New York, New York (II)

Considerada por todos los neoyorkinos como la más antigua organización de educación superior de todo el Estado y la quinta en edad de toda la nación, la Universidad de Columbia se levanta desde 1754 con el propósito de" instruir y educar a los jóvenes en las lenguas, artes y ciencias liberales".




En un principio todo el campus estuvo bajo mandato y guía de la Iglesia Anglicana, pero en poco tiempo, se pudo sacudir del gobierno religioso y convertirse en una institución laica, favorecido por el alto coste que significaba el mantenimiento de una universidad que no paraba de crecer y de demandar nuevos servicios.




Por ello, una fundación creada por varios magnates y filántropos dedicó plenos esfuerzos en levantar la Universidad hasta el lugar que ocupa hoy en día en el panorama educativo nacional.




Arquitectónicamente, la idea siempre fue crear una pequeña ciudad universitaria, un pueblo de sabiduría que fuera lo más autosuficiente posible y que se nutriera a si mismo. Por eso la forma que actualmente tiene, parece crecer a partir de las escalinatas que descienden de la Low Library y expandirse en amplísimos radios de donde surgen como flores magníficos edificios como la residencia de estudiantes internos, las facultades de Medicina y Cirugía, la de Psiquiatría e incluso las de Física Nuclear.




Como el suelo en New York es ahora tan escaso, varias facultades han tenido que ser trasladadas o abiertas en terrenos de otros estados, como las de física atómica o la de la Tierra, que estudia terremotos y desastres naturales.
Es una delicia pasear por los pequeños y cuidados jardines que rodean cada uno de los edificios de la Universidad y ver lo bien estructurada y planeada que está, ya que todo parece formar parte de una unidad indivisible para dar esa impresión de fuerza y confianza en la institución académica.









Sin duda, uno de los edificios más llamativos del Campus de la Universidad de Columbia es la capilla de San Pablo, situada estratégica, y hay quien dice, misteriosamente al este del recinto, según los cánones que marcaban las directrices masónicas.






En un principio la idea no era que se incluyera dentro de las estructuras universitarias, y se levantó simplemente como un lugar para el recuerdo de los padres de dos adineradas filántropas, las hermanas Phelps- Stokes. Fue su propio sobrino quien en 1904 levantó los muros del templo para acabarlo en 1907, un corto espacio de tiempo si tenemos en cuenta que en invierno resulta muy difícil trabajar el tipo de ladrillo y piedra con el que está hecho.






Siguiendo un diseño absolutamente renacentista, los ladrillos rojos y la dúctil piedra caliza, combinados con el mármol blanco y amarillo parecen enmarcar y dar fuerza a la preciosa cúpula que cubre todo el recinto y que se cubre de precioso azulejo verde.
La entrada está señalada por la frase Pro Ecclesia Dei ( Para la Iglesia de Dios) y un poco más adelante In Lumine Tuo Videbimus Lumen ( En tu Luz Veremos la Luz ) que claramente hace referencia a los principios de los códigos masones. Diversas esculturas nos muestran a los Apóstoles y profetas del Antiguo y Nuevo Testamento.


Una vez dentro, las aparentemente desnudas paredes nos muestran detalles exquisitos de terracota, como racimos de uvas, higos, conchas de peregrino. Si miramos al suelo, veremos de qué intrincada manera se intercalan las piezas de mármol que lo forman y que recuerdan a las primeras iglesias cristianas que se conservan en el norte de Italia. Las vidrieras fueron cuidadosamente diseñadas y fabricadas para que no desentonaran con los colores de los azulejos y los ladrillos de suave color salmón. Reflejan escenas de las prédicas de San Pablo frente al Partenón de Atenas, en un guiño que sirve para recordar que esta zona de New York es conocida como "La acrópolis". Otras ventanas de menor tamaño recuerdan a famosos estudiantes de la Universidad de Columbia, así como los apellidos y escudos de armas de las grandes familias que contribuyeron con su dinero a la creación de la institución educativa.


Aunque la riqueza de la decoración interior es considerable, con nobles maderas en el altar, el púlpito y el coro, el brillante bronce de los grandes candelabros y lámparas, un órgano que es considerado de los mejores y más elegantes de la ciudad, favorecido por la impresionante acústica de la iglesia, lo que más llama la atención se encuentra a un lado, de la nave principal. Se trata del Altar de la Paz de Nakashima.




Una enorme pieza de madera tratada y semi esculpida, que recuerda a todos aquellos estudiantes y graduados de la Columbia que han muerto en las guerras en las que ha intervenido la nación.
Recomiendo sentarse, al final de la visita, bajo la preciosa cúpula y disfrutar del silencio y la paz que parecen flotar en el ambiente.

La capacidad de imitación de los americanos no tiene límite. No se si es el empuje y el vigor de la unión de sus voluntades, el respaldo de su poder económico o el poder y la fortaleza de su fe. Lo cierto es que cuando se proponen algo lo consiguen, y si se trata de un lugar de culto, donde dar gracias por todo lo que han conseguido en el corto espacio de tiempo que ha durado su reciente historia, el resultado de esas energías se multiplica por mil.






Y eso es lo que ha ocurrido con la Catedral de San Juan el Divino, injustamente olvidada y apartada de los circuitos turísticos y de las visitas individuales de los que visitan Nueva York al no considerarla como uno de los "imprescindibles" de la Gran Manzana.






Pero ¡ay! es una equivocación que se puede pagar muy cara.
En una ciudad donde prima lo gigantesco, lo grande, la idea de competir por el edificio más alto y mas imponente, la Catedral tiene un sitio asegurado entre la lista de rascacielos y grandes logros de la arquitectura americana.
Y eso que no fue fácil que este templo viera la luz. Primero porque una depresión económica no tan fuerte, desde luego, como el "crack" del 29, obligó a que los planes de edificación se pospusieran desde 1828 hasta 1887; segundo porque el concurso de obras se dilató durante tres años hasta que finalmente fue elegido el proyecto de Heins y Grant que aglutinaba tres estilos en un solo edificio ( románico, bizantino y gótico) y tercero porque aún hoy, se considera que la Catedral está inacabada ( St John the Unfinished).






Pero así y todo la Catedral de San Juan debe ser obligatoriamente uno de los lugares que debemos visitar cuando estemos en Nueva York por varios motivos.
Para los amantes de lo imponente, por sus dimensiones realmente impresionantes ya que con sus 183,2 metros de largo y 70,7 metros de altura es considerada la mayor catedral de la cristiandad.




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