Luego de haber cumplido una serie de objetivos personales, hoy recuerdo con los mismos ojos aventureros de hace unos meses lo rápido y fugaz que es el tiempo, y lo volátil que es la mente.
En la vida de todo viajero, hay una serie de pausas que debe realizar para seguir descubriendo nuevos lugares, experiencias y nutriendo los sentidos. Hoy, sé que al igual que yo, existen otros cuantos miles que siguen construyendo su puente para volver a saltar a grandes retos, a grandes vacíos y a la anhelada incertidumbre.
Después de los 3 párrafos anteriores de introducción, vamos al tema: viajes y puntos de partida.
Elegir un destino, muchas veces parte de la mera curiosidad y en otras ocasiones, de una acabada investigación del lugar a donde se va a caminar, dormir, comer, respirar. Estos puntos de partida, comienzan desde el momento en que nos encaminamos a ver mapas, a leer sobre un lugar y a pensar en la “intención de” viajar a tal lugar. Aunque no tengamos comprado el pasaje, ni trazado todo el itinerario y mucho menos el dinero para la travesía, el punto de partida está ahí latiendo.
Estos puntos de partida, muchas veces se ven asediados de cuestionamientos relativos a cómo financiar el viaje, a la falta de tiempo, a tener que abandonar nuestro trabajo o nuestra posición ganada en esta sociedad, a tener que dejar de lado la comodidad y sobre todo a dejar de lado la estabilidad.
Los insumos necesarios para seguir moviéndonos y tener la determinación de un samurai, sólo se pueden encontrar en nuestro interior, que por más que tratemos tener dominado, sigue en una lucha constante.
Dicho esto, voy a seguir viendo más mapas y más rutas. Hoy, sé que no soy el único en la misma senda.