Vietnam, la sonrisa del dragón (III) Hoi An, segunda parte.

Damos un paseo siguiendo el curso del río que atraviesa la ciudad...





Hasta llegar al símbolo de la ciudad, el Puente Japonés.



Este hermoso puente, que une dos de las calles principales de la ciudad comunicaba en su momento, el barrio chino con el resto de la comunidad de Hoi An. Aunque es el heredero del que se construyó en 1590, tiene la misma solidez que necesita para sobrevivir a los terremotos que según preveían los arquitectos podrían asolar la ciudad. Según se cuenta el dragón Cu que tenía su cabeza en la India, su cuerpo en Vietnam y su cola en Japón, podía agitarse de repente, y cada vez que eso ocurría Vietnam sufriría terremotos e inundaciones.



Así que el puente sobrevivió incluso al intento de modificación francés, que quiso eliminar el arco y hacerlo completamente recto para el paso de los coches.

Al entrar al puente vemos que a un lado hay unas esculturas de perro...



y de mono, ya que según se dice el puente se empezó un año del perro y se acabó en uno del mono.



En sus 18 metros de largo también tiene cabida un pequeño santuario dedicado al dios de la meteorología Tran Vo Bac De, que según las creencias controlaba los cambios de clima y las calamidades naturales, así que los marineros, que le temían profundamente, le hacían ofrendas y le rezaban antes de cada travesía.





A continuación fuimos a visitar una fábrica de seda, que no dejó de ser una encerronada para comprar, pero pude sacar provecho para poder mostrar interesantes datos sobre esta pequeña industria.

El proceso comienza con la cría de los gusanos de seda, que se almacenan en rejillas donde pasan la mayor parte de su vida alimentándose de hojas de morera.



Una vez completan su crecimiento pasan a la fase de capullo para transformarse en mariposas.



Los artesanos esperan a que el gusano se transforme, y una vez ha abandonado el capullo empiezan a hilar la seda que lo forma.





Se tiñe y pasa a otras máquinas donde se enrolla en madejas



y se utiliza, entre otras cosas para la fabricación de delicadas piezas en los telares...



o minuciosos bordados.



Teníamos la tarde libre, así que nos dedicamos a pasear mientras caía la noche, disfrutando del ambiente de las callejuelas y el río.















Y decidimos tomar un taxi y acercarnos a visitar el famoso Puente del Dragón y su espectáculo de fuego y agua.



Ya sabemos la importancia que los antiguos pueblos de Oriente conceden a la simbología animal, importancia que ha trascendido a los siglos. Por eso hoy en día siguen fijas las creencias en las bondades y fortuna de determinadas especies y se sigue confiando en ellos cada vez que hay que tomar decisiones.

Así, para los vietnamitas el dragón es protección absoluta frente a ataques extranjeros y de otros seres malignos ( baste recordar el famoso dragón de Halong) y que menos, por ello, que dedicarle un puente tan espectacular como el de Danang.



El mejor lugar, el río Han, arteria principal de la ciudad, y el año elegido el 2009 ( ya que sabemos que la numerología también influye).

Terminado en 2013 necesitó la inyección económica de 80 millones de euros para ser levantado y colocar en su superficie la enorme figura del dragón que mira al este con sus 666 metros de largo y que forman 8 toneladas de hierro forjado.

Debemos dar por sentado, entonces, que tanto la ciudad como el país están protegidos por el gigantesco animal que descansa sobre un puente que se ideó para unir el aeropuerto de Da Nang con el núcleo turístico formado por las enormes y hermosas playas de la zona.



Y no sólo eso, cada sábado y domingo el dragón es meta y objetivo de miles de vietnamitas y visitantes, que se reúnen bajo su cabeza para ver un espectáculo efímero pero impresionante en el que por la abierta boca de la estructura surgen varias bocanadas de fuego en forma de bola ardiente, para acabar con potentes chorros de agua que los vietnamitas reciben como si de agua bendita se tratara, si se me permite la comparación.



Y al acabar el espectáculo nos acercamos paseando hasta la margen del río, donde se reunía la población para cenar en los "chiringuitos" de comida tradicional.




Y tras la frugal pero exquisita cena volvimos a Hoi An, ya que al día siguiente emprendíamos camino hacia la ciudad imperial de Hue.

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