Sobre los paisajes: A decir verdad, siendo sincero,
y porque no quiero mentir,
nada de lo que ha sido hecho por la mano del hombre me gusta tanto
como los bruscos paisajes de Dios. Ni siquiera un lienzo pintado en
Roma por Claude el Lorenés. Ni un grabado a buril de Morin.
Ni el puerto de Brujas. Ni el castillo de Tiberio en el golfo de Salerno.
Prefiero el océano Atlántico a la Casa de Oro o al tesoro del
emperador Alejandro.
El Coliceo, al pie del monte Oppio, no es tan bello como una tormenta.
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