nos conocemos tanto Y no hay más que hablar, mañana te lo presento, a él y a mi abuela les gustará conocerte.

—Chicos, me retiro —dijo Jaime, que hacía rato los observaba y quería dejarlos a solas.

—¿Te vas? —preguntó Marina, casi suplicando con la mirada que se quedase, porque temía quedarse a solas con Daniel.

—Sí, aún puedo decir otorrinolaringólogo sin que se me trabe la lengua —dijo luciendo una enorme sonrisa al ver la cara de incomprensión de Marina.

—¿Qué dices? —Con gesto burlón preguntó Marina.

—A ver, preciosa, di, otorrinolaringólogo.

—Otorrino—se trabó Marina, volviendo a empezar de cero. —. O-to-rri-no-la-rin-gó-lo-go —Por fin dijo parándose en cada sílaba. —. Joder, me ha costado. —respondió mirando las risueñas caras de Daniel y Jaime.

—No te preocupes Jaime, yo sí lo puedo decir sin pensar, otorrinolaringólogo —dijo riendo Daniel.

—¿Me podéis explicar el misterio?

—Preciosa, llevas tres gintonics en el cuerpo. Si no puedes decir otorrinolaringólogo no eres apta para ponerte al volante. —explicó Jaime.

Las risas de Marina se escucharon por encima de la música, contagiando a ambos amigos.

—¿Y esto es rigurosamente científico? —se burló sin poder parar de reír.

—Comprobado empíricamente—respondieron al unísono, con un posterior choque de manos.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

Eljetlag no debía culpa de su insomnio. Marina no paraba de dar vueltas en la cama, en su mente no dejaban de mezclarse las imágenes de su amiga hablándole encandilada de Daniel con la propia imagen de él, pero, sobre todo el recuerdo de su cuerpo contra el suyo mientras bailaban; la calidez de sus dedos bajando por su espalda, el aroma de su piel y su confortable espalda sobre la que se había recostado en el viaje de regreso. Absurdo, quedarse en la cama era una tontería. Ni podía, ni tenía pizca de sueño. Descalza y de puntillas salió de la habitación, con cuidado de no hacer ruido y despertar a Jaime y Daniel, que dormían en la habitación de al lado, abrió la puerta de la amplia terraza.

—Uauh—dijo en baja voz nada más abrir y ver el impresionante cielo estrellado que le regalaba la noche, acercándose al muro de la terraza, apoyándose en él para ver bajo sus pies la silenciosa piscina y, frente a ella la inmensidad y calma del mediterráneo. —. Impresionante —murmuró.

—Ahora más que antes.

Marina dio un salto, no se había percatado de la presencia de Daniel que sigiloso se había acercado a ella.

—¿Quieres matarme de un susto?

—No, nada más lejos de mi intención que caer junto a los patos —Con una amplia sonrisa contestó.

—Poco te ha faltado—respondió Marina —. Tienes unas vistas impresionantes.

—Sí y, que lo digas.

—Ahí —contestó agarrando su barbilla con su mano y obligándolo mirar hacia el mar.

—Claro, de eso mismo hablaba.

—No lo pongo en duda —dijo notando el roce de su brazo en el suyo.

—Tampoco puedes dormir.

—No, mi cerebro debe seguir aún en México.

—Seguro, eso debe ser —contestó apoyándose sobre sus brazos y mirándola de reojo.

—¿Qué iba a ser si no?

—No sé, dímelo tú.

—Daniel

—Dime—susurró pegado a ella.

—MeMe voy a la cama —dijo antes de tener la mano de Daniel sujetándola por la muñeca y acercarla suavemente junto a él.

Sus ojos se miraron fijamente, encontrándose sin necesidad de buscarse en los ojos del otro mientras lentamente sus cuerpos iban acercándose más y más, hasta notar mezclarse sus alientos y respirar el mismo aire. Poco a poco sus humedecidos labios fueron acercándose hasta posarse en los del otro, terminando en un dulce, tierno y suave beso.

—Dulces sueños —le deseó Daniel soltando con pausa sus dedos de los de ella.

No podía ni parpadear, sin saber cómo se alejó de él bajo la intensidad de su mirada, siendo totalmente consciente de no querer separarse de él.

—Nos vemos por la mañana—Con una medio sonrisa dijo Daniel.

—¡Dios! —exclamó Marina, volviendo junto a él, rodeando su cuello con sus brazos y colgándose de su cintura. —. Esto es un error —dijo antes de perderse en su boca mientras Daniel la abrazaba con fuerza y bajaba con sus labios por su cuello.

—Déjame que lo dude—respondió caminando con ella a horcajadas sobre él rumbo a la habitación.

Sus labios se buscaban sedientos de besos al tiempo que sus manos recorrían el cuerpo del otro. Daniel coló sus dedos por la camiseta de Marina, enrollándola para terminar deslizándola por su cabeza sin dejar de mirarla ni un solo segundo, al tiempo que sus dedos rozaban con deleite los brazos de ella hasta terminar de quitarle la camiseta, dejarla caer en la cama y juntar su muñeca con la de ella.

—Eclipse—murmuró Daniel acercando sus labios a su cuello—. El mes que viene en Valencia no se verá, pero hoy lo haremos posible.

—Daniel—Con voz entrecortada susurró, le faltaba el aire para poder hablar porque todas sus terminaciones nerviosas estaban colapsadas en un mar de sensaciones en el que estaba dispuesta a ahogarse.

La oscuridad de la habitación se vio interrumpida por el ir y venir de la blanquecina luz de su móvil sobre la mesita de noche, pero ellos no veían más luz que la de la mirada del otro mientras terminaban de desnudarse, descubrirse, saborearsehasta terminar explotando de placer.

La ligera y suave brisa del amanecer se colaba en la habitación, agitando con suavidad las finas cortinas y erizándoles la piel de sus cuerpos desnudos. Abrazados, acurrucados, uno junto al otro, habían caído en el mundo de los sueños extenuados por el placer. En total y absoluta sincronía sus ojos se abrieron y sonrieron al notar como se acercaban sus labios y besaban tímidamente.

—Buenos días —se dijeron al mismo tiempo.

Daniel acarició el rostro de Marina, apartando de delante de su cara un par de díscolos mechones.

—Mis abuelos nos esperan para desayunar—dijo antes de volver a besarla.

—Daniel, ¿hablabas en serio ayer? —Sin poder evitar una sonrisa y un movimiento compulsivo al notar los dedos de Daniel acariciando su costado.

—Totalmente —Rio al ver sus suaves e incontroladas convulsiones —. Mmm De poco te sirve ahora el cinturón negro.

—No me pongas a prueba —respondió mirándolo desafiante y atrapándolo por la cintura con sus piernas.

—Cariño, esto no es Judo —bromeó Daniel sin esperarse ser derribado sin darse cuenta y tenerla a ella sentada sobre él.

—¿Decías algo? —preguntó burlona.

—Empiezas a asustarme y eso que

—Parecía tan poquita cosa—lo interrumpió con una sonrisa socarrona.

—Sabes que no quería decir eso

—Ya—lo miró divertida, estirándose hasta alcanzar su móvil para ver la hora.

Daniel no perdía detalle de sus movimientos, notando enseguida como su sonrisa se borraba.

—Mierda—dijo Marina, bajándose del cuerpo de Daniel mientras veía las fotos de la sobrina de Judith y leía su mensaje.

JUDITH

¡¡¡Ya soy tía!!! ¡¡¡Acaba de nacer mi sobrina!!! ¿A qué es preciosa? Ya la conocerás. Siento haberme ido sin más pero no quería perderme el nacimiento de mi primera sobrina.

¿Me has echado de menos? ¿Y Daniel? ¿A qué es perfecto? Jaime también, yo creo que hacéis muy buena pareja. Ayer os vi cuando volvíais y recordé aquello que decías. ¿Cómo era?

Sí. Uno, tú llevarías a caballo al amor de tu vida, porque tú lo rescatarías. La Triumph de Daniel bien podría ser ese caballo. Dos, adoraría la pintura de Mendizábal. Ja ja ja jaNo sé si le gusta la pintura, pero pregúntale. Y tres, jajajajaja, entraríamos en oscuridad por un eclipse total de sol. ¿Sabes que el próximo 21 de agosto hay un eclipse? Lo dicho, Jaime es el amor de tu vida. Llámame cuando estés en Valencia y cuídame a Daniel. Besos.

Marina leyó el mensaje un par de veces. Sentía un dolor infinito porque se veía como una sucia traidora, al tiempo que no salía de su asombro al leer aquellas absurdas tres reglas que años atrás con un par de copas de más había dicho a su amiga y, que parecían estar cumpliéndose.

—Marina

—No, Daniel, esto es absurdo. Acabo de traicionar a mi mejor amiga. Tú y yofollando y ella —Las lágrimas resbalaban por sus mejillas—. Ella diciéndome que te cuide —dijo dándole el móvil.

—No —sentándose de golpe con cuidado de no hacerla caer —. No llores, por favor. Escucha—dijo sin poder evitar poner cara de sorpresa al leer aquellas tres normas, sabiendo que no era Jaime, sino él, el rescatado. —. Uno, tú no has traicionado a nadie—empezó a decir secándole las lágrimas. —. Dos, tú y yo no hemos follado y, lo sabes muy bien. De no haber sido tú sino ella, entonces ese hubiese sido el verbo, pero lo nuestroLo nuestro no ha sido solo sexo. —Con su mirada clavada en la de ella especificó—. Tres, yo hablaré con ella si es necesario.

—He de hacerlo yo—contestó agarrándose a las manos de Daniel que continuaban en su cara.

—Como quieras, pero ahora no quiero perderte. ¿Me estás oyendo?

—Es mi mejor amiga.

—Y Jaime el mío y, no tenía problema en aceptar que yo pudiera enamorarme de Judith.

—Ella está enamorada de ti—insistió Marina.

—Pero yo no lo estoy de ella, sin embargo, entre nosotros ha surgido algo muy fuerte y, eso, no me lo puedes negar. Y ahora—calló para besarla —, toca ducharse y vestirse que he de presentarte a alguien.

—Daniel

—Sin rechistar o ¿he de ducharte y vestirte? —provocativo preguntó.

—No —contestó con una ligera sonrisa.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

Con la cegadora luz del sol en los ojos salieron de la casa con los dedos de sus manos entrelazados, Jaime los observaba sonriente desde el porche donde desayunaba en total tranquilidad.

—¿Es lejos?

—No —Sonrió Daniel antes de besarla e invitarla a cruzar.—. Aquí es—Para sorpresa de Marina anunció Daniel nada más cruzar de acera.

—No, no era lejos —respondió, no pudiendo evitar sentirse algo nerviosa por estar a punto de conocer a los abuelos de Daniel. —. Bonita tortuga —dijo pasando sus dedos sobre la tortuga dibujada en la puerta.

—Me alegro que te guste, la dibujé yo.

—Vaya, así que además de jugar con Greta, tu abuelo te enseñó a dibujar.

—Sí, digamos que sí —dijo llamando a la puerta.

Poco tardaron en escucharse los pasos de su abuela y los ladridos de un perro acercándose a la puerta. Marina miró nerviosa a un sonriente Daniel.

—No se comen a nadie. Ni siquiera Grant.

—¿Grant?

—Sí, esta vez mi abuela eligió el nombre del perro.

—¿Por Cary Grant?

—El mismo —respondió pasando el brazo por su cintura mientras la alta cancela era abierta.

—¡Mi nieto favorito! —exclamó la abuela, mientras un impresionante Golden negro subía sus patas delanteras sobre Daniel. —. Quita Grant, yo tengo derechos adquiridos desde hace treinta y tres años. Tú solo lo conoces desde hace cinco.

Una sonrisa se instaló en la cara de Marina viendo aquella escena. Grant enseguida se acercó a ella, tras husmearla y dar el visto bueno, le lamió las manos invitándola a acariciarle.

—Marina, te presento a mi abuela y, aunque parezca tener predilección por mí, he de decir que soy su único nieto —dijo besando a su abuela que le había pasado el brazo por la cintura. —. A Grant ya no hace falta que te lo presente.

—Encantada —dijo dejando de acariciar a Grant para besar a la abuela.

—El placer es mío. Eres la primera chica que mi nieto me trae a casa, así que lo vuestro ha de ser serio.

Iaia, ya está lo suficiente nerviosa. No me la asustes más —bromeó Daniel, guiñándole un ojo y viendo las enrojecidas mejillas de Marina. —. ¿El iaio?

—En su mundo, ¿lo vais a buscar mientras preparo el desayuno en el jardín?

—Perfecto —respondió Daniel, brindándole su mano a Marina, que enseguida entrelazó sus dedos con los de él.

Acompañados de Grant se alejaron de la que parecía ser la casa principal. Marina estaba encantada con aquel jardín en el que primaba la lavanda, que los aromatizaba con su suave y delicada fragancia al pasar junto a ella.

—Esto es precioso. Me recuerda a los jardines de Mendizábal.

—Un jardín mediterráneo, al fin y al cabo —Sonrió Daniel, viéndola observar cada detalle con sumo cuidado.

—Sí, eso será —clavando su mirada en la chimenea de la casa principal y en la peculiar veleta con la silueta de la misma tortuga de la puerta de entrada. —. Daniel

—Me encanta como suena mi nombre en tu voz —dijo tirando de ella, a sabiendas que estaba empezando a sospechar, dentro de la enorme sala. —. ¿Iaio? —preguntó entrando con ella de la mano.

Marina abrió los ojos de par en par, al encontrarse de frente con varias impresionantes pinturas, de las que conocía perfectamente su autoría. Los colores, las líneas, las texturasNo hacía falta buscar la firma de Marcos Mendizábal para saber que eran suyas.

—Tu abueloEres nieto—A Marina no le salían las palabras.

—Hombre, dichosos los ojos que te ven por aquí —escuchó a su espalda Marina, notando los dedos de Daniel soltarse de los de ella para acercarse a su abuelo.

—Cualquiera que te oiga pensará que hace una eternidad que no nos vemos. Y comimos juntos hace dos semanas —abrazando a su abuelo contestó —. Te quiero presentar a alguien, a la que no le había dicho que eras mi abuelo para saber que estaba conmigo por mí y no por ti —bromeó Daniel. —. Marina —la llamó comprobando que estaba absorta disfrutando de la obra de su abuelo. —. Marina

—Déjame a mí

—El mes que viene expongo —dijo una vez a su lado el abuelo de Daniel —. Ven por aquí y te enseño el resto —dijo enganchándose a su brazo para su sorpresa—. Por cierto, soy Marcos, abuelo de ¿tu novio?

—Marina—respondió viendo de soslayo la sonriente cara de Daniel —. ¿Novia? No, no —respondió pasando su mirada del abuelo al nieto.

Iaiointercede por mí —Sonriente intervino Daniel.

—A mí no me metas en tus líos —replicó Mendizábal, invitando a Marina a seguirlo en su recorrido por sus inéditas obras.

Marina no sabía si era por el olor de las pinturas, los disolventes, aceites y demás productos presentes en aquel enorme taller, eran los responsables de sentirse flotando sobre las nubes o, simplemente, era porque se estaba viendo transportado a los distintos paisajes plasmados en cada uno de los cuadros. No terminaba de creerse estar viendo junto a uno de los grandes exponentes de la pintura contemporánea su obra, escuchando de su voz las explicaciones de todo el proceso creativo.

—Este está por terminar, estoy trabajando en él

Marina clavó la mirada en el enorme lienzo, el cuerpo de un hombre desnudo se fundía con el de una mujer, que entremezclados parecían ser la representación del día y la noche. Del amanecer y el atardecer dependiendo de cómo los mirases.

—Eclipse—susurró Marina.

—Buen nombre, te lo tomo —respondió Marcos, viendo la cara de su nieto clavada en Marina y acercándose a él. —. Me gusta —dijo en baja voz.

—Pues anda que a mí—Sonrió Daniel.

—No hace falta que me lo jures —respondió el abuelo con una sonrisa —. Cariño, espero verte el próximo mes en la inauguración de la exposición.

—Sin la menor de las dudas —contestó Marina, dedicándole la mejor de sus sonrisas antes de perderse en la mirada de Daniel.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

—Ahora dime que vas a permitir que perdamos lo surgido entre nosotros —Arrinconándola contra la puerta del chalet de sus padres le dijo Daniel—. Sin quererlo he cumplido esas tres locas premisas tuyas.

—¿Por qué no me dijiste quién era tu abuelo?

—Quería darte la sorpresa.

—¿Pintas?

—No a su nivel —Sonrió besándola.

—¿Me enseñarás tus dibujos?

—Aún me debes un atardecer —dijo volviéndola a besar —. Somos como el eclipse de Mendizábal.

—Mi luna casi no se ve ya —Enseñándole su muñeca respondió antes de colgarse de su cuello.

—Le buscaremos solución si me dejas—acariciándole la casi inexistente luna contestó.

—He de hablar con Judith, Daniel—dijo entre beso y beso.

—Muy bien —apoyando su frente sobre la de ella—, quien me iba a decir que terminaría enamorándome de la famosa profesora que andaba en México. ¿Sabes que llevaba un mes oyendo habar de ti?

—Y yo de ti —respondió Marina.

—Prometo defenderte de los patos —bromeó Daniel.

—Eres idiota —replicó dándole una palmada en el pecho—, sin embargo, yo me sentaré a ver cómo eres atacado por las mofetas. —dijo entrando corriendo en la casa, escapándose de él.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

Ninguno de los dos tenía ganas de despedirse. Ninguno de los dos imaginó lo que el fin de semana les deparaba. Ninguno de los dos oyó la voz de Judith llamándolos desde la esquina. Marina se despojó del casco y bajó de la moto, Daniel hizo lo mismo mientras ella abría la alforja que guardaba su mochila.

—No sé si podré dormir esta noche—acariciándole la cara dio Daniel.

—¿De verdad vas a regresar ahora?

—Sí, esta noche vuelven mis padres y quiero estar allí.

—Conduce con cuidado —respondió Marina poniéndose de puntillas para besarlo. —. Llámame cuando llegues.

—Así lo haré —contestó abrazándola antes de fundirse en un beso sin saber que estaban siendo observados. —. Mañana me tendrás aquí —dijo volviéndola a besar—, ¿y si te vuelves conmigo?

—No, no puedo. No solo me daría una vergüenza atroz estar en tu casa con tus padres

—Está Jaime —la interrumpió.

—Más a mi favor, lo has ignorado por mi culpa.

—Bah, él quería que te tuviera entretenida para intentar que Judith se fijara en él.

—¿Hablas en serio?

—Del todo.

—Así que

—Ni se te ocurra tergiversar mis palabras —sonriente respondió al darse cuenta que Marina iba a darle un giro a sus palabras. —, comienzo a conocerte. ¿Te vienes?

—No, Daniel. No puedo, he de hablar sin falta con Judith, he de explicarle lo sucedido entre nosotros. No quiero que se entere por alguien que no sea yo.

—Entonces, ya que no he logrado convencerte, nos vemos mañana.

—Nos vemos mañana —dijo rodeando con los brazos su cuello —. Llámame al llegar —dijo antes de besarlo.

Paralizada, casi sin respirar, con las lágrimas al borde de caer en picado por sus mejillas, Judith no perdía detalle de la escena. No entendía qué estaba sucediendo, no comprendía por qué su mejor amiga estaba abrazada y besándose con el chico del que le había dicho estar enamorada. Despacio fue reculando hasta apoyarse en la pared, las piernas le temblaban, sintiendo que las fuerzas iban a fallarle de un momento a otro. No solo acababa de ver besarse con alguien, que no era ella, al chico del que estaba enamorada, sino ese alguien era su amiga del alma, Marina.

Poco a poco la ira fue invadiéndola por dentro, un cosquilleo cada vez más intenso se apoderó de su menudo cuerpo desde los pies hasta explotar en sus acuosos ojos. Viendo a Daniel alejarse calle abajo se secó los ojos, tomó aire y agilizó su paso hasta llegar junto a Marina, que observaba alejarse a Daniel.

—¿Algo que contar? —preguntó con una irónica sonrisa en los labios, conteniendo las lágrimas para que no salieran.

—Judith Yo

—¿Qué? ¿Tú, qué?

—Judith, sube a casa, tenemos que hablar —sujetándola por el brazo dijo.

—¿Hablar? ¿De qué quieres hablar conmigo? ¿Qué quieres contarme? ¿Te lo has tirado? ¿Eso me vas a contar? —preguntó soltándose de ella.

—Judith, no es eso —la interrumpió en baja voz.

—¿No es eso? ¿Acaso no has traicionado nuestra amistad? —vociferó —. ¿No hay hombres suficientes en la faz de la tierra que te tienes que encaprichar del que estoy enamorada?

—Judith, por favor, no te pongas así. Sube un momento a casa, yo —intentaba explicar Marina, volviéndola a sujetar del brazo.

—Tú, nada—dijo zafándose nuevamente de sus manos, no pudiendo evitar las lágrimas. —. ¿Por qué? Sabías lo mucho que me gusta, sabías lo que siento por él —sollozó.

—Lo siento, de verdad. Sabes que nunca haría nada que te hiciera daño. Sabes que daría la vida por ti de ser necesario. Eres mucho más que una amiga para mí, eres mi otra mitad, mi hermana

—¿Y lo demuestras enrollándote con el hombre al que quiero?

—¡No sois nada! Daniel no está enamorado de ti, estás tan ciega que no viste lo que estaba ocurriendo entre nosotros delante de tus narices —Marina no podía callar, ya ni siquiera le importaba estar en medio de la calle—. Tú misma nos uniste, hablándole a él de mí y a mí de él. Lo siento, Judith, pero entre nosotros ha surgido algo muy fuerte y no puedo evitarlo. Me hubiese gustado que nada de esto hubiera ocurrido, pero ha ocurrido.

—¿Lo eliges a él?

—No quiero elegir, no me hagas elegir

—No te preocupes —Con los ojos enrojecidos por la rabia, el dolor y el llanto—. No te haré elegir, ¡qué comáis perdices!

—¡Judith! —la llamó intentando retenerla infructuosamente. —. ¡Judith! —volvió a gritar, consiguiendo que se detuviese. —. ¿Vas a permitir que un hombre se interponga entre nosotras? ¿Vas a permitir que un hombre rompa una amistad de treinta años?

—Yo no. Tú —la señaló —. Tú has decidido quedarte con él.

—¡No seas egoísta!

—¿Egoísta? —Soltó una risotada —. Curioso viniendo de alguien que se ha tirado al chico del que estoy enamorada sin pensar en mí.

Marina no dijo nada. Las palabras no le salían, sabía que dijera lo que dijese no iba a poder salvar su amistad. Judith estaba enfadada con ella y, no iba a tomar por válido nada de lo que dijese.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

Ni una, ni dos, ni tres fueron las llamadas de Marina. Ya no sabía el número de veces que la voz de Judith en el buzón de voz la había invitado a dejar un mensaje y, cuantos mensajes había dejado a sabiendas que su amiga no se iba a molestar en oírlos. Estaba desesperada, rota, hasta el punto de no poder saborear, disfrutar el dulce momento que debía estar viviendo junto a Daniel.

—Marina, métete en la cabeza que no hemos hecho nada malo —sosteniéndola por los hombros le dijo una vez más. —. Yo me he enamorado de ti, no de ella. Tú y yo deberíamos estar pasando un verano inolvidable y no está siendo así por ella.

—Entiéndeme, Daniel, de verdad. No puedo quitarme su cara de la cabeza. Es mi mejor amiga —La barbilla le temblaba porque le era imposible hablar de ella sin echarse a llorar.

—Los amigos se alegran por la felicidad del otro —respondió serio —. Y entiendo que se enfadara, que entrara en shock al vernos, pero casi ha pasado un mes y lo único que ha conseguido es que yo no pueda tocarte sin echarte a llorar.

—Daniel, lo siento, pero es que no puedo.

—¿De verdad, estás dispuesta a sacrificar lo nuestro?

—Daniel, necesito alejarme un tiempo.

—¿Alejarte de mí? —Sin soltarla de los hombros preguntó, agachándose hasta apoyar su frente en la de ella. —. Marina, ¿de verdad? —dijo antes de besarla con dulzura —. Dime que no sientes lo mismo que yo —Daniel resbaló sus manos pausadamente por los brazos de ella sin apartar sus ojos de los de ella. —. Mañana es la exposición de mi abuelo. Ahora he de irme, pero mañana espero tu respuesta.

Daniel cogió sus cosas y se acercó a la puerta con una idea clara, no estaba dispuesto a perderla.

—Mañana, te recojo a los ocho.

—Nos vemos allí —sugirió Marina acercándose a él —. Daniel, no te quiero perder, pero necesito un poco de tiempo. Necesito hablar con ella.

—No me vas a perder, no lo voy a permitir —dijo besándola —, y recuerda que he cumplido tus pautas.

Daniel abrió la puerta y se alejó escaleras abajo con un dicho en la cabeza, Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.

—Gracias Jorge —respondió a su amigo por teléfono—. Sabía la calle, pero no el número y no quería preguntarle a Marina. Sí, voy a hablar yo con ella. Estoy hasta los mismísimos de esta situación. Y a ver si nos vemos que desde vuestra vuelta de Roma no hemos quedado. Sí, ya sé que es culpa mía, ¡cómo todo!

—No te flageles. Ni tú, ni Marina, ni nadie tiene la culpa, y eso, Judith tendrá que entenderlo. Te prometo tirarle de las orejas a Marina si no te hace caso. Hala, nos vemos. ¿Qué? ¿A dónde? Ja ja ja ja Ya me contarás.

—Jorge, hablamos. Estoy delante de casa de Judith. Ya te cuento.

De piedra se quedó al abrir la puerta, para nada esperaba la visita de Daniel. Judith no dijo nada, se hizo a un lado y lo dejó pasar. Era extraño tenerlo allí y, lo más curioso es que su cuerpo no mostraba nada de lo que ella creía sentir hacia solo unas semanas.

—Tenemos que hablar —dijo Daniel dejando su casco sobre la pequeña mesa que estaba delante del sofá y no pudiendo evitar fijarse en una foto de la estantería. En ella unas sonrientes Marina y Judith se abrazaban mandando besos al aire. —. ¿De verdad, vas a perderla? —preguntó sin rodeos. —. Judith, entiendo tu enfado, pero no te comprendo —comenzó a decir—. Ese mismo fin de semana iba a hablar contigo, había notado que sentías algo por mí y no quería que te hicieras ilusiones, porque yo no sentía lo mismo. ¿Sabes que Jaime me había pedido entretener a Marina para él poder acercarte a ti? —continuó sin apartar la mirada de ella, que ni pestañeaba—. Sí, ni te diste cuenta de sus sentimientos. Sabes, él estaba dispuesto a hacerse a un lado si yo hubiera estado enamorado de ti. Desea lo mejor para mí, verme feliz, aunque le hubiese dolido, pero somos amigos, mucho más que eso. —explicó—. Sé lo mucho que significa Marina para ti, tu manera de hablar de ella te delata y, Judith, estoy seguro que estas últimas semanas has sufrido por ti y por ella. No la pierdas y no dejes que yo la pierda.

Judith permanecía en silencio. Las palabras de Daniel eran ciertas, no había dicho nada que no lo fuera.

—Judith, no permitas que el orgullo joda lo vuestro y, de paso lo que había surgido entre ella y yo. Sabes, perfectamente, que los sentimientos no pueden controlarse y, ella está intentando controlar lo que siente por mí por no hacerte daño a ti. Sí, no me mires así. Tú, la conoces mejor que yo y, sabes de lo que hablo. Escúchame, mañana va a la exposición de Mendizábal, tras la exposición quiero llevármela de viaje, pero es una sorpresa. Ahora lo que te pido es que vayas a su casa. Hables con ella, arregléis lo vuestro sin decirle que yo he estado aquí y la convenzas de preparar su maleta para unos días.

—¿A dónde la llevas?

—Gran Canaria. Canarias es el mejor sitio de toda España para ver el eclipse de mañana.

—El eclipse—murmuró Judith, recordando aquellas absurdas pautas. —. Al final, eras tú ¿Te gusta Mendizábal?

—Sí, me gusta Mendizábal —respondió con una sonrisa.

—He sido una imbécil, lo siento.

—¿Hablarás con ella?

—Ahora mismo iré a su casa.

—Gracias, Judith —dijo con total sinceridad, dándole un abrazo—. Dale una oportunidad a Jaime.

—¡Daniel! —exclamó sin poder evitar una sonrisa —. Esto no funciona así.

—Lo sé —respondió devolviéndole la sonrisa—. Gracias de nuevo, ¿te veo mañana en la exposición?

—Allí nos veremos.

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

Las lágrimas inundaron sus ojos al abrir y encontrarse con Judith, que se abalanzaba sobre de ella con los brazos abiertos.

—Lo siento, de verdad, lo sientoMarina. No quise decir todo lo que te dije —dijo rompiendo a llorar abrazada a su amiga.

—Te he sentido tan lejos—respondió sorbiendo los mocos—, casi prefería volver a México y volver a escucharte al otro lado del teléfono.

—Lo siento, de verdad que lo siento—repitió sin soltarse de aquellos brazos que tanto había añorado aquellos días. —. ¿Qué tal con Daniel?

—¿Qué tal con Daniel? No lo sé —respondió secándose las lágrimas—. No quiero estar con él si eso me impide tenerte a ti.

—No seas idiota. ¿De verdad, crees que te vas a librar de mí? —preguntó con una sincera sonrisa. —. ¿Nos quedamos en el descansillo o me invitas a tu casa?

—Pasa, pasa —Sonrió Marina, sin poder evitar colgarse del brazo de su amiga. —. ¿Cómo está tu sobrina?

—¡Preciosa! Tienes que verla, es tan bonita, tan perfecta y ¡tan tragona! —Entre risas dijo Judith —. Escúchame, no he venido a hablar de mi sobrina. No puedo entretenerme porque justo he de ir por casa de mi hermana, solo he venido a decirte que prepares el equipaje.

—¿Equipaje?

—Sí, mañana nos vamos de viaje.

—¿Qué? —preguntó sin terminar de creérselo Marina. Los ojos de su amiga no podían mentirle—. Daniel—dijo con una sonrisa—. Él ha hablado contigo, ¿me equivoco?

—No, no lo haces. Yo no puedo ocultarte la verdad, pero tú tampoco puedes negar que estás enamorada de él. Tus ojos han brillado de una manera especial al decir su nombre.

—Judith

—No pasa nada. La vida es así y contra el amor no se puede luchar. Escúchame, él te va a llevar de viaje. No te voy a decir a dónde, pero prepara tus cosas para mañana. Saldrás de viaje tras la inauguración de la exposición de Mendizábal.

—Sabes que es su nieto.

—¿Nieto? ¿De quién? ¡Ostia! Daniel Palacios Mendizábal. ¡Joder!

Marina sonrió y se abrazó nuevamente a su amiga.

—Te quiero, bruja.

—Yo más

☼ ☼ ☼ ☼ ☼

No se lo terminaba de creer. Marina miraba aquel enorme cuadro en medio de la galería sin terminar de creer lo que sus ojos veían. Era ella, aquella era ella, sin la menor de las dudas, allí estaba ella personificando a la luna abrazada al desnudo cuerpo de su sol particular fundidos en medio de ocres, naranjas, rojos que terminaban convirtiéndose en negros hasta diluirse en un eclipse, que no sabría decir si era de sol o de luna. No podía dejar de mirarlo, de estudiar cada detalle, cada matiz, cada textura que llevaban la firma de su pintor favorito, sin embargo, había trazos, que siendo fieles a su línea marcaban una diferencia.

—Buenas noches, Marina, un placer volverte a ver.

—Hola —saludó Marina con una sonrisa aceptando de agrado el abrazo y besos de su pintor favorito. —. ¿Te gusta?

—¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! Pero

—Vaya, un pero—Sonrió —. Esto es interesante, cuéntame.

—Hay algo en el cuadro diferente, no terminan de ser sus líneas

—Tutéame, por dios, no puedo interceder por mi nieto si me tratas de usted—dijo con una sonrisa.

—Daniel, no necesita intermediarios—respondió, devolviéndole la sonrisa —. Por cierto, llega tarde.

—Ese es mi nieto. Su gran defecto, no sabe lo que es la puntualidad.

—Así que, a pesar de todo, sí tiene defectos.

—Sí, no lo dudes. Cuando quieras vienes a casa y te cuento todos los que tiene, como el no pintar más.

Marina abrió los ojos de par en par, pasándolos del sonriente rostro del abuelo de Daniel al enorme Eclipse.

—¿Daniel?

—Suyo y mío. ¿Verdad que es increíble?

—Daniel

—¿Me llamabas? —preguntó a su espalda, haciéndola saltar porque no lo había visto llegar.

—Bueno, Marina no dejes de venir por casa y hazle caso, es buen chico, aunque impuntual, desordenado y

—Abuelo, ¿esa es tu manera de venderme?

—No me hace falta venderte—respondió alejándose.

—Hola —la saludó de nuevo.

—Hola —respondió con una sonrisa.

—¿Te vas de viaje? —preguntó sonriente viendo la pequeña maleta de rueda a su lado.

—Tú dirás —respondió.

—Será chivata

—No tiene secretos para mí. Sus ojos la delataron —contestó acercándose a él —. Gracias por devolvérmela y gracias por hacerme entrar en la historia del arte —rodeando su cuello con los brazos dijo —, puedes agacharte o he de hacerte una llave.

—No te atreverás

—¿Quieres tentar a la suerte? —preguntó antes de besarlo—. Eres increíble

—¿Besando? Ya me lo habían dicho —bromeó a sabiendas que no hablaba de besos.

—¡Creído! Tus besos no están mal —Rio alejándose de él—, pero hablo del cuadro. Me has convertido en la luna.

—En la luna no, en mi luna —enfatizó abrazándola por la cintura.

—¿A dónde me llevas? —apoyando la cabeza en su pecho sin dejar de contemplar el cuadro pregunto.

—A hacer realidad ese cuadro —contestó. —. A eclipsar la tierra

Fin

Eclipse

Elva Martínez

25 de Julio de 2017



Fuente: este post proviene de El Blog de Elva Marmed, donde puedes consultar el contenido original.
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