Me quiere... no me quiere...

Debido al gran flujo de lectores que tuvo mi artículo “El amor y el interés se fueron al campo un día” decidí comenzar una sección de relatos acerca del tema del corazón, esas experiencias propias y de mi entorno que sé que les va a entretener y en algunos casos, hará que se sientan identificados. Como saben no soy psicóloga y el análisis que haré de cada historia será solo producto de mis canas ya que los años hacen que mires las cosas bajo un cristal mucho más amplio. Para proteger la identidad de los protagonistas, no usaré sus nombres reales, ya que, al fin y al cabo, lo que importa es el cuento ¿cierto?

Hoy conversaba con una amiga por WhatsApp y me comentaba que acababa de recibir por LinkedIn la solicitud de contacto de un ex. Estaba un poco indignada ya que su relación, aunque había terminado de una forma bastante civilizada le había hecho mucho daño y no podía entender cómo, después de lo ocurrido, este tipo quería contactarla nuevamente.



Miriam conoció a Daniel hace ocho años en una reunión de navidad de la empresa donde asistieron varios clientes. Para ese entonces ella estaba divorciada, con hijos que ya estaban finalizando la universidad. Tenía un buen trabajo, era vice presidente del área de administración, lo que le daba suficiente independencia económica. Las veces que conversábamos sobre su vida amorosa me decía “yo no estoy buscando un hombre que resuelva la vida ni que me mantenga porque para eso trabajo, ni que me de casa porque ya tengo, tampoco estoy buscando casarme porque ya viví esa experiencia, ni un padre para mis hijos porque ya lo tienen. Yo lo que estoy buscando es un hombre que comparta conmigo un cine, una cena, poder compartir con él una reunión con amigos, unas vacaciones, poder mimarlo y que me mime, respetarlo y que me respete, que me tome de la mano al salir y que me abrace, en fin, compartir experiencias juntos”.

Su punto de vista me parecía bastante válido y más en la actualidad donde la mujer ha tomado conciencia que no necesita de un hombre para vivir. En los años mil ochocientos no me acuerdo era normal que el único objetivo de una mujer era conseguir un buen partido, un hombre que la pudiera mantener, que le diera casa, hijos y cubriera todas sus necesidades, y esto se debía a que la mujer tenía prohibido trabajar fuera de casa, incluso estudiar una carrera universitaria. A lo más que podía aspirar a nivel educativo era el área de las artes (música, pintura, etc), bordar, cocinar, coser, etc.

A medida que la mujer fue rebelándose aquella meta de conseguir “un buen partido” fue cambiando a “un buen trabajo” y las implicaciones que antes tenía el amor fueron transformándose.

Y es aquí que llegamos al caso de Miriam y millones de mujeres como ella que pensamos que el amor es sólo otra faceta de nuestra vida, no lo único importante en ella. Como bien dice la maravillosa Cher, “el hombre es como un postre, me encanta, pero no lo necesitas para vivir”.



Daniel por su parte era un tipo recién divorciado y al igual que Miriam, ambos habían pasado los cuarenta y tantos años. Después del divorcio, Daniel regresó a casa de sus padres y un fin de semana al mes viajaba al interior del país a ver a sus hijos. Tenía un buen trabajo y muchos planes a futuro.

Desde el momento en el que se conocieron, Daniel y Miriam se sintieron atraídos. Comenzaron a salir y descubrieron que tenían muchas cosas en común. Después de dos meses Daniel le propuso a Miriam comenzar una relación amorosa.


Al parecer Daniel cumplía todas las expectativas de ella. El tipo era cariñoso, romántico, detallista, educado y muy caballero. Al pasar los meses Miriam comenzó a notar que había cierto “ciclo” en los momentos que ellos compartían. A pesar de trabajar en la misma zona, no se veían tanto como sería lógico para una pareja que recién empieza, al contrario, solo se veían los mismos 3 días de siempre. Un día ella me comentó que esto la tenía un poco incómoda. Le pregunté por qué y me dijo “yo le doy su espacio, tampoco quiero que esté todo el tiempo conmigo, pero es que nunca nos vemos otro día que no sean los jueves y sábados. A veces cuando no podemos vernos los jueves me invita a comer los viernes, pero hasta ahí”.

Según Miriam, Daniel tenía una agenda que no quería cambiar y era que lunes, martes, miércoles y viernes se iba al gimnasio después de trabajar. Los jueves y sábados salía con ella y los domingos era para dormir y descansar. Incluso en una oportunidad a él se le había quedado la tarjeta de crédito en un restaurant donde habían estado ese sábado y lo llamaron del local al día siguiente para avisarle. Miriam se ofreció a acompañarlo ya que era una oportunidad para volverse a ver y compartir juntos. Daniel la fue a buscar, fueron al restaurant, le entregaron su tarjeta, y se regresaron, él la dejó en su casa y se fue a la suya. Ni siquiera se bajaron del carro a tomarse un café. En otras palabras, ese domingo no le tocaba a ella pasear.

La situación se empezó a poner tensa y Miriam conversó con Daniel para exponerle su punto de vista. Incluso bromeaba con él y le decía “cierto que hoy es jueves de Miriam, hoy me toca el turno a mí”, a lo que él solamente respondía con una risa.

A cierta edad ya uno no suelta el “te amo” de buenas a primeras y Miriam era una de las que pensaba así, sin embargo, ella y Daniel no habían llegado ni al “te quiero” o “te extraño”. Yo le decía: Miriam…yo entiendo las implicaciones sentimentales de una relación, pero tú vas desarrollando sentimientos por una persona con la que compartes y más con alguien con quien tienes una relación, pero que ni siquiera expresen su cariño con palabras es como ilógico. Yo hasta a mi gata le digo que la amo, a mis amigos que los quiero y no se cae el mundo por eso, ¿Cuál es el miedo?



Miriam decía que las dos veces en las que intentó hablar de sentimientos con Daniel, éste se había mantenido callado, incluso le había pedido que dejara que las cosas “fluyeran”. Ya para ese momento ellos llevaban seis meses de relación y ni siquiera un “te extraño” había surgido en alguna conversación. Incluso las demostraciones públicas de cariño habían cesado, cosa que tenía con los pelos de punta a Miriam y las veces en las que le mencionaba que ya ni la tomaba de la mano como antes, él le decía que eran impresiones suyas.

Ya para ese momento ellos habían planeado ir de crucero y habían pagado los boletos. Esto tenía en tensión a mi amiga pues todos los días pensaba si lo más sensato era cancelarlo y hablar con la agencia de viajes para otra opción de no perder ese dinero ya que ella no tenía muchas ganas de ir.

En una oportunidad Miriam conversó con él preguntándole que significaba su relación. Daniel se fue por las ramas, le habló de sus planes futuros, de comprarse un apartamento y de empezar un post grado en la universidad y que eso mantenía toda su atención y no deseaba que nada se interpusiera.

Miriam muy calmada le dijo: yo no estoy buscando casarme contigo, ni siquiera quiero vivir contigo, solamente quiero que nuestros momentos juntos sean de calidad, iguales a como fueron al principio. ¿Quieres estudiar? ¡Buenísimo!, ¿quieres comprarte un apartamento? ¡Excelente! Lo que yo quiero que me digas es ¿qué es lo que tú quieres conmigo?, si lo que tu deseas es una relación abierta o ser amigos con beneficios, dímelo y capaz y me conviene más así, pero es incómodo seguir de esta manera. Yo he frenado mis sentimientos contigo porque no sé cuál es el terreno que estoy pisando y sería más sencillo que tú me dijeras “Miriam, no te enamores de mí, vamos a tener una relación más light”. Nos hacemos compañía mientras llega a nuestras vidas la persona de la cual si nos queramos enamorar ¿te parece?.

Daniel respondió lo mismo de siempre “Deja que las cosas fluyan” a lo que ella dijo “¿tú de verdad quieres que yo vaya a ese crucero contigo? Porque ya llamé a la agencia de viajes y quedaron en ver otras opciones en caso de que yo cancele mi ida al crucero”.

Daniel la miró fijamente y la abrazó y le dijo: Por supuesto que quiero que vayas conmigo, son unas vacaciones que nos merecemos, ya verás como la vamos a pasar muy bien.

Según recuerdo, ellos tuvieron ese tipo de conversaciones unas 3 veces. Después de cada conversación, Daniel se volvía cariñoso y atento y tenía el mismo comportamiento romántico que Miriam tanto extrañaba. Con respecto a los “días de Miriam”, eso no cambió.

Ya cercano a la fecha del crucero mi amiga estaba de mal humor. Constantemente me decía que no tenía las menores ganas de ir. Yo la animaba, le decía “¡aprovecha! Será como una luna de miel tipo Titanic pero sin el trágico final.”

Y por fin llegó el día del viaje. Viajaron a Estados Unidos pues desde allí partía el barco. Durante ese tiempo yo no tuve comunicación con ella y esperé a su regreso, rogando que todo hubiera marchado bien.


Después de tres semanas, Miriam regresó y fue a visitarme. Mientras le servía un café aproveché para preguntarle: ¿Cómo te fue??? ¿Se portó bien el galán??? A lo que ella respondió: Lo único bueno del viaje fue que me pude traer unos dólares y compré suficientes perfumes para revender, de resto fue el peor viaje de mi vida.

Anonadada le pregunté por qué, a lo que ella, muy calmada respondió:

Pues el viaje en avión y luego carretera hasta llegar al barco fue como si me hubiera ido de viaje con el señor que vende periódicos. Éramos como dos “conocidos”. Incluso nos tocó bajarnos en una gasolinera a comer algo mientras continuábamos con el trayecto, yo me tardé 1 minuto mientras me bajaba del carro y al voltearme el tipo ya se había metido dentro del local, ni siquiera me esperó, era como si yo no existiera. Durante ese trayecto, el abordaje al barco y todo el día siguiente el hombre ni siquiera me tomó de la mano. No parecíamos una pareja sino un par de amigos. Y ni hablemos de la cama, eso fue un desastre, duró cinco minutos y sólo pensó en él.

¿Y qué hiciste? ¿Fue todo el viaje así? Le pregunté, a lo que me respondió: Pues digamos que sí. Yo no aguanté más y al segundo día de estar en el barco le dije que necesitaba conversar con él. Fuimos al camarote y le dije que no entendía que estaba pasando, que se suponía que ese sería un viaje romántico, nuestras primeras vacaciones juntos y que yo me sentía como si fuera una extraña. Incluso le pregunté “¿será que nosotros viajamos separados? ¿o es que en el avión engordé diez kilos y no me di cuenta?”



Yo la escuchaba intentando imaginar la escena. Le pregunté “¿Y qué te respondió?” Tomó un sorbo de café, su mirada era inexpresiva, como si estuviera contándome una película. Me dijo: Pues el escuchó todo lo que le dije, tu sabes que yo no soy de gritar, pero esta situación me estaba quemando por dentro y a pesar de que no levanté la voz, se me salieron las lágrimas de la rabia y la impotencia. Él esperó a que me calmara, ni siquiera me secó las lágrimas, ni me miró a los ojos. Después de un rato ¿sabes lo que me dijo??? Que él no era el hombre que yo estaba buscando, que él tenía muchos planes a futuro y que tener una relación sentimental con alguien requería tiempo que él quería dedicar a sus nuevas metas.

Les juro que de tener a Daniel en frente lo más probable era que le hubiera puesto la cafetera de sombrero. En mi mente no cabía ninguna explicación lógica para lo que Miriam me estaba contando. La miré callada, esperando que me terminara de contar en qué había terminado todo.



Miriam tomó otro sorbo de café y me dijo: Imagina mi cara ante aquella confesión. Te lo juro que me provocaba arrancarle la cabeza. Ahí se me agotó la calma y con mucha rabia le pregunté “¿y por qué esperaste a estar a 5.000 kilómetros de distancia para decirme eso?” Yo esperé que el respondiera, pero como no lo hacía y ya yo me estaba convirtiendo en Chucky, le dije “Pues bien, lo mejor es que dejemos las cosas hasta aquí. A partir de ahora somos AMIGOS, con todas las letras. Yo ya pagué la mitad de este viaje y pienso disfrutar dentro de lo que cabe”. Y bueno Rosa, eso fue todo, durante las dos semanas que duraron las vacaciones éramos eso, unos amigos. Hablábamos normal, sin besos, ni abrazos, ni nada. En las noches dormíamos como dos hermanitos, no fue necesario decirle nada, él estaba clarito de que si me buscaba yo lo iba a arrancar su miembro.


Sé que detrás de la historia de Miriam se escondía una profunda pena, decepción y un corazón roto. Estoy casi segura que ella no llegó a “enamorarse” de Daniel, no porque no quisiera sino porque ella misma no se arriesgó, sin embargo, después de casi un año obviamente debía tener un cariño muy especial hacia él. Según me contó, al momento de despedirse en aquel viaje nefasto, él intentó darle un beso en los labios y ella lo empujó diciéndole un montón de cosas. Tiempo después ellos tropezaron en un restaurant cerca del trabajo y a partir de ahí él le escribía de vez en cuando, ella le respondía con monosílabos, más que todo por educación. Un día Daniel le escribió diciéndole que quería verla, que extrañaba su olor, su cariño y su compañía, a lo que Miriam le respondió “Cómprate un perro”, él lo tomó como una broma y ella perdió el “glamour”, le dijo hasta del mal que se iba a morir y acto seguido lo bloqueó de todas las redes y no respondió ningún otro mensaje, hasta estos días que el tipo le mandó la invitación por LinkedIn. Miriam canceló la solicitud y lo bloqueó.

Analizando el caso de Miriam y Daniel puedo sacar varias conclusiones. Si tu corazón y tu intuición te dice que no sigas adelante con algún plan, lo mejor es hacerle caso. Claro, en el caso de Miriam había muchos factores asociados a su viaje, había dinero que ella había invertido, pagos por adelantado que en algunos casos no eran reembolsables, y el tema es que no estamos hablando de “cuatro centavos”, era una cantidad significativa. El pago del viaje se hizo en el momento en que la relación iba “viento en popa”.

En el caso de Daniel, pienso que era más sencillo aprovechar la oportunidad que Miriam le había dado varias veces para decirle que el sólo quería tener una “amiga con beneficios” y no cambiar su actitud para mantenerla “entretenida”. Y lo que yo digo, si le iba a romper el corazón, ¿Por qué no hacerlo al finalizar el viaje? De haberse comportado diferente, ambos habrían disfrutado el crucero en vez de dormir por las noches con un ojo abierto rogando que Miriam no soñara con “Lorena Bobbit”.

Entender la actitud de Daniel es difícil ya que yo solo lo vi un par de veces, por lo que no sé por qué actuó de esa manera, sin embargo, me permito especular un poco. Creo que Daniel nunca la vio como una pareja, tampoco creo que la estuviera engañando con alguien más, simplemente le gustaba su compañía y disfrutaba las cosas que hacían juntos. Miriam es del tipo de mujer que no acosa, que no grita y que huye de los conflictos. Quizás si intentó quererla y por eso sus cambios cada vez que Miriam le “halaba la oreja”, pero simplemente no pasó y ya dentro del crucero pensó que, si vivían una especie de luna de miel, Miriam por fin le podría soltar el tan temido “te quiero” y él no quería hacerle más daño. Claro, tratarla de esa manera tan distante no fue la mejor opción.



Ahora, pensando en el cochino interés también podríamos pensar que todo esto tenía una segunda intensión. Creo que en un principio si le atraía mi amiga y fue en ese entonces que hablaron del crucero. Muchas de las atracciones y paseos del viaje tenían la maravillosa oferta 2 x 1 y los hoteles, alquiler de vehículo era mejor si lo pagaban entre ambos, más considerando la restricción que ponía en ese tiempo el gobierno de Venezuela para el cupo de dólares en los viajes. Miriam se convirtió entonces en su “descuento.com” y cuando ella decía que ya no quería viajar, el pelaba los ojos sabiendo que tendría que correr con el 100% de los gastos del viaje, y es por eso que cambiaba su actitud. Ya en el crucero, con todo pagado, pues no había porqué fingir más y Miriam no tendría otra opción que adaptarse a las circunstancias. Por suerte para él, Miriam era una mujer que siempre saca lo mejor de las peores situaciones y pudo continuar su viaje “vivo”.

A todos nos ha pasado que empezamos una relación con alguien y poco a poco nos damos cuenta de que la cosa no funciona y que por más que intentemos poner de nuestra parte, los sentimientos no “fluyen”. Esto no indica que seamos malas personas, precisamente para eso es el noviazgo, para conocer en profundidad a la pareja y estar seguros de que esa es la persona con la que queremos pasar nuestra vida. Somos totalmente diferentes cuando somos amigos a cuando estamos en una relación y cosas que antes tolerábamos, ya nos molestan o la ilusión del principio se va desvaneciendo, hasta un mal sexo puede desvanecer cualquier intento de relación sentimental. Lo mejor en estos casos es ser sincero con la otra persona y terminar cuanto antes la relación, dándole así la oportunidad de conseguir a alguien que si pueda corresponderle como nosotros no podremos.

Y bueno, el cuento se hizo muy muy largo, espero que les haya gustado. Si es así no olvides comentar o compartirlo.

Besos!!!

Fuente: este post proviene de El Blog de Rosa Lo Turco, donde puedes consultar el contenido original.
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