Si ya te anda por convertir tu casa en una mansión de terror y durante todo el año planeas tu disfraz de Halloween, tenemos que decirte que todo está perfectamente bien contigo.
Lo dice la Ciencia.
Múltiples estudios han arrojado que, quienes aman decorar con anticipación, solo buscan ser felices.
"En un mundo lleno de estrés y ansiedad, a la gente le gusta asociar cosas que los hacen felices, y las decoraciones evocan esos fuertes sentimientos de la infancia", dijo el psicoanalista Steve McKeown a Unilad.
De acuerdo con el investigador, “las decoraciones son simplemente un ancla o camino hacia esas emociones mágicas que nos conectan con nuestro pasado más feliz".
Además, el Journal of Environmental Psychology publicó un estudio realizado por la Universidad de Utah y la Universidad de Temple, que encontró que las personas asocian los hogares decorados para los días festivos como una manera de "comunicar amistad y cohesión con los vecinos".
Es básicamente el mismo principio que el de las personas que aman la decoración navideña, de quienes te hablamos en este otro artículo.
Sin embargo, hay algo particular en quienes prefieren Halloween y Día de Muertos.
Estudios han demostrado que, quienes aman Halloween y Día de Muertos están menos inhibidos y tienen más probabilidades de ponerse en situaciones potencialmente peligrosas.
Es decir, son personas más aventureras y arriesgadas.
Nuestra comprensión del miedo y la ansiedad proviene de varias fuentes. Algunas fisiológicas y otras psicologícas.
Tu gusto por el miedo podría deberse, en parte, a una parte del cerebro llamada amígdala, que envía señales de miedo al resto del cerebro y luego al cuerpo.
Los estudios en humanos que tienen daños a la amígdala han demostrado que son personas que describen sentirse menos temerosas.
Y seamos francas, el miedo puede ser divertido, como en una casa encantada o en una película de miedo: cognitivamente sabemos que estamos en una situación segura.
Los elementos de terror en Halloween también funcionan como cosquillas para la amígdala: nos ponemos en situaciones temidas, pero una vez que la ansiedad disminuye, se vuelve mucho menos problemática e incluso disfrutable. Por nos encantan las montañas rusas, por ejemplo.