Prince enseñó al mundo que, musicalmente era un ser inconformista, inetiquetable. Se fundió con una décadas en las que dejó una gran huella, un nombre propio, y que además, de alguna forma le llegaron a pertenecer, por derecho propio. Dentro del cine cambió la filosofía, de ver a uno de los héroes de la DC. Tras la lente de Tim Burton, diseñó la ciudad de Gotham, para que ésta quedase como si fuera la ciudad de Prince, en cada pincelada que el director retrato, ya sea desde la teatralidad de sus calles, el propio vestuario, hasta el su música, tendencia que naufragó en siguientes secuelas. Aunque pareciese una moda efímera, sirvió para deformar muchos clichés. Él era el hombre que hizo tambalear a la industria discográfica, destrozandola desde sus propios cimientos. Un jugador, un celoso apostador que fundía su patrimonio en una manga, quedándose en la cuerda floja en más de algún momento. Esa era su filosofía, arriesgar, jugar con lo excéntrico y demostrar que la cordura no tendría tanto brillo sin un pequeño toque de locura...
Ayer se fue el músico, que hizo bailar al mundo bajo la lluvia púrpura...
...que la tierra le sea leve.