“El alma es el conjunto de las pasiones.”
Stendhal
Descubrí a Charles Bradley gracias a una abrupta ruptura sentimental. La canción “Why Is It So Hard” se convirtió en pieza lacerante de esos días de extrañeza y tristeza. Rápidamente indagué en la discografía y sobre todo en la biografía de tan singular personaje y no pude más que quedarme perplejo ante la tremenda dureza que Bradley había vivido hasta que fue “rescatado” por los capitostes del increíble sello Daptone Records (Sharon Jones, The Menahan Street Band, The Budos Band o The Como Mamas). Este cúmulo de circunstancias emocionales y musicales me hizo emprender un acérrimo seguimiento tanto al sello como a este artista en particular. Por desgracia no había logrado verlo en directo… hasta la pasada edición del Black Is Back Weekend Festival.
El domingo 26 de junio, en pleno torbellino electoral me adentré junto a mi Santa Esposa y un nuevo amigo sacado de la fraternal cantera en que se ha convertido el legendario bar José Alfredo, en el Patio de Conde Duque para disfrutar de tan cuidada selección de artistas. El recibimiento (siento mucho mucho no haber podido llegar antes) corrió a cargo del soul-funk sincopado de JC Brooks, a quien siguió la maestría y eterna elegancia de James Hunter Six, quien dejo a la audiencia preparada para el torbellino que estaba por estallar.
Cabe destacar que la seducción escénica de Bradley viene precedida por el ejercicio hipnótico de la banda que le acompaña. Una sección rítmica magistral e inconmensurable, con una batería que es verdadera pasión y precisión y un organista que además de deslizar candorosas notas en su hammond ejerció de vibrante maestro de ceremonias de Bradley, un monstruo escénico que desde el minuto uno vino para hacernos sentir que estábamos ante algo memorable. Tras una enaltecedora introducción, Bradley sale a escena para entonar la magistral “Nobody But You”. A partir de ahí el delirio, el contoneo sistémico y sistemático, las ganas de aplaudir a rabiar, los sentimientos exacerbados y la pasión melómana se iban dando de la mano en cada una de las tonadas que interpretaba “The Screaming Eagle of Soul”. Sonaron ‘You Think I Don’t Know’ ,‘You Put a Flame on It”, la gigantesca “Lovin you´, baby”, “Ain’t It a Sin” y para terminar la profética versión de Black Sabbath “Changes”.
Una hora después de su subida al escenario, el artista y su exquisita banda se retiraban del escenario y nos dejaban a la audiencia con ganas de más, pero sabedores de haber paladeado una hora de música legendaria, de arte en mayúsculas y, tal como afirmó George Bernard Shaw: “Los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma.”
Redacción: Juan A. Ruiz-Valdepeñas
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