Salzburgo, la Ciudad de la Sal (III)

La iglesia escondida.










Aunque lo normal es acceder a esta pequeña gran iglesia por la plaza de San Peter, nosotros lo hicimos por un lado, ya que estábamos todavía absortos por las sorpresas que nos había deparado el cementerio en el que se encuentra.
Por fuera parece pequeña, casi del mismo tamaño que la otra iglesia que la acompaña en el camposanto, pero una vez que entramos, su tamaño parece multiplicarse por dos o por tres.














Los techos con frescos recientemente restaurados, llaman inevitablemente nuestra atención, sobre todo, porque mientras andamos por el templo vemos como hay partes que todavía conservan sus frescos originales, sin restaurar.
En el edificio, continúa ese estilo naif y un poco infantil que encontramos en las cruces del cementerio, ya que en algunos rincones se ven pinturas inocentes y coloridas sobre la crucifixión y la resurrección.












Al margen de todo el boato barroco que cubre techos y paredes, aparece un elemento recurrente sobre todo en la ciudad de Salzburgo, me refiero al Nacimiento. En un lado, a la derecha del altar, encontramos una representación de un Belén, cubierto con unos cristales, que siguen la tradición traída desde Nápoles por los nobles y artistas que vinieron a Austria.
Antes de abandonar la iglesia, en un lado, a la derecha de la salida, hay un altar montado, que veis en la última foto, al que no le he podido encontrar explicación...


La noria de Salzburgo


Antes de entrar y asombrarnos con el bonito e inquietante cementerio de San Pedro, en el mismo escondido callejón, encontramos esta curiosidad.
Se trata de un pequeño canal, resto de uno más antiguo y mayor, que los Salzburgueses llaman Alm, desviado a la ciudad.
Surge casi de la nada, debajo del gigantesco promontorio pétreo de la fortaleza, encajonado en un callejón.






El canal aquí, es muy pequeño, apenas un trecho de 5 metros, gobernado por una noria y vigilado por una talla del santo patrono.
Cuando visité el rincón, el hielo y la nieve formaban una pared de cristal a través de la cual, podía verse el agua, con toda su potencia, pasar por la noria helada.
Custodiando Salzburgo
















Después de un intenso día de pateo por la ciudad, nada ni nadie me iba a impedir que la subida a la fortaleza, que se levantaba desafiante, ante mí, la hiciera en el maravilloso funicular que, encima, va incluido en la entrada.




















 Así que para arriba que vamos, a visitar una de las más grandes y mejor conservadas fortalezas de Europa.
















 El recorrido completo, que empieza en el patio de armas, e incluye una audioguía, puede tomarnos unos 45 minutos, por las zonas de visita, claro está. 


Porque luego hay que dedicar tiempo a asomarse a los miradores para ver las vistas sobre las agujas de la ciudad, el río Salzach y los Alpes circundantes.


Durante la visita comprobamos el poder de los príncipes-arzobispos con demostraciones como el Salón Dorado con el techo tachonado de oro imitando un cielo estrellado, la cámara de torturas o la capilla con el pequeño órgano que se puede observar desde le piso superior.


















Aparte, el castillo tiene varios pequeños museos donde cuenta su historia desde que surgió como asentamiento romano hasta la actualidad, un museo de armas y otro de marionetas.












Se puede bajar de nuevo a la ciudad en el funicular o por una rampa de escaleras...




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