Cuando un rayo de luz blanca atraviesa un cuerpo traslúcido o uno transparente, cada uno de los colores que lo integran se separan y desvían en un determinado ángulo, en dependencia del tipo de cuerpo que atraviese.
La luz blanca visible que emite el Sol corresponde solamente a una fracción de todas las ondas que integran el espectro electromagnético y está formada por una gama de colores igual que la de un arcoiris, es decir, rojo, naranja, amarillo, verde, azul, y violeta.
Esta descomposición de colores se puede comprobar en la práctica haciendo atravesar un rayo de sol a través un prisma. Cada uno de los colores en que se descompone el rayo de luz blanca visible, posee una longitud de onda y frecuencia fija correspondiente, dentro del espectro electromagnético
Cuando un rayo de luz blanca se descompone, sus respectivos colores se dispersan y abren en forma de abanico. De esa forma, los rayos violeta y azul, por tener una longitud de onda mucho más corta que la correspondiente a los rayos amarillos y rojos, sufren una desviación mayor.
La longitud de onda dispersada mayoritariamente en nuestro cielo, aún siendo la misma para todo el mundo, es captada de diferente forma por los diferentes seres vivos. Así el mismo cielo presenta un diferente color según el observador.
por otra parte, el cielo de Marte, cuya atmósfera tiene una presión atmosférica 145 veces menor que la terrestre, una ausencia casi total de oxígeno y una presencia de CO2 cercana al 95%, con unos vientos huracanados que mantienen gran cantidad de partículas de polvo en suspensión, nos presenta un color rojizo porque el tamaño de estas partículas dispersa mayoritariamente las longitudes de onda del extremo rojo del espectro.