En el instante en que te sumerges en tus pensamientos, paf… salta a ti el peor de tus miedos. Y tú, a su vez, saltas del sillón, dejas escapar un pequeño grito y te aferras al hombro de tu compañero que finge no caer en cuenta de estas historias.
Aunque parezca un acto de tortura consuetudinaria, nos encanta ver películas de terror. No tanto por el pretexto de abrazar al que tienes a lado, sino por un factor psicológico que se denomina: Aprendizaje observacional.
El profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, Hugo Sánchez Castillo, explica el término como ese acercamiento o proyección que involuntariamente hacemos al momento de ver una película. Nos sentimos como parte de ella, aunque estamos consientes de que no es real. Las estimulaciones que dejamos correr por nuestro sistema nervioso son una especie de enseñanza de lo que haríamos si se presentara una situación similar.
Es así como algunos podemos incluso disfrutar de esta simulación; mientras que otras personas con trastornos de ansiedad, estrés o nervios, no logran mirar una de estas películas, pues no distinguen entre la realidad y la ficción.
La próxima vez que tu corazón salte de miedo al ver Babadook o Poltergeist, recuerda que estás trabajando en una especie de entrenamiento, por si algún día se presenta el mismo escenario.
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