PERFILES: BEATRIZ ELENA HERNANDEZ

Pienso a veces, que todos tenemos el futuro trazado

Todos a una hemos sido tocados de una u otra forma por esta guerra tan frontal que atravieza nuestra patria colombiana.



Mi nombre es Beatriz Elena Hernández Orrego,

Nací en el barrio Belén San Bernardo, pero vivimos por muchos años en Belén las Playas, allá quedaba la casa de los abuelos.

Estudié en la escuela José María Bernal, cerca a mi casa, luego hice la secundaria en un colegio de monjas llamado la Inmaculada. Le debo a las monjas mi interés por el arte, ellas hacían concursos de poesía y festivales donde yo declamaba, ese fue mi primer encuentro con el teatro. Allí me aventuré a escribir poesía. Ellas me enseñaron también a hacer muñecas de trapo.

Tengo una familia de tres hermanas y un hermano que está justo en el medio de las cuatro, soy la segunda hija, tengo otra hermana de talla pequeña, así como yo. Cuando éramos niñas nos estudiaron mucho. Fuí una de las primeras personas acá en Medellín, a quien le aplicaron hormonas de crecimiento traídas de Francia; eso me alteraba los nervios, rebajé mucho de peso y no me hicieron crecer nada.

Luego nos llevaron a Bogotá a mi hermana y a mi, a que nos viera un médico que vino de EEUU, decían que, no se explicaban como si tenemos hormonas de crecimiento no se desarrollaron, y bueno, seguí con mi problema de talla baja, una problemática que está poco tratada a nivel de salud en Colombia, contemplado en el sistema de salud con un diagnóstico de acondroplasia y no todos los pequeños somos acondroplásicos, inclusive yo no quepo en esa denominación dado que no tengo las características.

Muy poco se ha avanzado en diagnóstico de la talla baja, hemos avanzado eso sí en reconocimiento de que somos una población bastante grande en Medellín y en Colombia.

Le hemos pedido al estado que nos incluya en la denominación de discapacitados, dado que tenemos demasiados obstáculos de ciudad, los andenes, los buses, los teléfonos públicos. Muchas familias se avergüenzan de tener entre sus miembros personas de talla baja,los esconden, no les dan educación, no son tratados dignamente. Yo conté con la fortuna que mi madre me apoyó.


Mi padre murió muy joven, yo era muy niña, tengo un recuerdo muy vago de él.

Tuve una relación muy cercana con mi madre, le debo mucho lo que soy a ella, el habernos educado igual a todas, pese a que tenía dos hijas diferentes. Fue una mujer valiente, con cinco hijos dejó a mi padre en una época que eso era impensable, era una artista, pintaba al Óleo, muy adulta empezó a estudiar Decoración de Interiores, vivió mucho tiempo decorando vitrinas y almacenes. Ella nos impulsaba a estudiar, claro que casi le da un ataque cuando escogí mi carrera y me preguntaba ¿de qué vas a vivir? yo le decía: de vender papitas en el parque de Berrio, pero estoy haciendo lo que me gusta. Siempre me apoyó.



Cuando estaba en grado 10 llegó un profesor a enseñarnos Filosofía y, nos contó que era antropólogo, nos habló tanto de Antropología que yo me enamoré de esa carrera. Mi familia esperaba de mí que fuera médica, pero yo estaba enamorada de Antropología e inclusive se lo comente al docente; él me dijo que esa carrera no daba plata y que ahora las mujeres se estaban emancipando y bueno, no era como ahora, en esa época un antropólogo estudiaba solo era para ser docente.

Terminé la secundaria y me presenté a la Universidad de Antioquia, con el ánimo de estudiar medicina, y no fui admitida. Mi segunda opción para no quedarme sin hacer nada era estudiar teatro, e ingresé a la Escuela Popular de Arte (EPA), con la ambición de llegar luego a la universidad.

En el segundo semestre académico me presenté de nuevo a la universidad, esta vez a Antropología y, pasé; me enamoré de la carrera desde el primer día.

Aparece la necesidad de ser autosostenible y con ello las habilidades manuales resurgen; alguna vez no tenía dinero para comprarle un regalo de cumpleaños a una amiga y recordé que yo sabia hacer muñecas de trapo, le hice una con mis innovaciones, eso fue la sensación, empezaron a pedirme muñecas, era famosa con mis muñecas de trapo, también hacia payasitos. Mucho tiempo viví haciendo muñecas personalizadas.

Con mi ingreso a la universidad se amplío mi panorama en teatro.

Me enteré que en la universidad había la posibilidad de hacer teatro, no estaba tan organizado como ahora que es una carrera; pero igual abandone la EPA y, me quedé a estudiar Teatro y Antropología en la Universidad de Antioquia.

Fernando Velásquez, quien también era profesor en la universidad de Antioquia, tenía un grupo que se llamaba Publico Teatro Público, trabajé con él varios años, luego pase a el grupo de teatro de la Universidad Bolivariana, llamado La Brecha, allí se hacía el teatro del absurdo.

Luego iniciaron las prácticas de Antropología y ya no podía coordinar los tiempos en las dos carreras, entonces renuncié por un tiempo al teatro.



Mi paso por la Fanfarria y la Exfanfarria.

José Manuel Freidel (Quien fundó el teatro La Fanfarria) renunció a todo para dedicar el resto de su vida a escribir y montar obras de teatro, fue un admirador profundo de Shakespeare, de Eugéne Ionesco, así como de Jean Genet -novelista, dramaturgo y poeta francés-, cuya obra expresa una profunda rebelión contra la sociedad y sus costumbres. Jean escribía dramaturgia a partir de los periódicos que le llegaban a la cárcel, y escribe Las criadas. Esta obra marca su entrada en la corriente del absurdo. En ella dos criadas se van turnando para interpretar el papel de su señora moviéndose entre la realidad y la fantasía en búsqueda de sus identidades. El cambio de papeles y la inversión del bien y del mal son técnicas habituales de Genet, para denunciar la falsedad de los valores sociales y políticos.

A Freidel le encantaba la historia de Las Criadas, pero no fue capaz de montar el texto de Genet, entonces montó Las Arpías y me buscó para montarla con Nora Quintero.

José Manuel Freidel, era un dramaturgo absolutamente inteligente, la historia todavía no le ha dado el lugar que se merece, sus obras además de inteligentes son de una poesía hermosisima, escribía obras muy de la denuncia social pero con un carácter más artístico, allende las obras panfletarias del momento él cuidó los detalles, desde la escenografía hasta la música; involucró todas las artes que componen una obra teatral, le demostró a los panfletarios que se puede hacer denuncia social sin descuidar el arte. Escribió obras históricas como por ejemplo: Los infortunios de la bella Otelo, donde habla del Canal de Panamá y la violencia bipartidista. Tiene entre otras, una obra que se llama: Las tardes de Manuela, que es la historia de Bolívar y Manuela con una documentación histórica y una poesía hermosa en la voz de Manuela.

"me da miedo tu sabes que me infecto las venas de un soliloquio torrentoso por donde vaporizan navegantes balas de plomo, que explotan y es probable que sea yo el... Si, el que esfuman y borran, inocentes y culpables es el cruel juego de una guerra sucia donde yo, no inventé las jugadas y menos aún los sables " J M Freidel.

La Fanfarria empieza a dividirse entre títeres y teatro, los titiriteros se quedaron con el nombre de la Fanfarria, entonces Freidel dijo: es más importante ser expresidente que presidente, y se llamó La Exfanfarria Teatro. Él fue absolutamente genial, me siento muy orgullosa de haberlo conocido.



Filatelia-La Ex-fanfarria teatro

Hice mis prácticas de Antropología en los resguardos indígenas Emberá Chamí y de ahí viene el nombre AYANEIBA que quiere decir en lengua Emberá: hasta luego.

Me gradué y me puse a trabajar con la sociedad de antropólogos de Antioquia, me separé del teatro y no volví a la Fanfarria, solo regrese cuando Freidel murió y, terminé allá dirigiendo la Casa de teatro.



Conocí a Alfonso cuando fuí tallerista en la Casa de la Cultura, allí fui su profesora, intercambiamos teléfonos y, alguna vez se necesitó un actor, recordé entonces que él reunía las características del personaje y lo llamé, se quedó en la Ex-Fanfarria y en mi vida. Él iba y me visitaba en La Loma y cuando resolví pasarme a vivir al centro de la ciudad, me ayudó con el trasteo y se quedó viviendo conmigo.

Tengo muchos vínculos con San Cristóbal, porque cuando yo era adolescente mi madre compró una finca en la vereda La Loma, inicialmente era una finca de recreo, subíamos en vacaciones. Cuando ingrese a la Universidad, me tocó esa época de los 70 y 80, que fue de tantos paros, me iba para la finca a leer y a esperar que abrieran de nuevo la universidad, me amañe tanto, que terminé viviendo allí, me enamoré del campo.

Bajaba todos los días en bus, llegó luego el sistema Metro y, un poco mejoró el transporte, claro en esa época no estaba tan impedida para caminar y subía caminando hasta donde fuera necesario llegar.

Y bueno, dejé La Loma por varias razones, la primera porque me tocó eso época de la guerra tan dura del 2005, me amenazaron, que me fuera que me iban a matar; yo tenía sembrado mucho jardín, legumbres y algunos animales, tuve que abandonar todo; pero me angustiaba pensar en las plantas, sobre todo en los animales, recuerdo que yo les rogaba a los compañeros que me acompañaran a regar las plantas, a darle comida y agua a los animales, iba y salía rápido.

Yo viví todos esos tiempos de cambio de "bandas" (grupos armados que dominaban la zona), vi morir muchos de mis vecinos, inclusive una noche subí y encontré a mi vecina tirada en el camino, la acababan de matar ¡esos tiempos fueron duros! Creo que he tenido un angelito que me ha cuidado, siempre que pasaban las cosas más horribles arriba en La Loma, coincidía que yo no estaba.

Un día subí y encontré que una bala había dado en un cuadro que tenía justo en la cabecera de la cama, nunca más regresé. Allá quedó la tierra, tenemos las escrituras, pero no hemos podido recuperar nuestra finca.

Igual, nunca me desligue del corregimiento, muy pocos talleristas, casi nadie, quería venir a dar talleres en San Cristóbal o en Palmitas, yo era la única que me le medía.

Y fue así, dando talleres en San Cristóbal como formé un grupo de teatro de 30 Jóvenes; cuando se acabó el presupuesto que da la Alcaldía para formación artística, no fui capaz de dejarlos, me le medí a la tarea de hacerlo por mi cuenta y riesgo.

En esa época había un rector en el Liceo que era muy solidario con el arte, incluso no separó un salón para utilería, nos prestaba el teatro, allá duramos dos años haciendo teatro con los mismos chicos del Liceo y, empezaron a aparecer otros jóvenes que querían pertenecer al grupo, entonces nos movimos para la Casa de la Cultura y nos llamamos AYANEIBA.

En general en la casa de la cultura nos fue bien, tuvimos apoyo, exceptuando algunos que no amaron el arte, y eso que los empleados públicos tienen libertad de apoyar o no el arte, igual les van a pagar.

Inicialmente trabajé solo con jóvenes; en el 2005 aparece la posibilidad de formar semilleros infantiles,ha sido toda una aventura de continuidad, casi todos los actores que tenemos ahora nacieron en los semilleros.

Como me ha gustado mucho la literatura, yo misma me atrevo a escribir los textos para las obras que montamos con los niños.

Y ese sentido de pertenencia de los chicos, que me da tanta satisfacción; yo los llevaba a la Ex Fanfarria a trabajar y, ellos nunca dejaron de sentirse AYANEIBA.



Ensayo"baños de secundaria"

Lo más bonito de este proceso es mantener a flote a los jóvenes que vienen de un contexto muy duro familiar y social. Mi deseo sería obviamente que escogieran el teatro como profesión y, bueno no lo hacen, pero el teatro los cualifica más para cualquier profesión que ellos elijan, los forma para la vida; los socializa en estos momentos tan difíciles de ser jóvenes, AYANEIBA es su espacio donde sentirse identificados, protegidos en estos momentos donde la violencia se ha relajado un poco, pero aún continúan las fronteras invisibles.

Cuando monté la obra Amantina, les pregunté a los chicos su opinión de la guerra, de la violencia en sus territorios; todos tenían una historia personal que les había tocado vivir, todos habían sido tocados de alguna u otra forma por esta guerra tan frontal que atravezó nuestra patria.



"Amantina perdida en la ciudad"

Llegué a los 60 años y dije: necesito más tiempo para mi y, se muere la madre, me quedé con esa sensación de que no le dedique el tiempo que ella merecía, ella por épocas vivía conmigo, aún no lo asimilo, hablar de ella es mi punto de quiebre.

En enero de este año nos vinimos a vivir en La finca que Alfonso heredó de su madre, yo heredé el jardín de mi madre y el de mi suegra, los tengo a buen cuidado.

Finalmente hago lo que quiero, lo que me apasiona,

AYANEIBA tiene hoy 20 años y viene para ella toda mi dedicación, una de las razones por las que renuncie a la Ex-Fanfarria fue ella, mi hija, mi formación de Antropóloga me lleva más a la territorialidad, a querer los procesos comunitarios.



"Personajes que me habitan" de Freidel

Este es el resultado de mi palabreo con la hermosa y única Beatriz Hernandez.

Gracias hermosa dama por abrirnos tu alma.

Con amor:

Elena L.

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