Pero en 12 meses y algunos días algunas cosas cambiaron y otras se fueron dando:
Mi hija adolescente ganó amigos,
La chiquita aprendió inglés,
El esquí se me dio con relativa facilidad,
La nieve no pudo conmigo,
La casa adquirió olor a hogar,
Entendí como se saca la basura,
No me pierdo tanto como al principio,
Comprendí el porqué de varias costumbres locales,
Conocí nuevos rinconcitos,
Me aceptaron en un equipo de vóley,
Me relajé ante lo que no voy a poder cambiar,
Me hice una amiga nueva, porque en medio de todo el movimiento y el torbellino, mi corazón decidió abrirse de nuevo y se topó con un alma tan perdida como la mía y juntas decidimos hacernos compañía y armamos buen equipo y en el camino vamos diseñando un plan maestro para no sucumbir en este nuevo intento.
Para ponerle la cereza al helado, el mismo día que cumplí aquí un año retomé mi vicio por las carreras y mientras corría 5k, que tuvieron sabor a media maratón completa, recorrí mentalmente lo dejado, lo ganado, lo que se extraña y lo que cambiamos en lo andado y fui feliz recordando, reviviendo y reconociéndome en lo nuevo, en lo raro y hasta en lo imposible que por ahí consigo lograr el otro año.
Fue un gran año, no podría decir si bueno o malo, pero fue grande porque grandes fueron los logros, grandes los tropiezos y enorme todo lo logrado.
Porque como dice mi ventiunica amiga en estos pagos, este lugar no podrá con nosotras, porque acá vinimos con un fin único: conquistarlo y quizá hasta llegar a amarlo.