En Vietnam huele a verde, a campos de arroz mojados y a calles húmedas. Los paisajes te encharcan los ojos de sencillez, las miradas de la gente reflejan humildad. Allí no se descansa, las manos trabajan bajo sol y lluvia, los pies andan sobre barro o un intento de asfalto.
Los colores en Vietnam se oxidan con cada diluvio y parece que brillan más cuando el sol vuelve a salir. A la ropa tendida en casas flotantes no parece importarle. Tampoco les importa a los niños que te persiguen por las calles, ni a aquellos que cruzan las ciudades montados en motocicletas. Y qué voy a decir de los que trabajan en el campo. Para vivir allí te debe gustar la mezcla de lluvia y calor, de intensidad y calma .
Sólo se guardan buenos recuerdos de un viaje que aviva las ansias de volver a salir de casa.
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