A veces aprovechando la visita a Cartagena que nos hacían nuestros seres queridos y otras ejerciendo de turistas en nuestra propia ciudad, poco a poco estamos conociendo los rincones con más encanto turístico (o con encanto a secas).
De algunos de ellos he hablado por aquí. De otros, me guardo la experiencia para mí.
La última de ellas la hicimos un viernes tonto, hace unas tres semanas, en el que nos apetecía especialmente concedernos tiempo en pareja y mimarnos un poquito.
Decidimos coger el barco turístico que sale del puerto deportivo y recorre la bahía de manera circular durante una hora.
Tenía ganas de mirar la ciudad desde el otro lado al que estoy acostumbrada. Invertir la tierra por el agua y hacerme a la idea de lo que ven los marineros que desde siglos llevan llegando a uno de los puertos estratégicos más importantes del Mediterráneo.
Desde el mar todo se ve de una manera diferente...
El día era brumoso, casi gris. Las nubes no dejaban ver el sol, la brisa del mar era pegajosa y revolvía nuestro pelo con violencia, pero no hacía frío.
Apoyados en la proa, salimos del puerto mientras él no paraba de apuntarme todos los pormenores marineros de la situación. Yo asentía callada y reconozco que fingía estar un poquito más absorta en su explicación de lo que en realidad estaba. A cambio le miraba enternecida y pensaba que aunque siempre muestra signos de todoterreno, este chico lleva la vocación en la sangre.
Mientras, la voz de una grabación sonaba de fondo en dos idiomas y narraba cada detalle, nombraba cada batería, castillo y fortaleza posicionados alrededor de la costa. Son como el ojo que todo lo ve al que nada le pasa desapercibido, ninguna embarcación podía acercarse a la costa sin ser evaluado. Pero casi todas ellas han sido abandonadas...
La única recuperada y museizada por ahora es el Fuerte de Navidad, en el que el barco turístico realiza una parada optativa pero muy recomendable, para la cual se puede adquirir la entrada en el mismo momento en el que se compra el billete para el viaje en barco.
El fuerte es una tosca construcción neoclásica del siglo XIX que se distribuye en torno a un patio exterior del cual se accede a pequeñas salas intercomunicadas llamadas casamatas. Cada una de ellas tiene una pequeña ventana con vistas a la bahía, en la cual se colocaba un cañón.
Aunque algo rudimentario, este conjunto me pareció que tenía un encanto especial. Una impecable restauración y unas vistas alucinantes, que imagino que son las razones por las que muchos cartageneros se animan a alquilar este sitio para celebraciones.
PD: No pudimos evitarlo, cuando el guía nos contó aquello de que allí se hacían bodas, entre los dos imaginamos hasta una posible distribución de las mesas, el catering, la barra de bebidas y el baile. Todos, toditos los detalles.
Tanto y tanto nos metimos en la situación, que fue subir a la terraza de arriba y ya yo me visualicé petipuesta para la ocasión, copa en mano y disfrutando de ver pasar los barcos mientras las luces de Cartagena se van encendiendo... Maravilloso.
PD: Podéis leer más sobre un paseo en barco por la bahía de Cartagena en Müsh.