Asturias, el Paraíso de los Sentidos (XI)

Antes de entrar en Oviedo, capital del Principado, hacemos una parada en un monumento fundamental e inexcusable, Santa María del Naranco.



Lo primero que debemos de saber de ella es que no fue concebida ni edificada como templo, sino como Aula Regia, es decir, como salón de trono o consejo para el rey Ramiro I al las afueras de Oviedo.



Construida en estilo prerrománico asturiano, formaba parte de un conjunto palacial que incluía la cercana iglesia de San Miguel de Lillo. Ocurrió que parte de las naves de Santa María acabaron destruidas, lo que motivó su transformación en templo., alrededor del siglo XII.



Su importancia arquitectónica y su elegante belleza hicieron que se colocara bajo el paraguas del Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1985.





Para poder elevarla al cielo, la iglesia fue construida sobre un zócalo que la nivela en la suave pendiente en la que se localiza, con ello se solucionó el problema de la inclinación y se pudo construir la nave de 20 metros de largo y tan sólo seis de ancho, llegando a los 11 metros de estilizada altura.





Si nos paramos frente a ella y nos fijamos en sus paredes exteriores, veremos un cambio de color significativo. Hay una parte del lienzo con piedras de un color y por encima dos de otro, que separan las tres plantas de las que consta el edificio.





Pero aprovechemos que la iglesia quiere mostrarnos sus entrañas y entremos para fascinarnos con ella.

Bajemos primero a la cripta, cerrada y como diríamos hoy, minimalista. Está cubierta por una bóveda de cañón, con un parecido notable con la Cámara Santa de Oviedo. Con toda probabilidad, el monarca la usaría como sala de recepciones y audiencia.



Subimos al magnífico piso superior saliendo al prado y accediendo a él por una escalera exterior adosada al muro.




Compuesta por una sola habitación, la cámara tiene dos singulares miradores a cada uno de sus lados, con preciosos arcos que como marcos dan forma al paisaje que desde ellos podemos contemplar.




La parte central está también cubierta por una bóveda con seis arcos que la sostienen y que le dan una altura que no se percibe desde fuera del edificio.





Especialmente hermosos son los fustes de las columnas y sus capiteles que representan formas animales que hacen juego con los grandes medallones que adornan los arcos. Los motivos usados para la decoración son de temática bélica, y representan a guerrero sobre sus monturas en formación de batalla.




Como última curiosidad, decir que Woody Allen, gran amante del Principado, eligió Santa María del Naranco como escenario para una de sus películas.




Compartiendo paisaje y ubicación encontramos la iglesia de San Miguel de Lillo, también ligada a la monarquía asturiana, salida de la alta nobleza astur que se enfrentó a los musulmanes y frenaron su avance.



Casi un siglo después de la Reconquista se eligió este emplazamiento al sur del monte Naranco para construir un complejo palaciego del que tan sólo quedan los dos templos.





Fue por tanto San Miguel, la capilla oficial de la corte de Ramiro, y según recientes investigaciones, la estructura que hoy visitamos es tan sólo una tercera parte del edificio original, ya que el resto sucumbió por un deslizamiento de tierras provocado por la crecida de un arroyo cercano.





Por tanto nuestra visita se limitará al pórtico, el vestíbulo y el arranque de la primitiva iglesia, que llegó a tener 20 metros de largo por 10 de ancho y una altura igual a Santa María, es decir 11 metros.





Cubierto por una bóveda, el edificio tiene tres naves de varias alturas que en su momento le dieron forma de cruz latina. Poco queda de aquellos motivos artísticos que en su tiempo le dieron fama y belleza, aunque basta mirar al techo para ver las pinturas que durante siglos quedaron ocultas por el humo de las velas y el vaho de la respiración de los fieles que a ella acudían a rezar, y que han vuelto a salir a la luz tras una reciente restauración.



Eso en cuanto a la pintura, pero la escultura también está presente en las jambas de la puerta principal, donde se representan figuras humanas en diversas posturas y acciones.





En el exterior destacan las celosías de piedra en las pequeñas ventanas, de las que se conservan tan sólo cuatro, así como las columnas que sustentan la bóveda.






Y entramos en la capital del Principado, Oviedo. Recomiendo a los que tengan poco tiempo en la ciudad unirse a la visita guiada por Oviedo

Como la mayoría de los visitantes, lo hacemos cruzando el pulmón verde de la capital asturiana, el Campo de San Francisco, antesala del casco histórico y lugar de solaz de los ovetenses.


Lo que hoy pueden disfrutar como un gigantesco parque de 90.000 metros cuadrados, fue en su momento huerto de un convento franciscano que se levantaba en lo que hoy conforma una de las esquinas del espacio verde.



Tras la desamortización de Mendizábal, el huerto pasó a ser propiedad del ayuntamiento y transformado en parque público, conservándose la mayoría de ejemplares de los gigantescos y ancianos árboles que lo pueblan. Así podemos admirar hoy bajo su sombra, robles de 300 años, un plátano de sombra de más de 40 metros de altura y otras curiosidades vegetales que forman un conjunto de más de mil ejemplares.



Pero no todo es masa verde, ya que dentro de sus límites encontramos también un quiosco de música, una biblioteca, varias fuentes y algo que encanta a los ovetenses, las esculturas.

De todas ellas me quedo con dos, una clásica y otra más contemporánea.

La primera corresponde al homenaje a José Tartiere, empresario y emprendedor y figura clave de la ciudad y su comarca. El monumento lo representa en bronce, acompañado por cuatro figuras en mármol que representan las industrias a las que favoreció.



Más popular es la dedicada a La Torera (Josefa Carril), una popular fotógrafa que realizaba su trabajo en este lugar del parque, tomando imágenes que retrataban a la pujante burguesía de la época.



Frente al conjunto de Tartiere encontramos la Plaza de la Escandalera, popular lugar de reunión de los ovetenses con un conjunto arquitectónico espléndido. Po un lado tenemos el magnífico edificio de la Caja de Ahorros de Asturias, construido en la década de los 60 del pasado siglo y que domina la plaza. Delante, intentando robar protagonismo, encontramos una obra de Botero, "La Maternidad". Esta escultura, que mide casi dos metros y medio de altura y pesa 800 kilos, representa a una madre con su hijo sobre las rodillas, con las formas redondas tan propias del escultor colombiano.



En la esquina opuesta admiramos el precios edificio de la Junta General del Principado de Asturias. Este precioso edificio nació como Palacio de la Diputación en 1910, justo donde se encontraba el ya citado convento de San Francisco, que en ese momento funcionaba como hospital y que con su estructura medieval dificultaba el nuevo trazado para la creciente expansión de la ciudad. En su interior se conserva una espléndida colección de relojes antiguos y una serie de pinturas costumbristas de gran valor artístico.



Seguimos nuestro camino por la calle San francisco para encontrarnos con la antigua Universidad de Oviedo, edificio que funcionó desde 1608 hasta 1980 como centro docente superior en la ciudad, y que hoy conserva el Rectorado y la Secretaría de la ciudad. Este hermoso edificio poseía un fondo de archivo y biblioteca de inmenso valor, perdido tras la Revolución de 1934 y la Guerra Civil.



Austero y casi carente de cualquier adorno, tras su reconstrucción mantuvo alguna de sus otras funciones como la de la torre, que sigue siendo campanario y observatorio astronómico.





Cerca se localiza otra de las más de un centenar de esculturas que salpican la ciudad. En este caso es la conocida como "El viajero" aunque su verdadero nombre es "El regreso de Williams B. Arrensberg". Es sin duda, junto a "La Regenta" una de las más fotografiadas de Oviedo.



Frente a él encontramos el Real Instituto de Estudios Asturianos, que ocupa el antiguo y barroco Palacio de los Condes de Toreno y fue lugar de nacimiento de José María Queipo de Llano, personaje de gran importancia durante la Guerra de la Independencia.



Por su parte el cercano Palacio de los Camposagrado, que nos recuerda a la familia que ya conocimos en Avilés, es sede del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. En su frente mezcla varios estilos arquitectónicos, ya que fueron varios los arquitectos que se sucedieron en su construcción, aunque predominan el barroco y el clásico. Se levantó en 1752, y aunque experimentó varias reformas, fue tras la Revolución de 1934 cuando tuvo que ser casi totalmente reconstruido, ya que resultó gravemente dañado por un incendio.



En la Plaza de Alfonso II el Casto, que es la misma de la Catedral, encontramos la pequeña capilla de la Balesquida, dedicada a la Virgen de la Esperanza.



A través de una reja en medio de una puerta de madera podemos atisbar parte de este minúsculo templo que recuerda a Velasquita Giraldéz, dama ovetense que tanto favoreció al gremio de sastres durante el siglo XIII, donando dineros y propiedades a la cofradía, aparte de fundar un hospital.



Bordeando la plaza también vemos el Palacio de Valdecarzana-Heredia, hogar de la prestigiosa familia Miranda y mandado a construir por el marqués para demostrar su nobleza y posición social. Se trata de una estructura que aunque barroca, es solemne y austera, con escasa decoración en su portada y que sólo se permite el exceso en el escudo familiar, que representa a Hércules y el león de Nemea. Durante algún tiempo fue casino para luego pasar a ser sede de la Audiencia Territorial de Asturias.




Otro de los edificios de interés de la plaza es la llamada Casa de la Rúa, que según las investigaciones es la estructura civil más antigua de Oviedo, datado en el siglo XV, Durante siglos fue residencia del Marqués del Marcenado, es decir, solar de la familia Navia-Osorio y después de una profunda restauración, parte de él se ha dedicado a la celebración de exposiciones y eventos.



Llama la atención, a un costado de la Catedral el edificio que en 1929 se levantó para ser sede del Monte de Piedad y Hogar del Pensionista de Cajastur. Los ovetenses siguen conociéndolo como Caja de Ahorros de Asturias y según se dice, en breve pasará a ser un hotel de gran lujo.



En el lado opuesto se halla una fuente que hace de unión entre los dos niveles que tiene la plaza y desde donde se tiene una visión perfecta del conjunto arquitectónico.



Pero ya es hora de visitar el templo más importante de la ciudad, la Catedral.



La Catedral de San Salvador de Oviedo tiene una larga historia, que además ha sido detalladamente documentada e investigada a lo largo de los siglos. Fue en el año 761 cuando dos religiosos limpiaron y prepararon un terreno en la entonces conocida como colina Oveto para construir el monasterio de San Vicente.



Algo más tarde nacería aquí el rey Alfonso II el Casto, que da nombre a la actual plaza y que convertiría a Oviedo en la capital del reino astur. Su padre levantó cerca del convento una iglesia dedicada a San Salvador, reconstruida tras los ataques musulmanes por Alfonso. Ya en el año 1388 se decide reemplazarla por la actual catedral de estilo gótico, debido al creciente número de habitantes de la nueva capital.



Durante casi tres siglos se trabaja incansablemente en la construcción del templo y a esto debemos añadir otro más para que pudieran terminarse las capillas y panteones que la rodean. Dado que su mayor parte se levantó en el siglo XV, el estilo que predomina es el gótico flamígero.



Lugar ineludible de peregrinaciones a lo largo de los siglos, su principal magnetismo religioso y de fe está centrado en la capilla de San Miguel o Cámara Santa, donde se guarda la Cruz de los Ángeles y de la Victoria (símbolos de Oviedo y de todo el Principado), la Caja de las Ágatas y el Arca Santa, con un gran número de reliquias entre las que destaca el Santo Sudario.



Tres son las naves que muestran un interior que parece elevarse al cielo, de piedra clara y luminosa.









Al fondo apreciamos el fabuloso retablo mayor, que junto con el de Toledo y Sevilla, conforman el más valioso conjunto de su tipo en toda España. Con 12 metros de altura, relata en estilo gótico hispano-flamenco el nacimiento, vida y muerte de Jesús.



Recorriendo al detalle el interior es de obligada visita la Capilla de Santa Eulalia, donde en una urna de plata, bajo un templete, descansan las reliquias de la santa.



Igualmente es inexcusable es detenernos ante la imagen del Salvador, patrón de la Catedral. Se trata de una imagen de Jesús, cuyos orígenes de suponen anteriores al mismo templo. Este punto marca el inicio del Camino Primitivo a Santiago, por lo que suele decirse que " el que va a Santiago y no al Salvador, visita al criado, no al Señor".



Hace poco restauradas, las capillas doradas vuelven a brillar en todo su esplendor, como la de San Pedro...


La de la Transfixión.



O la de Santa Teresa.



Pasamos ante el Cristo de Velarde, una magnífica talla manierista de más de 2 metros de altura atribuida a Berruguete.



Y concluimos la visita girando alrededor de la estructura de la catedral para admirar sus volúmenes y estructuras. Como las románicas, perfectamente integradas en el volumen gótico del templo.



La fastuosa torre de 80 metros de altura no sólo es famosa por verse desde casi cualquier punto de la ciudad, sino por ser una de las protagonistas de la novela "La Regenta", de Leopoldo Alas Clarín.



Por su parte, la Torre Vieja, se construyó en el siglo X para proteger las reliquias de la Cámara Santa de las incursiones normandas y musulmanas.



Gruesos muros de metro y medio de espesor, conforman la estructura de esta torre.



En la Plaza Corrada del Obispo encontramos el Palacio Episcopal, que ocupa el solar donde se levantaron los palacios de los primeros reyes asturianos. Poco queda de la construcción original, aparte de la fachada, ya que fue gravemente dañado por un incendio en el siglo XVI y durante la Revolución del 34.



Nos despide de este rincón, el exterior del Claustro de la Catedral.



Entramos por la calle San Vicente, y pasamos bajo el arco anexo al Monasterio del mismo nombre y que unía sus dependencias.



A continuación llegamos a la Plaza de Feijoo, en cuyo centro se erige una escultura de los años 50 del siglo XX, que recuerda al catedrático de teología que residió en el monasterio de San Vicente, y que mira directamente a la celda donde tantos años vivió mientras impartía sus clases y desarrollaba sus talentos de ensayista y polígrafo.



Pasamos ante el monasterio de San Pelayo, ocupado casi ininterrumpidamente por religiosos desde el siglo IX. Fundado bajo la advocación de San Juan Bautista, el traslado de los restos del niño mártir gallego San Pelayo. El fondo documental y de archivos que guarda tiene un valor incalculable. La mayor parte de la estructura data de los siglos XVI y XVIII.



Enfilamos la calle Jovellanos, y a la altura del número 8, encontramos restos de la primera muralla medieval, integrados hoy en el trazado urbano.



Frente a ellos, la Casa de Campomanes, muy valiosa por ser considerada el primer ejemplar de casa de habitaciones en el barroco asturiano, que construyera la nobleza rural en Oviedo. Hoy es sede de la Casa del Pueblo del PSOE.



Pasamos por el hermoso edificio que en su día compartieron el Gran Hotel Covadonga (de gran lujo en su época y que sufrió un devastador incendio en 1911) y el Banco BBVA.



Nos despedimos de Oviedo y de Asturias con la imagen de su catedral, acompañada siempre por la escultura de una de sus más famosas habitantes de ficción, Ana Ozores, que todo el mundo conoce como La Regenta. Es el homenaje que Oviedo hizo en 1997 al escritor Leopoldo Alas Clarín, que transformó la ciudad en Vetusta, algo que no gustó a los ovetenses por la crítica encubierta que se hacía a la sociedad de la época. Hoy, la novela se considera la segunda mejor obra literaria en lengua española, tras el Quijote


Volvemos a casa, como doña Ana a su palacio, guardando en la memoria todas las sensaciones y recuerdos que Asturias, con su belleza y personalidad ha sido tan generosa de regalarnos, haciéndonos prometer a cambio, que volveremos. Y cumpliremos la promesa, con todo el placer de nuestros sentidos.

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