Desde tiempos inmemoriales las vacas fueron objeto de veneración y su cuidado daba pautas de vida a sus pastores, tanto que las mañanas eran para ellos, "las horas de pastar" y la tarde la hora en que regresaban los terneros.
Para los burundeses a las vacas sagradas se les debía un respeto especial, por lo que sus cuidadores le declamaban versos escogidos; las poesías variaban con la actividad que realizaran y cada rima difería según se le dedicaran al animal mientras se lo ordeñaba, se lo llevaba a abrevar, al corral o a pacer.
La mejor moneda de cambio, obsequio o señal de riqueza de una persona, era la cantidad de vacas que se tuviera o cuantas se ofreciera a cambio de alguna otra cosa de gran valor. El mayor piropo a una mujer era compararla con una vaca o decirle que tenía "ojos de ternero".
Cada animal poseía su propio nombre y este se relacionaba directamente con su naturaleza, carácter o belleza y no se le ponía al nacer sino que cada vaca se "ganaba su apelativo" durante el transcurso de su existencia: Yamwaka, la más guapa, Yamwesi, la descendiente de la luna, etc.
A causa de la contienda armada, la población ganadera se vio diezmada, ya que algunos animales perecieron como daños colaterales durante los enfrentamientos y muchos otros a causa de la necesidad de los soldados de conseguir alimento en el frente de batalla.
Gracias al esfuerzo conjunto del gobierno y la población, hay un repunte en la cantidad de cabezas de ganado del país. Muchos de los burundeses sueñan con volver a tener rebaños, como sus antepasados y retomar la costumbre de regalar a sus animales con poesía.
Foto gentileza de: teinteresa.es
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