Los recuerdos caen por el cristal. Siento, caigo, veo el tiempo que fue.
De tu mano recorrí los caminos y dejé, junto a ti, huellas en la arena del mar.
No estás mientras el otoño me araña el corazón.
Te he visto rodar calle abajo.
Antes, en la noche obscura, podía refugiarme en tus brazos, podía llamarte a las tres de la madrugada. Mirarte por horas, hablarte de las rosas secas del parque, de las olas de tiempo y del debate conmigo dentro de mi cabeza.
Ya no. Te veo, y quisiera, pero no te puedo sentir como algo mío en algún modo. Las noches, lentas, largas y frías, me dicen que ya no debo, ni puedo, es más, es como si nunca jamás hubieras sido la parte viva de mi alma.
Siento, caigo, apedreo los tejados cerca de tu casa, no estás.
Tengo miedo? Es posible. Del olvido, se saber que lo que es tu centro, tu mundo, y tú el suyo, de pronto, ya ni siquiera tienes el derecho a poderte abrazar, a poder besar tu frente, que ya no necesitas nunca más, acariciar mi rostro. No estoy a salvo volando bajo tu cielo.
Para tener ese derecho, tal vez, debimos secar el uno al otro nuestras lágrimas.
Fuente: este post proviene de Ilargia, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado: