Hola a todos y bienvenidos un día más, ¿qué tal la semana? Yo poco a poco volviendo a la rutina, que me ha costado un poco, la verdad.
Ya sabéis que hoy toca post sobre la marcha y no sé muy bien de qué hablar, como me pasa casi siempre.
Hace un rato cuando el gato se ha subido a mi regazo no pude evitar decirle lo mucho que le quiero, y se me ha ocurrido hablar un poco de eso, de lo mucho que a veces nos queda por decir.
Y sin más rollo empezamos.
No es que yo viva pensando constantemente en que la gente de mi alrededor se va a morir, es más, no pienso en la muerte, me centro en el presente, pero mientras vivo el momento intento expresar lo que siento, no quiero guardarme nada por si acaso.
Cuando perdemos a alguien, además de la pena, las dudas sobre si podríamos o no haber hecho más, el dolor y la angustia suele quedar esa sensación de habernos guardado cosas. ¿Pensáis lo mismo?
Un dibujito de mi hija, para meternos en ambiente.
Yo apenas tuve contacto con la muerte hasta muy mayor, mis abuelos vinieron a las comuniones de mis hijos, con eso os lo digo todo, pero en diez años perdí abuelos, prima, tíos abuelos, a mi padre...y claro, yo no sabía como era esa sensación de no ver más a alguien para decirle que le quieres hasta que me tocó.
Generalmente creo que los que tengo alrededor saben lo que les quiero, soy una pesada que achucho a mis hijos como si tuviesen 5 años, a mi marido le reitero lo mucho que le quiero constantemente y con el resto de la familia directa también soy cariñosa. Pero a veces me han quedado dudas.
Mi madre tenía una tía que no tuvo hijos y se desvivía por nosotros. Además de regalarnos siempre cosas preciosas, muchas hechas por ella, y de comprarnos cosas superoriginales, de traernos por sorpresa algo que no sé donde encontraba y de contarnos muchas historias, nos veíamos mucho, hacíamos excursiones juntos, jugaba con nosotras y era tan querida que cuando enviudó mi padre(que no llevaba su sangre) insistía en traerla con nosotros por lo mucho que la queríamos todos, pero ella no quiso, era demasiado independiente.
Siempre tuvimos una relación muy buena, conoció a mis hijos y murió muy mayor, y a pesar de lo mucho que estábamos juntos algunas veces tengo sensación de que no le hice saber lo mucho que me importaba, que era mucho más para mí que mi tía abuela. Siempre di por hecho que lo sabía y ahora que yo soy más mayor me pregunto si de verdad lo sabría.
Y ya he hablado alguna vez de una prima que murió con treinta y pocos años. Teníamos muy buena relación porque éramos de la misma edad, crecimos a la vez y era una parte de mi vida, pero cuando se fue sentí que se iba sin saber lo mucho que nos importaba.
Sabíamos que estaba enferma pero en su zona de hospitalización no permitían visitas excepto sus padres, hermana y marido, y no la vimos sus últimos meses porque cuando se iba a casa le recomendaban no recibir visitas por posibles contagios aunque sí que manteníamos contacto.
El día del funeral su hermana nos dijo que durante los últimos días no paraba de pensar en su infancia, y se acordaba mucho de mi hermana y de mí, y al oír eso nosotras nos sentimos realmente mal, de hecho nos seguimos sintiendo.
Aunque lo pasábamos genial juntas nos dio la sensación de que no sabía lo importante que era en nuestra familia, y ahora no hay forma de hacérselo saber.
Estos son solo dos ejemplos, pero seguro que si pienso hay muchos más. Y precisamente por lo dolorosos que son intento evitar que vuelva a ocurrir. No quiero que nadie más se vaya o que me vaya yo con cosas por decir, incluido lo malo, que decir lo malo a veces es una liberación.
Si lo pensamos bien tampoco es tan difícil, simplemente hay que aprovechar la oportunidad, si surge, de hacer saber a alguien lo importante que es que nos acompañasen en cierto momento, o que nos dejasen un espacio en otro, o simplemente que nos hiciesen ver las cosas, lo que sea que tengamos que agradecer.
Ya os digo que me gusta vivir el presente intensamente, y además de intentar decir lo que siento intento desdramatizar, que es algo que tendemos a hacer de jovencitos. Obviamente no hablo de enfermedades o muertes, pero a veces por una frase, por ejemplo, sacada de contexto, hacemos un drama y disgustamos a un montón de gente, o nos tomamos las críticas constructivas como un ataque personal.
Me gusta dar importancia a lo que de verdad la tiene. En mi día a día lo más importante es la salud, que los que me rodean estén bien, y ahora que parece que se me van enderezando estos temas lo veo todo mejor que nunca.
También es importante que mis hijos estén felices, que estudien lo que les gusta aunque tal vez tenga menos futuro que otras cosas, a mí eso me da igual. Y valoro que cada día puedo comer más o menos equilibrado, que puedo salir a caminar por la playa o por el monte, que tengo un coche, aunque sea del año de la polca, que me lleva a todas partes, una casa digna aunque va tocando arreglar cosas y que mis animales están bien atendidos.
Mi coche es del año de la polca pero e hace feliz y es lo que importa.
Para mí es importante estar de noche todos en casa y tener algo de qué hablar, reírnos con cualquier tontería o juntarme con mi familia de vez en cuando.
El otro día mi hermana, mi tío y yo hicimos un grupo de whatsapp solo para nosotros, para nuestras bobadas, y no veáis lo que nos reímos. Eso sí que es importante y mola.
En cambio no me parece importante lo que un vecino o un conocido piense de mí(si yo no le he hecho nada malo, claro), ni envidio a los que pueden hacer más viajes o comprar muchas cosas, me da absolutamente igual.
El dinero me parece imprescindible para vivir, pero después de lo que yo he pasado por dinero sé que se puede vivir con menos y ser igual de feliz, no sin nada, eso lo dejo claro, pero con menos. Así que al dinero le doy el valor justo, y sino me puedo comprar algo no le doy vueltas, seguro que hay algo que puedo hacer que es mejor.
Vamos, que me centro en lo que tengo y lo disfruto, aunque alguna vez tenga esa sensación de no haberlo dicho todo.
Vivo el presente y no pierdo ni un minuto preocupándome por cosas que a lo mejor ni van a ocurrir, y me centro en ver lo bueno de las cosas, como en los libros que leía de pequeña y de los que os hablé en alguna ocasión, los de Pollyanna, que jugaba al juego de estar contenta y buscaba siempre el lado bueno de las cosas. Desde muy pequeña yo lo aplico.
Como siempre empiezo a divagar, es lo que tiene improvisar, no sabes lo que vas a decir ni por donde va a salir el post, de pronto me he visto hablando de Pollyanna y del grupo de whatsapp con mi tío, que por cierto de foto de perfil tengo a mi gato, claro.
Creo que por hoy ya he hablado bastante, y aunque no he llegado a ninguna conclusión al menos me he desahogado un poco y empiezo el día con mucha energía.
Muchísimas gracias por leerme y nos vemos el sábado con el repaso semanal. ¡¡¡Hasta el sábado!!!!
Y vosotros; ¿Tenéis la sensación de no haberlo dicho todo? ¿Disfrutáis el momento o sois de adelantar acontecimientos? ¿Leíais a Pollyanna?
Ciaooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!