Este capítulo en concreto empieza en 1588, cuando la famosa armada de Felipe II dirigida contra Inglaterra se salda con un rotundo fracaso. El hostigamiento de los buques ingleses, y principalmente, las fuertes tormentas que azotaron la flota española, terminaron por condenar la misión. Muchos de los soldados perecieron a causa de los naufragios, mientras otros se vieron obligados a intentar sobrevivir en las costas británicas e irlandesas, donde fueron duramente perseguidos por sus enemigos. Mariano González-Arnao nos ofrece una cruda historia de supervivencia en su libro Náufragos de la Armada Invencible, donde relata los retos que tuvieron que afrontar los supervivientes del desastre.
Naturalmente, los ingleses no dejaron pasar la oportunidad que se les presentaba, y ante el fracaso del plan de Felipe II, pusieron a punto su propaganda para explotar hábilmente lo sucedido, exaltando las consecuencias del trágico suceso. Tras ello, la reina Isabel I, convencida de la debilidad española y en busca de una revancha, urdiría un plan con el objetivo de dar el ansiado golpe a su sempiterno rival, Felipe II.
Este plan se va a materializar en 1589, cuando llega a las costas gallegas una poderosa armada inglesa comandada por el corsario Francis Drake. La reina Isabel I había enviado esta expedición con un plan muy ambicioso en mente, el cual tenía como objetivo principal destruir las naves que aún estaban en reparación en la costa cantábrica, tras el fracaso de la Grande y Felicísima Armada. Además, el plan también incluía tomar Lisboa y colocar en el trono a Antonio de Crato, que ansiaba la corona portuguesa que le había sido arrebatada por Felipe II.
Como recompensa por la ayuda inglesa prestada, Antonio de Crato llegó incluso a firmar un tratado con la reina por el cual Portugal pasaría a ser un estado vasallo de Inglaterra, lo que significaba que las preciadas posesiones portuguesas en América se ponían a disposición de los ingleses, un hecho que sin duda aumentó el interés de Isabel I por financiar la expedición. Por último, los ingleses también contaban con levantar a los portugueses contra los españoles y poder hacerse con alguna de las islas de las Azores. Ante la magnitud de este plan, resultaba imprescindible reunir una poderosa flota, y así se hizo. Antonio Barro Ordovás, en su trabajo La Contra Armada (The English Armada), 1589, nos arroja cifras sobre tamaña expedición:
“El número de hombres, incluyendo la marinería de los buques, ascendía a 27.667, es decir, unos 2.000 más que los 25.696 de la Armada enviada el año anterior a Inglaterra por Felipe II. Igualmente, el total de buques fue de 180, bastantes más que los 137 que partieron de España en la dirección opuesta nueve meses antes.”
Una resistencia inesperada
Ante tal poderosa flota, el plan de atacar La Coruña parecía sencillo, al menos inicialmente, y sobre todo teniendo en cuenta que las tropas españolas que se encontraban allí en ese momento eran muy escasas. A este plan dedica toda su atención el autor Luis Gorrochategui en su libro La Contra Armada: La mayor catástrofe naval de Inglaterra, donde detalla minuciosamente el camino que siguieron las tropas inglesas una vez llegaron a la Península Ibérica.
Confiando en su amplia superioridad numérica, los ingleses consiguieron desembarcar en las costas gallegas y abrirse paso. Sin embargo, este avance se vio ralentizado por la artillería que habían colocado los españoles en el Castillo de San Antón, el cual produjo un gran daño entre las filas inglesas, cuyos intentos por asaltar la fortaleza y reducir la amenaza artillera terminaron fracasando. A pesar de ello, las tropas inglesas consiguieron hacerse con la parte baja de la ciudad, el Barrio de la Pescadería, el cual fue brutalmente saqueado.
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Ante este ataque, las tropas españolas se guarnecieron en la parte alta de la ciudad, donde gracias a sus murallas consiguieron repeler los ataques de las tropas inglesas, aunque con un número de bajas cada vez mayor que minaba la moral de los combatientes. Ante lo desesperado de la situación, el pueblo entero decidió volcarse en la defensa de la ciudad. Mujeres y niños se lanzaron a participar en la batalla, ayudando a los agotados soldados y haciendo frente juntos al enemigo, el cual consiguió abrir una brecha en la muralla ante la desesperación de los defensores.
En estos momentos de tensión en los que parecía que la ciudad terminaría cayendo, y que no se podría detener el avance inglés, destacó una mujer cuya valentía ha pasado a la Historia. María Pita, cuyo marido había caído previamente en la lucha, arremetió contra un alférez inglés que había llegado a clavar en tierra su bandera. Así lo relatan las crónicas de la época:
“Un alférez enemigo, con una bandera en la mano, subía por la brecha, animando con la voz y el ejemplo a los suyos; pero una de las mujeres que allí estaban, llamada María Fernández de la Cámara y Pita, que acababa de perder a su marido en la muralla, tuvo el acierto de matar al alférez, según unos de una pedrada, según otros de un arcabuzazo, suceso que acobardó a los enemigos”
La imagen del alférez cayendo y la bandera arrebatada en manos de María Pita fue suficiente para motivar al resto de defensores, los cuales cargaron con fiereza y renovada energía contra el invasor. El escenario que en un principio parecía inclinar la balanza hacia el lado inglés, ahora cambiaba súbitamente ante el estupor de las tropas invasoras, que agotadas por el esfuerzo y desmoralizadas se batieron finalmente en retirada. El pueblo de La Coruña había conseguido detener la invasión y salvar la ciudad.
Así lo relata José Javier Esparza con su habitual prosa, en su obra España Épica. La gesta española II, en el capítulo 31:
“Debió de ser cosa digna de verse: veinte mil soldados ingleses corriendo a pelo hacia sus barcos, y María Pita detrás, en la mano el rodillo, el arcabuz o lo que fuera, porque todavía sobre esto hay dudas, y no falta quien asegura que el arma de María fue la espada de su marido muerto o, incluso, sus cuchillos de carnicera. El hecho es que los ingleses se marcharon.”
Ante el descalabro en las costas gallegas, los ingleses decidieron abandonar La Coruña y continuar con su plan inicial de tomar Lisboa. A estas alturas, aun contaban con un número de soldados bastante superior a las fuerzas españolas y portuguesas que les esperaban en suelo luso. A pesar de contar con esta ventaja, las tropas inglesas fueron desbaratadas por sus rivales, y las esperanzas que tenían de levantar en armas al pueblo portugués contra Felipe II se esfumaron rápidamente. Pronto, estos continuos fracasos empezaron a hacer mella en la moral de la tropa inglesa, y los problemas de suministros empezaron a ser cada vez más acuciantes.
A pesar de lo desesperado de la situación, Antonio de Crato, el aliado de la reina Isabel I, intentaría dar un último golpe para hacerse con el ansiado trono, pero una encamisada protagonizada por soldados españoles acabaría por borrar las esperanzas del portugués de hacerse con la corona. Finalmente, las tropas inglesas optaron por regresar a sus naves, donde fueron continuamente hostigados por los españoles, los cuales les infligieron graves pérdidas.
Aun le quedaba a la travesía inglesa otra parada más, esta vez en Vigo, donde lanzarían nuevamente un ataque, saqueando y quemando edificios, y que no hizo más que sumar aún más pérdidas en el bando inglés. Al final, ante lo poco fructífera que había resultado la expedición, la flota inglesa terminó retirándose. El regreso fue un auténtico periplo, pues cuando llegaron finalmente a Inglaterra, se hizo evidente el fracaso de la misión, la cual se había saldado con la pérdida de un número considerable de sus barcos y de sus soldados, a causa de los combates, naufragios, del hambre y de las enfermedades.
Los Estragos de la Leyenda Negra
La magnitud del fracaso resultaba evidente, sin embargo, el suceso fue cuidadosamente ocultado por los ingleses, los cuales no iban a permitir que se difundiera la noticia de que un pueblo armado había conseguido repeler el ataque de la mayor flota inglesa que se había reunido hasta entonces. La Leyenda negra hizo el resto del trabajo, exaltando e incluso tergiversando los sucesos de la Grande y Felicísima Armada de Felipe II, mientras condenaba al olvido las hazañas del pueblo gallego, y se obviaba el hecho de que las pérdidas de los ingleses en aquella expedición tanto en dinero como en barcos y en tropas, habían resultado considerablemente superiores a la expedición española.
Si nos trasladamos a la actualidad, los efectos de la Leyenda negra siguen causando estragos. La mal llamada “Armada Invencible” es mundialmente conocida, pero pocos conocen la defensa heroica que se libró en las costas gallegas en 1589. Y es que no se puede obviar el papel que desempeñó la eficiente propaganda inglesa destinada a mermar el poder de la monarquía hispánica, y cuyos efectos vivimos aun hoy en día. Al igual que tampoco podemos olvidarnos de mencionar el hecho de que durante mucho tiempo los propios investigadores españoles han dado la razón a la versión que nos ha legado la Leyenda negra, alentando y promoviendo la historia de que la flota española había sido destruida a manos de los ingleses, obviando por completo el factor meteorológico, principal responsable del desastre naval. De hecho, en el libro La Gran Armada de Geoffrey Parker, se abre la puerta a qué es lo que habría sucedido si los Tercios de Alejandro Farnesio hubiesen desembarcado en costas inglesas, demostrando el autor que la que por aquel entonces era la mejor infantería del mundo, habría superado fácilmente las defensas inglesas, llegando a alcanzar en pocos días Londres.
Todo ello además, forma parte de un discurso mucho más amplio, intrínsecamente ligado a la hispanofobia imperante del momento. Un discurso hábilmente estudiado que tendía a presentar al mundo castellano como representante de la incultura y el atraso católico, en comparación al mundo anglosajón, representante de valores como la libertad y el progreso.
Un discurso que en vez de ser combatido, fue asimilado. En el libro Imperiofobia y Leyenda Negra, María Elvira Roca afirma con contundencia:
“¿Cuántos españoles con estudios superiores saben que Inglaterra ha intentado invadir España y las posesiones españolas de ultramar al menos en cinco ocasiones y que en todas ellas fue derrotada? Poquísimos. En cambio, ¿cuántos españoles y europeos saben de la Invencible de Felipe II? Casi todos.”
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La difusión del desastre de la Contra Armada habría hecho tambalear el mito de la invencibilidad marítima sobre la que Inglaterra había asentado en gran parte su identidad. Un mito que naturalmente obviaba episodios como la contundente derrota inglesa en la batalla naval de la Rochelle en 1372 frente a la flota castellana, o el intento de tomar Cartagena de Indias en 1741 por parte de una flota aun mayor que la vista en 1589, y que se saldó con otro rotundo fracaso. Sin embargo, la historiografía anglosajona siempre se ha cuidado de ocultar las derrotas amargas y de exaltar sus victorias. Además, de demostrar un gran respeto por la memoria de sus personajes históricos, el propio Francis Drake es tenido en alta estima y recordado como un hombre que trajo gloria y honor a Inglaterra.
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Lo mismo le ocurre a Edward Vernon, comandante inglés que lideró la flota contra Cartagena de Indias y que fue derrotado por el almirante vasco Blas de Lezo, a quien los ingleses calificaban de forma despectiva como “medio hombre”. En este caso, el fracaso del plan inglés, que previamente en Londres se daba por realizado, e incluso celebrado, no evitó que Edward Vernon fuera tratado como un héroe, erigiéndose un panteón en la abadía de Westminster en su memoria. Obvia decir que en el caso español, María Pita y Blas de Lezo estuvieron muy lejos de recibir un tratamiento tan honorable como el de sus rivales. Así lo resume Pablo Victoria en su libro El día que España derrotó a Inglaterra:
[…] “Los ingleses quisieron siempre ganarlo todo, hasta lo que perdían; con España sus apuestas fueron: Con cara gano yo y con cruz pierdes tú”.
El episodio de la Contra Armada de 1589 es un acontecimiento de gran importancia en nuestra Historia, empañado por la Leyenda negra como otros muchos. Aunque poco a poco, un número cada vez mayor de investigadores se han ido sumando a la ingente tarea de ir desmontando las mentiras y ocultaciones que en su día tejió la Leyenda negra, una ardua misión donde aún queda mucho por hacer.
En el caso que nos atañe, la Contra Armada inglesa ha ido convirtiéndose en un suceso con un público cada vez mayor, consiguiéndose rescatar la memoria de aquellas personas que se levantaron en La Coruña para luchar contra el invasor. Todo un ejemplo de férrea resistencia, la voluntad de un pueblo de resistir y de nunca rendirse a pesar de las adversidades. Una resistencia que hizo retroceder a los ingleses, los cuales, tal vez, deberían haber desistido en su intento de tomar La Coruña. Pues como dijo Blas de Lezo tras la victoria en Cartagena de Indias, “les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir”.
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Carmen Cepero Medina
Nacida en Cádiz y Graduada en Historia por la Universidad de Cádiz. Lectora de ensayos y novela histórica, especialmente sobre la Historia de España en su etapa medieval y moderna. Ha participado en la Escuela de Otoño de Estudios Medievales de Castelo de Vide en 2021.