Hace meses publiqué en este blog y wattpad ¡Hasta Aquí! Historia que me produjo más de un quebradero de cabeza porque no todas las lectoras querían un determinado final, pero así es la vida, no todos tomamos el mismo camino ni optamos por las mismas decisiones. ¿Por qué cuento esto? Hace unos meses me senté a escribir una nueva historia y, de pronto, algún personaje de la historia anterior se coló en ella y, así sin más surgió la idea de la bilogía...
Sin embargo, como sucede en esta vida cuando conoces a la gente, en este caso a los personajes, intuyes lo que harían e, incluso, osas a preguntarles por momentos de su infancia y adolescencia. Por eso y porque ya conocía la base de la historia opté por un cambio de nombre, Carpe Diem, los lectores que siguieron la historia en su momento lo entenderán, pero lo que no se esperan son los cambios. El enriquecimiento de escenas, de diálogos, la aparición de nuevos personajes y... bueno todo eso lo descubrirán cuando salga publicada Carpe Diem en septiembre y Con dos de azúcar en octubre.
Hoy los invito a leer el primer capítulo, desde el cual ya encontrarán muchos cambios...
Agosto, 1993.
Aburrido, casi deseaba la temida vuelta al cole, reencontrarse con sus amigos, volver a los partidos de fútbol en el patio del colegio; comenzaba a pensar que hasta las clases de matemáticas eran más divertidas que aquella urbanización en la que no conocía a nadie. Era extraño, por primera vez en sus diez años de vida, el verano se le estaba haciendo eterno; ya hacía una semana que habían llegado a Cullera y aún no conocía a nadie. Y lo peor, aquel verano su amigo Berto no lo pasaría allí
<<Largo, agosto va a ser muy largo>>, pensaba al tiempo que abría Ivanhoe, la lectura era el mejor método de escape para las soporíferas tardes de agosto.
De mi tierra bella, de mi tierra santa
Oigo este grito de los tambores
Y los timbales al cumbachar
Y ese pregón que canta un hermano
Iván renegó, la música proveniente del jardín de al lado no solo entraba en su habitación, sino parecía querer invadir la Inglaterra medieval que Walter Scott recreaba en sus páginas.
― ¡Ni leer puedo! ―se quejó levantándose para cerrar la ventaba y centrarse en la historia del valeroso caballero. ―. ¡Chicas! ―exclamó, entrecerrando los ojos porque el sol le daba en ellos―. ¡No podía tener chicos por vecinos! ―refunfuñó —. Chicas insoportables, con las que no se puede hablar si no es de— Las palabras se silenciaron de golpe al quedarse paralizado escuchando el dulce tintineo de la más contagiosa y deliciosa de las risas.
El corazón comenzó a latirle aceleradamente, las palmas de las manos empezaron a sudarle mientras sus pupilas se clavaban en aquella chica que reía mientras bailaba al ritmo de la voz de Gloria Estefan. No podía dejar de mirarla, de seguir cada uno de sus pasos, deleitándose con el dulce sonido de su risa.
―Tiene la risa más bonita que jamás haya escuchado —murmuró apoyándose en el alfeizar de la ventana, olvidándose por completo del héroe sajón.
Imposible apartar la mirada de aquella chica, de su cintura, de sus caderas moviéndose al compás de la música, de cada uno de los giros dados junto a las otras dos chicas, invisibles para él. Él solo podía ver las largas y bronceadas piernas de aquella chica que bailaba descalza en el jardín de al lado
Febrero, 2016.
The scars of your love
Remind me of us
They keep me thinking
That we almost had it all
La voz de Lucía se mezclaba con la de Adele, cantar siempre había sido su válvula de escape. Cantar a pleno pulmón mientras conducía era para ella la mejor de las terapias. Sin la menor de las dudas, aquel era el método que mejor le funcionaba. Ella no necesitaba tumbarse en un diván frente a un psicólogo, sino subir el volumen de la radio y cantar como si la vida se le fuera en ello.
Parada frente al tercer o cuarto semáforo en rojo con el que se había topado en el breve camino realizado, dando por certera la ley de Murphy que decía que una vez tropezado con un semáforo en rojo, todos vendría del mismo color; cantaba marcando el ritmo con suaves y constantes golpes en el volante. Emocionada, como si en pleno concierto de la diva inglesa se encontrase, Lucía comenzó a mover la cabeza, agitando su larga cabellera al compás de la música.
Concentrada en la música y en su rabia interior no se daba cuenta de estar siendo el entretenimiento de los conductores de ambos lados.
<< ¡No me lo puedo creer! Sigue teniendo la misma costumbre, está claro que uno puede cumplir años, pero las manías las mantenemos a lo largo de nuestra vida. >>, se decía así mismo Nando, intentando de manera infructuosa llamar la atención de la mujer con la que había compartido su vida.
Youre going to wish you never had met me
Rolling in the deep
Tears are going to fall rolling in the deep
Nando no podía dejar de mirarla y reírse, sin duda alguna, aquella era Lucía en estado puro. ¿Cuánto tiempo hacía que no se veían? <<Dos años, sí dos años hace que nos vimos la última vez, aún no entiendo por qué dejamos de vernos. Bueno, sí, tenía su lógica, pero terminamos de buen rollo, podíamos haber seguido siendo amigos. ¿Amigos? Nando. Sé realista, tú no podrás ser amigo de Lucía en tu vida, lo mejor que te ha podido pasar es no haber coincidido con ella en los últimos años, aunque en breve nos tocará coincidir>>, se decía sin cejar en su empeño de conseguir la atención de Lucía, pero ella no oía sus bocinazos de lo concentrada que estaba en su actuación.
― ¡Mierda! ―gritó al cambiar el color del semáforo y ver a Lucía perderse entre el tráfico de la siguiente calle. ―. ¿Será posible que no vaya a poder contactar con ella? Nada, me tocará esperar a la boda de Ricardo.
Un par de horas antes
―Cariño, he de pedirte un favor. ― escuchó Lucía mientras se enjabonaba en la ducha. ―. Mmm ¡Qué bien huele ese gel tuyo!
―Iván, deja de desviar la conversación y dime lo que me tengas que decir, peropor favor, no me pidas que lleve yo a las niñas.
―Por favor, solo esta vez, he de irme corriendo. Acaban de llamarme y he de ir a cubrir una noticia—explicó sin dejar de observar cada uno de los movimientos de su novia.—.No me da tiempo de llevar a las niñas al cole. Anda, Lu, prometo pagártelo con creces.
―Iván, siempre estamos igual, soy yo la que se hace cargo de Carlota y Davinia la mayor parte del tiempo.
―Ya lo sé, prometo recogerlas esta tarde y llevarlas a ballet.
―Mierda, Iván, siempre estamos igual ―dijo Lucía saliendo de la ducha y envolviéndose en la toalla que Iván le tendía. ―. ¡No me mires así! Anda, vete, ya despierto yo a las niñas y las llevo al colegio por tercera vez en esta semana.
― ¿Te he dicho hoy lo mucho que te quiero y lo guapa que te pones cuando te enfadas? ―preguntó con voz mimosa Iván abrazándola por la cintura y aspirando el aroma del gel de frutas. ―. Mejor me voy o sucumbiré ―dijo acariciando el cuello de Lucía con su nariz.
―Recuerda que las llevas a ballet y no pueden fallar que están con los ensayos de la actuación de carnaval.
―Lo sé, lo sé. ―respondió tras besarla.
Lucía salió del baño envuelta en la mullida toalla negra, recorrió descalza el pequeño pasillo, que separaba su habitación de la de las gemelas, tropezándose con Iván que salía de ver a las pequeñas.
―Te quiero ―le susurró al oído jugando con su mojada melena.
―Te quiero, te quiero palabras―murmuró de manera imperceptible para Iván que cogía su bandolera y salía corriendo de casa.
Carlota y Davinia seguían plácidamente dormidas, Lucía sonrió al verlas, le hacía gracia ver como ambas hermanas dormían en la misma postura, y el pelo se les arremolinaba de la misma manera. Ambas abrazadas a sendos cojines con forma de estrella, que se iluminaba al abrazarse a él.
<<Habrá que ir pensando en lavar esos cojines, cualquier día salen caminando de la habitación. Uffpero yo no pienso discutir con ellas, ¡ni de broma! Iván que se las arregle, ya me hago cargo de más cosas de las que debiera. Al final, siempre soy yo la mala e Iván es siempre el padre guay.>>
―Peques, hora de levantarse. ―De manera dulce y cariñosa dijo Lucía, acariciando la cara de Carlota y luego la de Davinia para despertarlas.
― ¿Y papá? ―preguntaron las dos al unísono nada más abrir los ojos.
―Ha tenido que irse, hoy os llevo yo al colegio.
―Jopetas, él había prometido llevarnos hoy. ―Se quejó Carlota.
―Luego os llevará a ballet. Chicas, voy a vestirme. ―dijo abriendo parcialmente la persiana. ―. Davinia, Carlota no remoloneéis. Arriba, al baño y a la cocina. En diez minutos desayunamos. Venga, chicas, que siempre nos toca correr.
― ¡Ya voy! ―Se quejaron a dúo las dos pequeñas pelirrojas levantándose de la cama siguiendo los mismos movimientos, dejando una vez más asombrada a Lucía al ver sus acompasados movimientos.
Lucía regresó a su habitación, abrió la persiana, la luna seguía luciendo orgullosa, el sol aún no se había molestado en salir de su confortable cama. <<Pensar que en diez minutos llegaría caminando al trabajo y me toca coger coche para llevar a las niñas al cole>>, se decía mientras se peinaba la melena. Poco tardó en desaparecer el silencio reinante hasta hacia unos instantes, las voces y las contagiosas risas de las gemelas corriendo por el pasillo rumbo al cuarto de baño, rompieron la calma matinal.
―Hoy me toca a mí primero, ayer fuiste tú la primera. Jopetas, se lo voy a decir a Lu. ¡Siempre me haces lo mismo!
La voz de Davinia llegaba hasta ella, sabía que de un momento a otro la vería entrar en la habitación. Aquel era el pan nuestro de cada día, las gemelas eran inseparables, nadie podía meterse con la otra, pero eso no las eximía de pelearse entre ellas como cualquier pareja de hermanos.
―Lu ―Oyó desde la puerta Lucía―, Carlota ha vuelto a hacerlo, siempre se adelanta y hoy me tocaba a mí entrar primero.
―Anda, usa este baño. Yo ya he terminado ―Con una sonrisa respondió Lucía dejándole un beso en la pelirroja cabeza.
―Lu, ¿puedo ponerme de esa colonia tuya que huele tan bien? ―Sentada en la taza del váter preguntó Davinia.
―Cariño, lo que huele no es la colonia sino el gel de baño.
―Pues, huele delicioso. No me extraña que papá este loquito contigo.
Lucía no pudo evitar una sonora carcajada al escuchar las palabras de aquella pequeña de siete años.
― ¿Loquito conmigo? ¿Qué expresión es esa?
―Una ―Sonrió Davinia enjabonándose las manos y cotilleando en el cajón donde Lucía guardaba el maquillaje. ―, pero digo la verdad, he visto cómo te mira papi.
―Ah, ¿sí? ―Rio Lucía que, a pesar de ir de cabeza con aquellas hijas postizas, estaba absolutamente enamorada de ellas. ―. ¿Y eso, cómo es?
―Así ―contestó Davinia moviendo las pestañas sin parar y poniendo una sonrisita tonta haciendo a Lucía estallar en carcajadas.
―Entonces, dices tú que tu padre me mira así.
―Sí ―respondió aleteando sus pestañas.
―Creo que tu padre está un tanto tontito, ¿no crees?
―Es un chico, ya sabes.
― ¿De qué habláis? ―preguntó Carlota sumándose a la conversación.
―De papi y cómo mira a Lu.
―Ah, con ojitos de besugo.
― ¿Ojitos de besugo? ―preguntó cruzándose de brazos y riendo Lucía. ―. Chicas, creo que esta tarde vamos a tener una conversación. ―Rio―. Ojitos de besugo, como vuestro padre se entere
― ¡Lu! ―exclamaron las dos pelirrojas al mismo tiempo―. ¡Es un secreto de chicas!
―Vale, vale. No diré nada, aunque está muy feo tener secretitos con la pareja. ―comentó intentando poner cara de rigor.
―Peor es revelar un secreto de chicas, ¿no crees? ―apostilló Carlota.
―Eso. ―corroboró Davinia con un movimiento de cabeza.
―Anda, confabuladoras, corred a vestiros o se nos hará tarde―Sin poder evitar una sonrisa metió prisa a las dos hermanas que se alejaron aleteando las pestañas y poniendo morritos en un claro intento de imitar a su padre.
<<Loquito, loquito, pero siempre me deja el marrón a mí. ¿Cuánto tiempo llevamos juntos? Año y medio, ¿Viviendo juntos? Casi un año, ¿cuántas veces me ha tocado llevar a sus hijas al colegio? Mejor ni lo pienso>>
*****
Imposible, era totalmente imposible aparcar en la calle del colegio. Los coches de los padres se apoderaban de ambos carriles, se amontonaban sobre las aceras mientras los niños salían corriendo rumbo a la puerta del colegio. Mal estacionada delante de un vado Lucía se bajó del coche corriendo para ayudar a las gemelas, cargadas con las mochilas de clase y, la bolsa de ballet. La música de la megafonía del colegio anunciaba que habían llegado justo a tiempo.
― ¿Tenéis todo? ―preguntó sofocada Lucía al escuchar la música que avisaba de la entrada a las clases. ―. ¿Habéis cogido el almuerzo?
―Sí―respondieron al unísono.
―Vale, genial. ¡Buen día, chicas! Nos vemos a la noche en casa.
Lucía vio a las gemelas adentrarse en el patio del colegio en medio del torbellino de padres que entraban y salían a la carrera, de niños arrastrando mochilas de ruedas y abuelos cargados con las carpetas y mochilas de sus nietos. La puerta del colegio le parecía una auténtica jungla de fieras por domesticar, y no precisamente los necesitados de pautas de conductas eran los niños sino más bien los padres, que olvidaban cualquier resquicio de urbanidad en sus carreras diarias.
—¿Maribel? —se preguntó así misma al ver un rostro que le resultaba familiar. —¡Maribel! —saludó agitando la mano y acercándose junto al sonriente rostro que le devolvía el saludo.
—¡Cuánto tiempo! ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Imposible que tengas un hijo en edad escolar! —comentó Maribel dándole un par de besos.
—No, no tengo hijos, pero casi. Son las niñas de mi chico.
—Cierto, ya no estás con Nando, al que hace mucho que no veo.
—Y yo —respondió —. ¿El pequeño ya está en el colegio?
—Sí, hija, el tiempo pasa demasiado rápido.
—Por cierto, ya he visto anunciada tu nueva novela. ¡No pienso perdérmela!
—Ja ja ja Yo y Karen Lovecraft te damos las gracias.
—A ver si nos vemos otro día. Me voy que el trabajo me espera y ya verás el atasco que pillo—respondió son una sonrisa.
—Por aquí nos vemos seguro, este es mi pan nuestro de cada día.
Lucía corrió de vuelta al coche. Sofocada se sentó y puso el cinturón de seguridad mientras veía el esperado y habitual atasco, que se había formado en la calle.
―RespiraRespiraSabías lo que iba a pasar. Esto es así cada mañana, hoy no iba a ser diferente. ―se dijo así misma subiendo el volumen de la música antes de situarse tras el coche que cerraba la fila de padres que, como ella, no llegarían a su hora al trabajo.
Cerca de quince minutos tardó en salir de aquel atolladero y poder poner rumbo a la oficina. Los nervios le hervían por dentro y, sus impolutas uñas color chocolate repiqueteaban en el volante mientras volvía a frenar frente a un nuevo semáforo en rojo.
Theres a fire starting in my heart
Reaching a fever pitch, its bringing me out the dark
Finally I can see your crystal clear
Lucía comenzó a cantar, poco le importaba haber subido el volumen de su voz y estar amenizándoles la mañana a los conductores de ambos lados. Cantar a pleno pulmón siempre le había servido como válvula de escape. En los momentos de más estrés ella cantaba, siempre había sido así, su hermano y sus amigas siempre se habían reído de ella y su particular manera de relajarse en plenos exámenes. Cantar la ayudaba a desconectar, a relajarse, a gestionar su ira. Y aquella mañana necesitaba relajarse, estaba enfadada, no sabía si con ella o con Iván por dejarla siempre al cuidado de sus hijas.
Sí, ella era conocedora que Iván venía con regalo, ¡y qué regalo! ¡Gemelas! Pero, nunca había tenido miedo a los nuevos retos y, dos pequeñas de siete años no iban a separarla del hombre del que estaba enamorada, aunque últimamente tuviese ganas de tirarlo todo por la borda. Casi no se veían, y cada quince días la intimidad desaparecía por completo. Ella dejaba de ser la eficiente y brillante abogada para convertirse en una alocada madrastra que siempre iba corriendo para llevar a las niñas a ballet, natación, ayudarlas con los deberes, prepararles la cena y acabar muerta en el sofá a esperar la llegada de Iván, que últimamente estaba metido en medio de todo follón periodístico que se preciara.
―Verde ―se confirmó así misma poniéndose en marcha ―. ¿Quién es el imbécil que no deja de dar bocinazos?
*****
―Déjame adivinar―Con una sonrisa socarrona, y quitándose un mechón de su pelirroja melena de la boca, dijo Sira nada más verla. ―, otra vez te ha tocado llevar a las niñas al cole.
―Sí, exacto. Premio para la señorita. ―respondió soltando su bolso sobre su mesa y dejándose caer en la silla.
―Lógico que luego no dejen de hablar de ti cuando están conmigo. Estoy por creer que somos nosotras las que compartimos custodia.
―No, tampoco es así ―la interrumpió Lucía, que si algo tenía claro era el amor, la dedicación y la devoción de Iván por sus hijas.
―No, no me entiendas mal. No estoy diciendo que Iván no ejerza de padre, pero sé que te ocupas casi más tú de las niñas que él. Eso no puedes negarlo.
Lucía no dijo nada, las explicaciones sobraban. Ella no necesitaba justificar a Iván ante la madre de sus hijas. Entendía que aquello era más un gesto de empatía de la que en el instituto y la universidad había sido su inseparable amiga hacia ella, que un comentario reprobatorio hacia el hombre del que ambas se enamoraron en la universidad y, sin embargo, a pesar de todo lo sucedido no había resquebrajado su amistad
Madrid, 2008
―Tenemos que hablar. Hace tiempo que dejamos de ser pareja ―Acariciándole la mano que tenía más cerca de él dijo Iván. ―, pero yo sigo sintiendo algo muy fuerte por ti y, necesito que sepas algo por mí― Clavándole sus azules ojos comentó Iván sin dejar de acariciar la mano de Lucía, consiguiendo que su amiga pusiera cara de susto e incomprensión. ―. No me gustaría que te enteraras por otra persona.
― ¿Qué pasa? Iván, me estás asustando. ¿Te ocurre algo? ―preguntó soltando la taza de café en la mesa, dejando caer la mano sobre la de Iván. ―. Ya me sorprendió tu repentina venida a Madrid, pero ahora estás consiguiendo asustarme. ¿Estás bien?
―No tienes por qué asustarte, Lu ―se apresuró a aclarar Iván acariciando el rostro de la chica de la que a pesar de todo seguía sintiendo algo muy fuerte. ―. No, no me pasa nada. Estoy bien. Bueno acojonado porque no esperaba algo así.
―Iván, de verdad, habla claro porque la que se está acojonando soy yo ―dijo entrelazando sus dedos con los de él, al tiempo que clavaba su mirada en la suya preguntándose por qué no seguían juntos.
―LuVoy a ser padre. ―soltó de pronto mirándola directamente a los ojos de una más que sorprendida Lucía.
― ¿Cómo? ¿Cómo que vas a ser padre? ―preguntó alejando su mano de la de él. ―. No sabía que salieras con alguien.
―Bueno, salirSalir no es la palabra.
― ¿Cómo que <<salir>> no es la palabra? ¿Has donado tu semen a alguien que quería ser madre?
―No, no he donado nada.
―Entonces, sí sales con alguien. Ser padre es cosa de dos y digo yo que no vas dejando embarazada por ahí a la primera de cambio.
―NoBuenoQuizás sí
― ¿Cómo que<<quizás sí>>? ―empezaba a inquietarse Lucía con aquella conversación, que hubiese preferido no tener. ―. Sé que sabes explicarte mejor y, bueno, si has venido hasta aquí para hablar conmigo sobre este tema―comentó conteniendo la rabia que la invadía. ―. Podías haberte ahorrado el viaje y habérmelo contado por teléfono.
―No, necesitaba hablar contigo. Necesitaba contártelo, sabes lo importante que eres para mí.
Lucía se había quedado sin palabras, no terminaba de entender qué estaba pasando. Días atrás estaba emocionada con aquella visita, imaginando una reconciliación entre ellos. No, ni siquiera necesitaban reconciliarse porque no estaban enfadados, ambos habían decidido dejar aparcada su relación. Los kilómetros entre Valencia y Madrid les habían afectado mucho más de lo que ellos imaginaron al Lucía tener la oportunidad de realizar su pasantía en uno de los bufetes más prestigiosos de la capital. Oportunidad que surgió de la mano de uno de sus profesores del máster que acababa de finalizar. Decir que no hubiese sido tirar por la borda un inigualable futuro profesional y, ni ella quería perder la oportunidad ni mucho menos Iván quería frenarla.
―Con una llamada hubiese sido más que suficiente ―Con frialdad, conteniéndose las ganas de llorar, dijo Lucía.
―No, una llamada no era suficiente. Tenía Necesitaba contártelo cara a cara―confesó acariciándole las encendidas mejillas. ―. Lu, ella no significa nada para mí ―dijo sin darse cuenta que subía el tono de voz.
―Estupendo, ahora vas dejando embarazada a la primera de cambio.
―Bueno, tampoco es eso. Me conoces y sabes que yo no soy como me estás imaginando.
― ¿No? ¿Y cómo eres? ¿Acaso no has dejado embarazada a alguien a quien no conocías?
―Yo no he dicho que no la conociera, te he dicho que no significa nada para mí, solo es una amiga.
―Como yo, solo una amiga―Con resquemor contestó.
―Tú eres mucho más que eso, lo sabes perfectamente ―dijo acariciándole las mejillas―. Es alguien a quien quiero como amiga, pero de quien no estoy enamorado. Sabes muy bien que solo he estado enamorado dos veces en mi vida.
―Genial, ¿y qué quieres que te diga? ¿Y ella? ¿Qué siente ella por ti? ―preguntó Lucía mientras se daba cuenta que un rostro familiar entraba en el bar. ―. ¿Qué está haciendo Sira aquí? No creo en las casualidades. ¿De verdad es lo que estoy imaginándome? ¿Sira? ¿Te has liado con Sira? ¿Te has tirado a mi mejor amiga y ahora vienes a pedirme comprensión?
―Lu, escucha―dijo agarrándola de la muñeca al ver que su amiga se levantaba con intención de marcharse. ―. Fue un error, nos encontramos en un bar, bebimos más de la cuenta y
―Iván no quiero saberlo. No necesito detalles. ―terminó por decir levantándose cuando ya tenía a Sira delante de ella. ―. Enhorabuena a los dos, que seáis muy felices. Muchas gracias por habérmelo contado. ―dijo mirando a la cara a Sira mientras la apuntaba con el dedo. ―. Creía que éramos amigas y no teníamos secretos.
―Lucía, ¿estás aquí? ―preguntó Sira a una Lucía totalmente abstraída en sus pensamientos.
―Sí, sí, mejor será que me centre en el trabajo.
Las horas del día pasaron sin apenas darse cuenta de ello, cerca de las cuatro una llamada de Iván la hizo volver a la realidad, dándose cuenta que tan absorta había estado en su trabajo que ni siquiera había comido.
―Hola, ¿ya de camino al cole? ―preguntó una temerosa Lucía al ver la hora que era. ―. ¡Otra vez! No, no, no me expliques nada, ya sé que estás enredado con los líos políticos, pero joder que me entran ganas de meterme en política y volverme corrupta a ver si así me haces caso. ¡No te rías! Hablo en serio y metafóricamenteTu madregenial―respondió en tono irónico―, y he de ir a buscarlas a casa de tu madre.
―No, no te preocupes. Mi madre las lleva a casa tras el ensayo.
―De maravilla, justo hoy que se ha quedado como una leonera. Tu madre es un encanto, pero no me gusta darle trabajo.
―No seas tontita―Rio Iván―, sabes que mi madre te adora. Diría que te tiene en un altar por aguantar a su hijo y sus nietas. ―bromeó Iván―. Nos vemos a la noche.
―Iván Nada, no era nada. Nos vemos esta noche.
<<Genial, la casa patas para arriba y la madre de Iván en casa. Genial, estupendo, terminará por pensar que soy un desastre>>, pensaba escuchando el quejido de sus tripas. <<Mejor te olvidas porque ahora ya no hay nada que hacer, respira, coge el bolso, ponte la chaqueta y baja a comer algo.>>.
*****
Nando levantó la vista, una sonrisa invadió su cara de inmediato, estaba claro que el destino había querido que se volvieran a encontrar, tras dos años sin verla aquella era la segunda vez en el día que la veía. Recogió sus cosas de la mesa y avisó al camarero que cambiaba de sitio, no podía perder aquella oportunidad de volver a hablar con ella.
―Hola, Adele, ¿puedo sentarme aquí?
―Se equivoca, no me llamo Adele ―dijo Lucía apartando la mirada del periódico. ―. ¡Nando! ―exclamó sorprendida levantándose para abrazar al que fuera su novio. ―. ¿Se te ha ido la pinza? ¿Tantas mujeres ha habido en tu vida que ya no recuerdas mi nombre?
―Yo solo sé que esta mañana me crucé en la carretera con Adele cantando a pleno pulmón en medio de un atasco.
― ¿Qué? ―preguntó riendo―. ¿Eras tú el tipejo que no dejaba de tocar el claxon?
―Ese era yo, intentando llamar tu atención, pero estaba usted muy concentrada. ¿Qué le cabreaba, señorita?
― ¿Qué me cabreaba? Uff
―Mejor me siento si es tan largo ―comentó soltando sus cosas y sentándose frente a ella. ―. Estás aún más guapa que hace dos años.
―Gracias, siempre tan adulador, pero gracias. Es curioso, esta misma mañana estuve hablando de ti.
—¿Sí? —se interesó ajustándose las gafas.
—Bueno, no te hagas el interesante —Sonrió viendo el gesto de Nando. —. Me encontré con Maribel.
—¿Cuál Maribel? ¿Con mi hermana?
—No, con tu hermana no. Con tu compañera de teclas, de la única que rivaliza contigo en mi ranking de escritores favoritos —dijo mirándolo con una sincera sonrisa —. Por cierto, me encantó tu último libro y gracias por la dedicatoria.
―De nada. ¿Lo leíste?
― ¿Acaso lo dudas?
―No, claro que no.
―Marcela me suena de algo.
―Así que Marcela te suena de algo―repitió sonriente―, supongo que sí.
―Bueno, por lo menos, no quedo mal.
―Eso sería imposible. ¿Por qué no viniste a la presentación en Valencia?
―No sé, pensé en ir, pero luego creí que no sería oportuno.
―Me hubiese gustado verte allí.
―En la próxima, por cierto, ¿para cuándo?
―MmmEn ello estoy. A finales de verano, si me desatasco.
― ¿Don Fernando está sin musas? ¡No me lo puedo creer!
―Mi musa me abandonó hace ya mucho.
Ambos se sonrieron. Las palabras no eran necesarias, desde el principio de su relación, Nando la había llamado así: Musa. Nunca la llamó por su nombre, ni si quiera en público, muchos habían llegado a creer que Musa era su verdadero nombre.
―No me puedo creer que en dos años no haya aparecido ninguna otra. Hay muchas musas vagando por el mundo.
―Ya, pero sabes que los escritores somos así de raritos, a veces rozamos la excentricidad. Sin olvidar decir que somos caprichosos en el tema museril, y no nos vale cualquiera.
―Vaya, he tenido suerte de haber salido bien parada en Cuando las hojas caen, porque no me veo igual de bien parada en tu próximo libro.
―Imposible hablar mal de ti, lo sabes― dijo clavando su mirada en la risueña de ella―. Y dejemos de hablar de mí. ¿Qué es de tu vida? ¿Casada? ¿Con niños? ―empezó con su particular interrogatorio Nando. ―. Esa cara tuya me dice que sí. Así que la señorita Lucía Madariaga Fernández al final ha pasado por el altar y ha tenido hijos. ¡Mira que has corrido en dos años!
―Yo no he dicho que me haya casado y mucho menos sido madre, sabes que no entraba en mis planes. Al menos no en los inmediatos.
―Pues, vaya, debo estar desentrenado y ya no conozco tus sutiles gestos.
―Bueno, he de decir en tu defensa
―Interesante, la señora letrada me defiende.
― ¡No seas payaso! ―Rio Lucía, al tiempo que le daba un ligero empujón.
―Siempre me gustó tu risa.
― ¿Estás intentando ligar conmigo, Nando?
― ¡Yooo!
―Escúchame: no estoy casada pero sí tengo pareja. Llevo casi un año viviendo con Iván, llevamos un año y medio juntos.
― ¿Iván, el periodista? ―preguntó mirándola a los ojos―. ¿El que fuera tu novio? ―siguió preguntando bajo la atenta y asertiva mirada de Lucía. ―. ¿El que tuvo un par de gemelas con tu mejor amiga? ―Un breve silencio se hizo entre ellos. ―. Vaya, para no querer compromisos tienes el lote completo.
―Ya.
― ¿Y qué tal lo de ser madre y esposa?
―No soy ni una cosa ni la otra. No estoy casada
―Eso es un mero formalismo burocrático, y lo sabes. ―la interrumpió.
―Tampoco soy madre. Carlota y Davinia tienen madre y padre, yo solo soy la novia del padre, con la que conviven cuando están en casa de su padre.
―Muy bien, como tú digas. Si no tienes responsabilidades para con ellas, que o mucho me equivoco o no es eso lo que dice tu cara.
―Esto de que me conozcas tan bien y sepas interpretar cada gesto mío da miedito. ―bromeó.
―Ya sabes que me fijo mucho en ese tipo de cosas, manías de escritor.
―Sí, como tu obsesión por los olores de los lugares, las texturas de las cosas
―Cierto, cierto
―Y que eres un mentirosillo―Sonrió Lucía.
― ¿Cómo que soy un mentirosillo? ―Rio Nando―. ¿Dos años sin vernos y lo primero que haces es llamarme mentiroso?
― ¿Quieres hacerme creer que Ricardo no te ha tenido al tanto de mi vida?
―No, señorita. ¿Te tiene al tanto de la mía, el cotilla que está en capilla?
―No, la verdad es que no ―dijo sin poder borrar la sonrisa ―. Si hay algo que admiro de Ricardo es su imparcialidad y su saber estar.
―Sí, yo no sé si hubiese sido capaz de no tomar partido de haber estado en su situación.
―Ni yo ―reconoció Lucía―. Nando, te tengo que dejar. He de volver al trabajo.
―Vale, pero tenemos que volver a vernos. Por cierto, imagino que nos vemos en la boda. ¿Vas a la boda de Ricardo?
―Sí, claro, pero aún falta.
―No tanto. ¿Con Iván?
―Sí, claro.
― ¿Y os quedareis el fin de semana?
―Sí, ese es el plan.
―Por fin, podré conocerle.
―Sí.
―Me gusta mucho como escribe, ahora andará liado con el caso Tabula y demás trapicheos políticos.
―Con el Tabula, los pactos para formar gobierno, el Noosy no sé cuántas cosas más.
―Hombre ocupado.
―Sí.
―Y padre de dos niñas.
―Sí. No sé a dónde quieres llegar.
―Nada, solo que poco tiempo le quedara para disfrutar de su pedazo de novia.
―Nando, me tengo que ir.
― ¿Te parece bien si te llamo un día y comemos tranquilamente?
―Me parece genial ―dijo clavando su mirada en la de él.
*****
Cansada, solo tenía ganas de llegar a casa, ponerse cómoda, tumbarse en el sofá a leer hasta que llegase Iván, pero sabía que no era posible. Dos niñas de siete años con las pilas siempre puestas y conversación interminable la esperaban en casa y, no estaban solas: su abuela estaría con ellas. No es que Sole, la madre de Iván, le cayera mal; todo lo contrario. Sole era encantadora, siempre estaba dispuesta a ayudar, pero a Lucía no le gustaba abusar de su buena voluntad.
La puerta del ascensor se abrió y hasta ella llegaron los ecos de las risas de Davinia y Carlota. Lucía respiró un par de veces antes de girar la llave en la cerradura, abrió luciendo una sonrisa y saludando desde la puerta sin obtener respuesta se dirigió hasta el salón, donde Sole atendía a la conversación de sus nietas.
―Hola, ya estoy en casa ―saludó asomándose desde la puerta aun con el bolso y la chaqueta en la mano. ―. ¿Qué tal Sole?
―Bien, aquí con estas dos que no se cansan nunca.
―Lu, ¿quieres que te hagamos el baile? ¿Ya lo tenemos todooo ―recalcó Carlota moviendo sus manos de manera grandilocuente― súper ensayado?
― Vendrás a vernos con papá, ¿verdad? ―preguntó Davinia dando un triple giro con la pierna izquierda estirada estando a punto de darle al televisor.
―Davinia, ¡calcula los espacios! ―la recriminó Carlota.
―Chicas, chicas, ahora vengo. Dejo esto en la habitación y vengo a ver ese baile. ¿Sole quieres tomar algo?
―No, gracias. No te preocupes por mí, hemos parado a merendar antes de entrar en clase de baile. ―dijo levantándose del sofá. ―. ¿Quieres que te ayude con algo?
―No, de verdad, Sole. Siéntate y disfruta de tus nietas. Ya bastante has hecho con ir a buscarlas, llevarlas a baile, darles la merienda y traerlas a casa. Por cierto, niñas. ¿Deberes?
―Hechos. ―respondieron al unísono.
*****
Iván sonrió nada más entrar en casa, hasta él llegaba las contagiosas y eternas risas de sus hijas mezcladas con las de Lucía. No sabía muy bien la razón, pero desde siempre se había sentido atraído por la risa femenina. Su mejor amigo, Berto, se burlaba de él diciendo: ―Mira que eres raro. No te fijas en el culo o en un buen escote. Tú te enamoras de una risa y, no de una cualquiera sino de la que supuestamente te recuerde a la de la niña que te dio calabazas. ―. Despacio y sigilosamente se acercó a la puerta de la cocina, donde Lucía sacaba unas pizzas del horno sin perder detalle de la conversación de las dos niñas.
―Quiero más detalles, ¿quién es ese niño? ¿Va a vuestra clase?
―No, está en segundo B. Él está en la línea de valenciano, pero nos vemos siempre en el patio. ―explicaba Carlota.
― ¿Y yo lo he visto alguna vez?
―Seguro que sí. ―respondieron las dos.
Ninguna de las tres se había percatado estar siendo escuchadas por Iván.
―A ver, entiendo que seáis gemelas y os guste las mismas cosas, pero ¿no hay más niños que os tiene que gustar el mismo? ¿Tan guapo es?
―Pues, como tú y nuestra madre. ¿No os gustaba a las dos, papá?
Iván tuvo que aguantarse la risa para no ser descubierto por las tres mujeres de su vida.
―Bueno, pero vosotras no tenéis que ser tan complicadas.
―Ya, pero es tan monoooo ―comentó Davinia―, se le hacen unos hoyitos aquí cuando sonríe, como a papá cuando te mira.
―Sí, es verdad―insistió Carlota.
―Voy a tener que fijarme en esas caras de vuestro padre, porque lleváis todo el día con lo mismo. ―Rio Lucía dejando las pizzas sobre la mesa y descubriendo que estaban siendo observadas. ―. Vaya, ¿llevas mucho ahí?
―El suficiente para oír cosas que un padre preferiría no saber. ¿Quién es ese niño al que tengo que amenazar con matar si hace sufrir a mis bailarinas?
― ¡Papi! ―exclamaron las dos entre risas colgándose del cuello del padre y llenándole de besos.
― ¿Me dejáis besar a Lu y ponerle carita de tonto? ―preguntó, consiguiendo una risa tonta en sus hijas. ―. Mmm ¡Qué bien hueles! ―le susurró antes de besarla.
Carlota y Davinia emulaban a su padre y Lucía abrazándose, siendo pilladas in fraganti por Iván nada más girarse.
―Esto Esto ¿Esto también se lo hacéis a Sira?
―No, porque mami se enfada y tú no, papi. ―respondió Carlota levantando lo hombros mientras su hermana corroboraba sus palabras.
―Y porque mamá no tiene novio ―apuntó Davinia.
*****
La tranquilidad se podía respirar en cada una de las estancias de la casa, las niñas llevaban casi media hora en brazos de Morfeo. Iván llevaba un buen rato zapeando en el sofá, sin encontrar nada que terminara de convencerle. Lucía se dejó caer junto a él, Iván en seguida la atrajo hacia su cuerpo pasándole su brazo izquierdo por la espalda.
― ¿Has destapado muchos secretos políticos? ¿Muchas visitas a la Ciudad de la Justicia?
―Puaff Pues se va a montar una buena, eso te lo digo ya.
― ¿Con la ex-alcaldesa?
―Si fuera solo ella.
― ¿Y qué, algún soplo sobre el posible candidato?
―Nada, estamos igual pero cada vez está más claro que el rey se lo encomendará a Sánchez.
―Hombre, eso es de lógica, ya solo por no haber aceptado en su momento Rajoy, ya no debería ni haber opción. No entiendo para qué tanta reunión y tanta tontería.
― ¿Y tu día? ¿Qué tal?
―Liada. Entre papeles, como siempre, para no variar. Ya sabes, divorciando a gente.
― ¡Qué mala persona eres! ―Rio Iván revolviéndole el pelo y robándole un beso.
―Más mala tendría que ser.
―Uy, eso me suena a indirecta recriminatoria.
―Si tú lo dices.
―No lo digo, lo sé ―aseguró Iván acariciando la cara de su chica y obligándola a mirarlo. ―. Lo siento, cariño, de verdad. Sé que las niñas no son tema tuyo y te estaré eternamente agradecido por cuidarlas, llevarlas al colegio y escuchar sus locuras. Espero que la situación política se relaje y el trabajo disminuya, pero es que estoy metido en todos los líos.
―Ya sé que no es culpa tuya, pero llevamos semanas. Semanas no, meses ya, que desde finales del año pasado estamos con estos líos. Las elecciones catalanas, las nacionales, los pactos, los trapicheos judiciales―enumeró Lucía―. No pasamos más de un par de horas juntos al día. El pasado fin de semana estuviste fuera y este
―Este te prometo que no trabajo. ―contestó mirándola a los ojos y besándola.
―No prometas cosas que no puedes o, no sabes si puedes cumplir.
―Te lo prometo, de verdad.
―Cariño, en un par de días saldrá el nombramiento del candidato a presidente, comenzarán las reuniones y, seguro que más de un día te desplazas a Madrid.
―Este fin de semana es nuestro, de verdad, las niñas se van mañana con Sira y tendremos la casa para los dos solitos.
―Mmm Suena a proposición deshonesta. ―respondió entre beso y beso.
―Mira, igual mañana puedo acercarme a comer contigo, así no comes solita.
―Nunca como sola ―respondió burlona Lucía. ―. De hecho, hoy creía que comería sola porque se me hizo tarde para bajar y me encontré con Nando en el bar.
― ¿Nando?
―Sí, Nando. Ya sabes, mi amigo el escritor.
―Tu amigo el escritor―enfatizó Iván―, quieres decir el que fuera tu novio.
―Sí, ambos son la misma persona.
―Tengo ganas yo de conocerle.
―Eso mismo me dijo él de ti, saciareis vuestra curiosidad en la boda de Ricardo.
―Ricardo, ese es otro al que me apetece conocer, pero sobre todo al escritor.
― ¿Y tanta curiosidad a qué se debe?
―Eso, curiosidad ―contestó besándola mientras la hacía caer en el sofá y tumbándose sobre ella sin dejar de besarla. ―. Quiero saber por quién me sustituiste.
―Te recuerdo que yo no te sustituí ―recordó Lucía sin dejar de besarlo. ―. IvánIván ―dijo entre beso y beso.
―Dime
―No estamos solos―dijo estremeciéndose bajo su contacto.
―Están dormidas.
― ¿Y si se levantan?
―Eso no va a ocurrir―replicó subiéndole poco a poco la camiseta del pijama hasta terminar de quitársela. ―. Mmm El olor de ese gel tuyo es peligroso, da ganas de comérselo ―murmuró apoyando sus manos con fuerza en el sofá. ―. Este fin de semana no vemos a nadie, nos quedamos en casa. Solos. Tú y yo ―comentó al tiempo que sus labios recorrían el cuerpo de Lucía, sin ser consciente que su mano izquierda se apoyaba en el mando de la tele, accionándolo sin querer y haciendo que el volumen subiera a tope.
― ¡Mierda! ―gritaron asustados al unísono los dos, sentándose de golpe en el sofá.
El mando salió disparado por encima de sus cabezas tropezando con una de las librerías que cubría las paredes del salón.
― ¡Papá! ―se escuchó por el pasillo.
―Joder, joder―repetía Lucía mientras buscaba su camiseta entre los cojines del sofá. Dándole tiempo de medio taparse con ella antes de entrar una somnolienta Davinia en el salón.
― ¿Pasa algo, cariño? ―preguntó carraspeando Iván levantándose y sonriendo al ver la cara de Lucía. Era un auténtico poema.
―Un estruendo me ha despertado―dijo, sin poder evitar una pícara sonrisa porque sabía que había pillado a su padre y Lucía. ―. ¿Qué ha pasado?
―No ha sido nada. Vamos, te acompaño a la cama. ―dijo Iván empujando con suavidad a su hija hacia el pasillo.
―Buenas noches, Lu ―dijo una sonriente Davinia antes de salir del salón.
―Buenas noches ―contestó una acalorada Lucía que no sabía dónde meterse, aquella situación le producía una vergüenza atroz.
Lucía buscó por los canales, dejando una serie que estaba ya comenzada. Al regresar Iván se la encontró concentrada en la tele.
― ¿Interesante? ―Con sorna preguntó sentándose junto a ella.
―Ni se te ocurra volver a empezar con los cariñitos, esto ha sido bochornoso.
―No digas tonterías, no ha visto nada de nada.
― ¿A mí medio desnuda?
―Ha sido divertido.
― ¿Divertido? ―preguntó sin poder evitar la risa Lucía.
― ¿Vas a ver esto o nos vamos a la cama?
― ¿Ya tienes sueño?
―No ―respondió apagando la tele sin darle tiempo a contestar y tirando de ella para levantarla del sofá. ―. Ni pizca