New York, New York (IV)
Lo realmente curioso es que su potentado constructor, el rey de petróleo de aquella época J.D. Rockefeller, iba a construir el Metropolitan Opera, pero renunció rápidamente por la crisis de la Bolsa, aunque al poco tiempo reunió a un grupo de arquitectos, 30 artistas y unos 225.000 obreros y los puso a trabajar a destajo para levantar el conjunto de los 14 edificios de usos múltiples que ahora podemos disfrutar.
La estrella del conjunto es el edificio de General Electric y su precioso mural art deco " Wisdom and Knowledge". La elegantísima torre se levanta hasta los 259 metros de altura y a sus pies encontramos varios símbolos que se han ido añadiendo al conjunto, como la delicada y dorada estatua de Prometeo de Paul Manship, que preside la famosa plaza de Sunken Garden donde ha patinado todo Nueva York, o los Channel Gardens entre el British Empire Building y la Maison Française, para descansar del ajetreo mientras se abre los ojos ante el precioso friso de Hermes.
No olvidemos que entre el Prometeo y el edificio de la General Electric colocan el gigantesco árbol de navidad que es tan cinematográfico y que hemos visto en decenas de películas americanas.
Cerca, Atlas, con unos 1.800 kg de bronce a sus espaldas, se alza a la entrada del International Building, y aunque es el más conocido, hay otras 12 esculturas de su creador, Lawrie, dentro del complejo entre las que está los relieves que he mencionado de Hermes y el mural "Wisdom".
Actualmente el conjunto está considerado Monumento Nacional y lo frecuentan unas 250.000 personas al día, ya sea por la superficie o por las venas del complejo que forman varios pasillos subterráneos que conectan los edificios del complejo que es ya centro del Midtown, radiante de luces y actividad a cualquier hora.
Curiosidades tiene muchas, como el busto de Lenin creado por Diego Ribera y sustituido por el de Abraham Lincoln que era menos comunista, o el llamado Baile del Abeto que se celebra cada año la semana después de Acción de Gracias, cuando el gigantesco árbol de Navidad queda solemnemente plantado en el mismo corazón del Rockefeller Center.
Sin duda, uno de los lugares más elegantes de Nueva York.
Localizada entre Broadway y la Octava Avenida, la Iglesia Católica de St Malaquías fue levantada en 1902, y aunque los años han visto numerosos cambios en el barrio donde se encuentra la iglesia, la iglesia o mejor la institución, sigue siendo una parte activa, integral de la comunidad, quizá la más dinámica, la más inusual. Al principio sólo era un templo más, un lugar de culto como otro cualquiera en la ciudad de los rascacielos y de repente, actores, bailarines, músicos, artesanos y turistas fueron llenando los asientos, reemplazando a los miles de fervorosos feligreses de a pie que St Malaquías había visto entrar para orar en años anteriores.
Afortunadamente, los sacerdotes que han regido el lugar han sido hombres y mujeres de su época, y así, se adaptaron a sí mismos y a la propia iglesia para satisfacer las necesidades de sus nuevos feligreses. Misas, confesiones y otros servicios religiosos fueron reorganizados para dar cabida a los rigores de los horarios de teatros y discotecas.
Pronto San Malaquías se hizo famosa por ser refugio de culto para la comunidad del "show business". Así Dowglas Fairbanks se casó con Joan Crawford ante su altar, el homenaje de miles de personas a Rodolfo Valentino atascó la calle 49 durante horas y actores como Spencer Tracy, Irene Dunne, Bob Hope o Ricardo Montalbán se confundían con el resto de feligreses durante las misas.
A finales de 1968, se batió el récord de asistencia a las misas de San Malaquías, con más de 16.000 asistentes al mes, un hecho de gran importancia si tenemos en cuenta las reducidísimas dimensiones de esta capilla más que iglesia.
Lo que ocurrió a partir de aquí fue un desastre, ya que el Madison Square Garden que estaba casi a su lado se trasladó a su emplazamiento actual, cerraron los clubs de variedades, y en su lugar aparecieron "salones de masaje", sex shops y todo el mundo de prostitución y drogas que trajeron consigo se adueñaron del barrio.
Los actores y turistas ocasionales dejaron de acudir a la iglesia y los robos y el vandalismo también se ensañaron con ella.
Pero en 1978, hubo un cambio en la parroquia que dio un giro radical a la institución. No sólo hombres y mujeres de religión católica, sino de otras que veían en la iglesia un símbolo que debía ser cuidado, preservado y protegido pusieron en marcha un plan que resultó ser todo un éxito.
Poco a poco y ayudados por el plan de limpieza social que emprendieron desde la alcaldía de la ciudad, el barrio volvió a su antiguo esplendor y con ello regresó todo el tropel de la gente del espectáculo y los turistas mitómanos y curiosos que antes pasaban por la zona de largo y que ahora volvían a frecuentar la iglesia.
Cuando un visitante entra, siempre lo hace con la esperanza de ver a uno de esos famosos que actúan en los cercanos teatros de Broadway, ya que parte de su encanto reside en que también permanece abierta hasta altas horas de la noche, para que los grandes y pequeños genios del espectáculo puedan encender velas y pedir éxito para sus representaciones.
San Malaquías sigue siendo un símbolo de fe, esperanza y amor, viviendo el mensaje del Evangelio, entre el ajetreo y bullicio de Times Square, pero eso si, con el toque de glamour y fama que sólo los actores pueden y necesitan darle.
Luces de neón, gigantescas pantallas led que promocionan mil y un productos, servicios y placeres y cuya potencia hace que sea totalmente innecesario el uso de farolas en toda la plaza, pasos apresurados, bocas abiertas por la sorpresa y miles de cámaras de fotos y vídeo que quieren inmortalizar el momento sagrado en el que sus dueños se encuentran en ese lugar soñado, en ese corazón de la Gran Manzana que tantas veces han visto en películas, revistas y del que tanto han oído hablar.
Pero no siempre fue tan espectacular y con tan buena imagen. En los años 60 abundaban los sex shops, los peep shows y los personajes extravagantes que se codeaban con prostitutas y yonkis. Ahora en cambio su imagen es más pulida, sobre todo después del cambio radical, el lavado de cara que se le dio a la ciudad en 1990. No perdió nunca su inconfundible imagen teatral, sobre todo el fin de semana, cuando se llenan las calles y todo el mundo se apresura para no llegar tarde a cualquiera de las funciones que se representan en Broadway.
Hoy en día es un lugar de intercambio de imágenes, de ideas, de sensaciones, pero antes lo fue de intercambios comerciales hasta la llegada del metro en 1904. El metro y el periódico New York Times, que bautizó la zona que antes era conocida como Long Acre Square, y que instauró la mega famosa fiesta que se viene celebrando cada 31 de diciembre y que se ha convertido en imagen inseparable de Nueva York.
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