¡Que te quede bien claro, aquí no hay prórroga! ¡No hay ensayos! ¡No hay segundas oportunidades! ¡No tienes moratoria! ¡Recuerda que no hay esperas! ¡Nada de dilaciones! ¡Olvídate de aplazamientos! ¡Ni retrasos ni esperas!
Podemos enfrentarnos a la muerte de tantas formas posibles, como personas existen. Cada uno asume la pérdida o el dolor de infinidad de maneras.
Duele, jode, agobia, genera impotencia el simple hecho de morir o de perder a nuestros seres queridos. Muchas veces nos produce incredulidad, otras incluso sorpresa o rabia. Pierdes un ser querido y eso implica que ya no podrás compartir momentos a su lado, no podrás verle, tocarle y solo queda consolarte únicamente con los recuerdos vividos. Agarrarte al pasado como un clavo ardiendo para mantener viva su alma, espíritu o sustancia. Avivas su memoria con todo lo vivido.
A veces echamos el alma por la boca, otras por los ojos. Derramamos el dolor de lo que fue y ya no es. De lo que marchó y ya no queda. De lo efímero y fugaz que es la vida. De la putrefacción y desaparición del cuerpo.
Perdidas que no avisan. Tocan en tu puerta sin previo aviso. Te cogen sin peinar, con la comida al fuego o la cama sin hacer. No podemos hacer suplicas para que nos den otra oportunidad o más tiempo para hacer todo aquello que dejamos a medias o sin hacer.
Quizás suene tétrico escribir sobre la muerte y el dolor que ello conlleva. Escribir sobre la pérdida, la angustia y el daño. Jodidamente nos vamos habituando a convivir con ella, y con los años es algo cada vez más usual. Estoy convencida que ahora mismo en tu mente hay una o varias personas que te hacen revivir estas líneas, y no es agradable, lo sé.
Me asombra el apego que tenemos a la vida, pero en cambio, mucho más me asombra que no sabemos vivir. No somos conscientes de lo efímero que es este viaje. De lo fugaz que son los momentos y la manera tan absurda que a veces nos complicamos nuestra propia existencia con ESTUPIDECES.
Creo que no debemos perder de vista la idea de la muerte, sin llegar a angustiarnos, evidentemente. No podemos olvidar que la muerte es parte de la vida, con el único fin y meta que aprender a vivir. Ama tu vida sin excusas, sin reparos ya que no habrán segundas oportunidades.
Aprovechemos cada instante, cada segundo de nuestros días. Hacer de la fase de duelo un aprendizaje para amar la vida con ansias, alegría, optimismo y que cada día vivido sea un regalo.
La vida es bella si se conoce el dolor.
Recuerda Cupidero que la vida es tan corta y el oficio de vivir es tan difícil, que cuando uno empieza a prenderlo, ya hay que morirse (Joaquín Sabina)
LES QUIERO CON MUCHO HUMOR
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