Vietnam, la sonrisa del dragón (III) Hoi An, primera parte.

Cogemos una coctelera y mezclamos: 1 parte de esencia japonesa, 1 de extracto chino, 1 de carácter europeo y 1 de fragancia vietnamita y agitamos bien. Servimos en copa que adornaremos con unos preciosos farolillos de colores y tendremos el maravilloso y único "Coctail Hoi An".
Si me preguntasen con qué lugar me quedaría de todos los que visité en Vietnam, no dudaría en decir que en Hoi An me hubiera quedado una semana más.



Una preciosa arquitectura que mezcla todo lo anterior es el marco perfecto para un esplendor que tuvo su culmen en el siglo XVI, cuando el río Thu Bon rebosaba de barcos mercantes provenientes de docenas de países que traían armas, azufre y plomo y cargaban preciosa seda, porcelanas, aceites exóticos y especias de este Lejano Oriente.







Poco a poco, la primitiva mezcla de japoneses y chinos fue variando, y los primeros acabaron por abandonar el enclave por la prohibición de los shogunes de comerciar con los europeos. Así que los chinos quedaron como amos y señores del lugar, construyendo elegantes casas de madera, grandes edificios administrativos y preciosos templos como los que adornaban su país.







La ciudad antigua de Hoi An que ha sido declarada Patrimonio Mundial, la componen unas 844 casas históricas que requieren un mantenimiento y constantes restauraciones, por ello debemos pagar para entrar en el laberinto de calles que la conforman.





Casi todas son peatonales y están adornadas con una delicadeza y un buen gusto envidiables.









Y empezamos nuestra visita de la ciudad por la sala de asambleas de Fu Kien, una maravilla arquitectónica que hoy funciona como templo dedicado a Thien Hau.



Esta diosa que vendría a ser, siempre según la comparación del guía, como la Virgen del Carmen de la religión cristiana, era la encargada de iluminar con un farolillo a los navegantes extraviados o en peligro en medio de las violentas tormentas marinas.









Tras pasar el enorme patio, ricamente adornado con fuentes y esculturas de dragones y leones de piedra y mosaico nos adentramos en lo que era la salón de asambleas propiamente dicho.





Fue fundado en 1690 y sirvió al grupo étnico chino más grande en Hoi An (el Fujian)



La pagoda primigenia estaba dedicada a Buda, pero ya en 1759 estaba en un estado cercano a la ruina, por lo que la familia propietaria tuvo que venderla a los ricos comerciantes chinos que la restauraron y embellecieron.

Del techo cuelgan enormes espirales de incienso que pueden arder durante un mes entero y que en su centro presentan un papel amarillo en el que las familias escriben sus deseos de buena suerte y fortuna.



Si damos unos pasos hacia el interior del templo nos encontramos con el altar dedicado a Avalokitesvara y escoltándola, a cada lado, las feroces esculturas de sus ayudantes Thien Ly Nhan ( el que ve a los náufragos a miles de kilómetros de distancia, y Thuong Phong Nhi ( el que los oye gritar).





A un lado vemos un pequeño barco donde se hacen ofrendas a esta diosa marítima a la que tanta fe tenían los marineros que entraban y salían de Hoi An.



Pasamos al altar posterior, donde encontramos a los seis generales que lucharon para restaurar la dinastía Ming.

A ambos lados podemos ver dioses populares chinos, y las famosas Doce Parteras. Cada una de ellas enseña a un niño una habilidad para sobrevivir en su primer año de vida: sonreir, tomar el pecho, dormir, etc





En este altar se venera a Le Huu Trac, medico vietnamita de gran fama por sus enormes poderes curativos y conocimientos sobre medicina.



Antes de salir al exterior encontramos un estanque con un precioso dragón hecho de trozos de porcelana y cristal.









Seguimos andando hasta llegar a nuestra siguiente visita





Entramos ahora en la casa Tan Ki, hogar de una familia de comerciantes vietnamitas.





Esta casa se levantó hace más de dos siglos y desde entonces se ha conservado y restaurado con esmero para intentar mantener el mismo aspecto que tuvo en el siglo XIX.

Básicamente es una mezcla de influencias chinas y japonesas con un toque de arquitectura vietnamita. Las pesadas vigas del techo colocadas como en las casas japonesas, son sostenidas por unas columnas donde se esculpen poemas chinos escritos con incrustaciones de madreperla y formados por aves volando en varias posiciones.



El patio da luz a la casa, hace que circule el aire y actúa de recolector de agua de lluvia y si nos fijamos en los balcones veremos una delicada decoración en forma de hojas de vid, que no es típica de oriente sino que fue importada desde Europa.





Las cuatro habitaciones de las que consta la parte baja tenían su propia función: una para dar la bienvenida a los comerciantes, otra la sala de estar, la tercera el patio para la ventilación y la luz y la última para dormir.



Todas ellas están repletas de objetos de gran valor, hechos de madera, porcelana, plata y nácar.







Una curiosidad es unos paneles que muestran la altura a la que llegó el agua en fechas en las que el río tuvo sus mayores crecidas y se produjeron inundaciones.



Así como un altar a un lado de la entrada



Para acabar la visita salimos al río por su entrada posterior, que se alquilaba a mercaderes extranjeros para entrar y sacar mercancías. Quizá sea uno de los puntos más fotografiados de Hoi An.



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